Entrevistas

“Mi padre vendió el taxi para que yo no me dedicase al taxi”

Publicado por
Alfredo Varona
Publicidad

Alberto Hernández es la voz del atletismo. Pero… ¿quién es el que está detrás de esa voz?

Le veo en todas partes. O más bien le escucho. De ahí el origen esta charla en la que entendemos que el periodista es una prolongación del atleta que no pudo ser. Así es Alberto Hernández, un tipo que salió adelante tras diez días en coma. Un hombre que, de no haber tenido el padre que tuvo, hubiera heredado el taxi de su padre. Y tal vez, sólo tal vez, nada de esto hubiera ocurrido.

La voz del atletismo.
No creo.  Hay mucha gente que me lo dice. Pero está el maestro José Luis López.  Así que no, no lo creo; lo que sucede es que a la gente les suena mi voz y les transmite ilusión. De hecho, hay quienes me lo dicen abiertamente: “asocio tu voz a pasármelo bien”.

 ¿Y le parece poco?
Bueno, mi trabajo es hablar, no que me conozcan. De hecho, nunca he hecho nada para promocionarme. No tengo ni redes sociales. Soy fiel a la idea de que el periodista nunca debe ser el protagonista.

Publicidad

¿Y quién es usted?
Un loco absoluto del atletismo. Quería estar en este mundo y lo he logrado a través del periodismo, que se me da mejor que correr. Ésa es la única verdad.  El resto es reconocer que, si yo tuviese ese talento, siempre hubiese estado abajo compitiendo en la pista.

La realidad es que está usted en todas partes
Siempre digo que tengo la suerte de no trabajar y de que me paguen por hacer algo que me gusta. Es verdad que le echo muchas horas. Pero hago lo que me apasiona. Hasta mi tiempo libre lo invierto en atletismo. Dicho de otra forma: mi mundo es el atletismo. Por eso no diferencio entre ir a hablar o ir a trabajar.

¿En qué trabajaba su padre?
Mi padre era funcionario del parque móvil y por las tardes tenía un taxi que lo vendió para que yo no me dedicase al taxi.

Publicidad

 ¿Y eso?
Mi padre quería que, por encima de todo, hiciese lo que me gusta. Mire, yo empecé con 19 años en la revista Corricolari. No tenía ni edad para ser becario. Pero en esa época también trabajaba como extra en bodas y comuniones. Se me daba bien. Recibí ofertas serias para ganar hasta 150.000 pesetas y escribiendo textos ganaba 20.000. Pues bien, mi padre me dijo, ‘yo te pago la diferencia pero sigue en la revista’, porque él quería que me dedicase a lo que me gusta.

Y así empezó todo.
Luego, trabajé para la RFEA y para Bikila vendiendo zapatillas gracias a Isidro López, que siempre se ha portado genial conmigo. Y de ahí pasé a ‘Last Lap’ hasta que apareció ‘Runners World’ con Fran Chico, donde estuve 16 años. Y ahora ‘Corredor’

Y las locuciones.
Donde todo empezó desde la casualidad un verano en Cullera en la Copa de España de cross en la playa. Mi amigo Nacho García  me dijo: ‘Quiero que me llenes la playa de gente’. Y yo mismo me pregunté cómo pero antes de insistirle a nadie recordé lo que siempre nos decían en Last Lap: ‘ Tu estás aquí para solucionar problemas, no para crearlos’.

¿Y se llenó la playa?
Empezó a venir gente, sí. Y a partir de ese momento comenzó mi carrera de locutor. Desde entonces, me declaro un afortunado. Ahora, si quisiera podría locutar todos los fines de semana. Tengo ofertas. Pero también hay que saber parar y delegar.

Publicidad

 ¿Y cómo ha llegado a esto?
A través del tiempo y casi sin darme cuenta. Esa es la verdad. Nunca he tenido una web. No tengo ni siquiera un video. Tengo  pudor para eso. A lo sumo, si me piden algo, envío alguna grabación, porque no tengo más. Soy partidario, por encima de todo, del boca a boca. Me va. Me ha ido bien así.

Le veo un tipo feliz.
Sí, mucho. Todos los días doy las gracias. He conocido gente maravillosa gracias a esta profesión.  He conocido mundo. No sé las veces que he ido a Nueva York, pero ya perdíla cuenta…  He ido a cuatro JJOO. He estado en los Mundiales desde 1999, en los Europeos desde 2005… He viajado a Kenia, que es la cuna de este deporte. No sé que más puedo pedir.

Le escucho.
Mire,  cuando yo terminaba de estudiar me iba a correr con la gente mayor del parque de mi barrio. Yo quería ser atleta. Es más, recuerdo que iba a la calle Vallejo Najera a ver el maratón de Madrid. ¿Quién me iba a decir que algún día iba a ser yo el speaker?

¿Qué le queda por hacer?
No soy ambicioso. Siempre se piensa que hay algo más y tal vez lo haya. Pero también sé que lo que hago yo no es importante. Lo importante es ser profesor o ser médico o ser barrendero. Yo me dedico a la industria del entretenimiento. No hago nada trascendental. Como le digo, no se puede ni comparar a lo que hace un médico.

Los médicos le salvaron la vida.
Así fue. Mi médico  Claudio Frágola que, ademas, es triatleta y maratoniano. Gracias a él estoy vivo. Yo estuve 10 días en coma en la peor época del coronavirus. ¿Qué hubiera sido de mí  sin Eva Melgar, que era la enfermera de la UCI? O sin Maryia Roschchyn, que no era médico del Ramón y Cajal y que, sin embargo, cuando se enteró que yo estaba allí vino a verme y me ayudó mucho a orientarme. Maryia había sido campeona de España de 400 vallas.

Un relato emotivo.
Pero también le podría hablar de decenas de personas que me cuidaron durante las tres semanas que estuve allí en el Ramón y Cajal. Y el agradecimiento es el mismo. Por eso digo que esa gente tiene trabajos de verdad. Hasta ellos mismos me contaban lo que se escribía de mí. Y me lo leían en voz alta. Y todo eso me sobrepasó. Aquel desborde de cariño. Eso es aprecio personal y yo lo prefiero al profesional.

¿Y merece tanto?
Sé que hay mucha gente a la que aún no se lo he podido agradecer. Cuando desperté del coma tenía 4.500 mensajes de WhatsApp. Pero perdí el teléfono al volver de los JJOO de Tokio. Lo puse a cargar en un taxi y se me olvidó.  Y como estaba apagado nunca pude localizarlo. Y me dolió.  Me dolió mucho porque ya no pude responder a todos los mensajes. Y esa gente me había demostrado su apoyo. Había invertido tiempo de su vida para apoyarme. Jamás lo olvidaré.

Y ahora está bien de salud con buen aspecto.
Bueno, en el Europeo de Estambul sufrí una peritonitis. Comencé a notar un dolor muy fuerte. Y allí mismo tuvieron que operarme de urgencias. El último día estuve en la habitación de al lado de Quique Llopis. Y allí, al ver la gente que entró a la habitación a preguntar por mí, volví a darme cuenta de la humanidad que desprende este deporte

Publicidad
Compartir
Publicado por
Alfredo Varona