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Miguel Ángel López, atrapado en la medalla

Ahora, se le ha ocurrido poner en peligro a los mitos. Desafiará el oro olímpico en los 20 y 50 km marcha sin miedo a la derrota. “No puedo odiar algo que forma parte de mi trabajo”.

En el país de los sueños, existe Miguel Ángel López, una cosa distinta. Un hombre que, sin ser como los Rolling Stones, podría ser uno de ellos, “tan pronto como comienzas a sentirte importante, te vuelves menos creativo”. Así que no existe ese peligro en Miguel Ángel López, un tipo de perfil bajo, acento mediterráneo y una máquina registradora en las piernas.

Sus medallas ya podrían ser su plan de pensiones. Perdió el miedo a vencer y a ser vencido. Dice que la victoria no tiene por qué diferenciarle del recepcionista de un hotel o de un funcionario de la agencia tributaria. “Nunca se sabrá quién tiene más mérito”. Tampoco odia la derrota, “porque no puedo odiar algo que forma parte de mi trabajo”. De ahí sale un tipo interesante que, sin ser un ególatra, es absolutamente ambicioso, capaz de duplicar sus objetivos en estos JJOO, en los 20 y en los 50 kilómetros marcha, donde desafiará el legado de Robert Korzeniowski. Los mitos están en peligro, no sólo iban a ser los Rolling Stones.

Sólo he hablado una vez en mi vida con Miguel Ángel López. No tengo otra referencia que no sea aquella mañana en Pekín, recién proclamado campeón del mundo e incapaz de separarse de sí mismo: serio, cerebral y parsimonioso. La misma fotografía que él mismo había presentado en el podio, en el que no derramó una sola lágrima, “porque no soy hombre de emociones fáciles”

Campeonato del Mundo en Pekín 2015 EFE / LAVANDEIRA JR
Campeonato del Mundo en Pekín 2015 EFE / LAVANDEIRA JR

De ahí que en un día así tampoco consintiese que los adjetivos se desplazasen de lugar. “No admito que nadie me endiose porque no hace falta”. Y entonces se acordó de esa frase que había escuchado decir a Iniesta y que tenía guardada en la memoria. “Estoy de acuerdo con él cuando dice que los únicos héroes que conoce son los emigrantes que deben abandonar sus países para mantener a sus familias”. Un ejercicio de realismo, en realidad, “porque, aparte de la tuya, hay otras vidas”. Pero ahí radica la diferencia de uno mismo, la inteligencia que posibilitó una conversación de este corte.

“Al principio, pensaba, ‘¿quién me ha mandado meterme en este lío?’

“Sinceramente, creo que hay que ser inteligente para ser campeón del mundo. No es fácil ver que se acerca el final, mantener la cabeza fría o elegir el momento”. Sin embargo, él aprendió a hacerlo, tal vez porque lleva dedicado desde los 13 años a esta crónica de vida, en la que abunda la soledad como reflejo de uno mismo. “Al principio, pensaba, ‘¿quién me ha mandado meterme en este lío?’, porque la marcha me hizo separarme de mis compañeros, yo corría y éramos un grupo muy feliz”. Pero después descubrió que no hay nada que no vaya a curar el tiempo.

Así que hoy, a los 28 años, se mira en el espejo, sea en la altitud de Font Romeu o en la de Sierra Nevada, donde las montañas nunca mienten. “Aquí el más importante no soy yo, sino mi entrenador”, replica, “porque yo me iré y él seguirá y volverá a encontrar un sucesor para mí como ha encontrado para tanta gente”. Y no se sabe si eso es voluntad o genética. Pero lo que sí se sabe es que hoy Miguel Ángel López está en Río de Janeiro para ser lo que los demás no seremos nunca, campeón olímpico. “Será el día más difícil”.

Pero para lograrlo está esa seguridad que anuncia en sí mismo andando a menos de 4’00″/km. “Nunca creí que no sería capaz”. De ahí el placer de escribir de él, de contar esta historia que ya tiene 28 años de antigüedad o de dar con un hombre de éxito que no se fía de la vanidad. No sería él entonces. No sería este fantástico limón que aún le queda por exprimir a nuestro atletismo. Un atleta de categoría, con más prestigio en el mundo que popularidad en España.

Si gana el oro olímpico en Río de Janeiro, ya no se sabe dónde más puede vencer. Quizá en Las Vegas o en la Antártida, cualquiera sabe. Pero aún así todavía será difícil que la sociedad ponga cara a Miguel Ángel López, el hombre que, en cualquier caso, reivindica el valor de la marcha en la sociedad del espectáculo. “Todos andamos y nosotros lo hacemos más rápido que nadie”. El hombre que, en definitiva, no tiene miedo a las alturas como pasa en la viñeta que nos acompaña en el texto. Algún paralelismo tenía que haber en la vida real.  No todo iban a ser los Rolling Stones…

@AlfredoVaronaA


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