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Luis Enrique: historia de una fotografía

Hace 10 años bajaba de las 3 horas en maratón en Florencia. Ahora, como entonces, volverá a tener las 24 horas para vivir y entrenar. Quién no se cambiaría por él? 

Y fue en Florencia. Y la fotografía no engaña respaldada por la Basílica de Santa Cruz. Y fue hace diez años cuando Víctor Gonzalo, un ex ciclista de Banesto que no tuvo suerte en la bicicleta, le pedía el brazo a Luis Enrique para avisar al cielo de que lo iba a lograr, de que, al fin, iba a bajar de las 3 horas en maratón y de que el esfuerzo que sólo se hace por uno mismo tiene razón. Después, comprobó que las ambiciones duran lo que duran y que las mejores ambiciones son las que saben renovarse a tiempo. Aquel día en el que bajó de las tres horas Luis Enrique se despidió del maratón: la misión ya estaba cumplida. Luego, se pasó a la bicicleta y no tardó en inaugurar su vida de entrenador y por esas cosas de la vida la relación con Víctor Gonzalo se perdió. Hoy, ya no tiene ni su teléfono. Pero siempre quedará aquel orgulloso recuerdo, la primera vez en Nueva York y hasta los veinte segundos del maratón de Amsterdam que alejaron a Luis Enrique de las 3 horas, el fichaje de la agonía, todo eso que tanto nos humaniza y recuerda que el maratón no se casa con nadie.


Luis Enrique era “un hombre tajante” con el maratón, “duro, al que no le gustaba decir, ‘bueno, lo dejamos para mañana'”.

 Tenía 37 años Luis Enrique cuando derrotó a la bestia. Vivía por y para eso prácticamente. Se podía permitir ese lujo de levantarse y quedar para correr, de recorrer casi la provincia entera de Barcelona ( vía verde de Olot, carretera de las Aguas, la montaña de Mataró…) y de convencerse que esa una buena inversión de vida como me contaba Víctor Gonzalo hace años una vez que le pedí un reportaje para contar aquella historia. Él sí me lo concedió porque nunca fue un personaje mediático. De hecho, tras unos años malos, había encontrado trabajo a turnos en un laboratorio farmacéutico mientras Luis Enrique entrenaba al Barça, las cosas de la vida, a todos no nos trata por igual. Pero el recuerdo queda, porque todavía es imprescindible recordar, las veces que nos besamos y las que nos dijimos adiós. Y entonces Víctor recuerda que aquel Luis Enrique era “un hombre tajante” con el maratón, “duro, al que no le gustaba decir, ‘bueno, lo dejamos para mañana'”. La diferencia es que Víctor, que tenía 2 horas y 21 minutos en Berlín, le podía acompañar sin problema.

Trataba de hacer ver a los demás atletas aficionados lo que es el esfuerzo de futbolista. “¿Vosotros no os dais cuenta a la velocidad a la que va el balón?”

Pero entonces Luis Enrique ya era un personaje público, un ex futbolista del Barcelona, que iba “con dos teléfonos a todas partes”, pero que sabía seleccionar y lo que no ponía en juego en ningún momento era su mentalidad de deportista. Gonzalo recordaba que “se resentía bastante de los tendones. Tenía los Aquiles muy machacados”. Pero sobre todo se acordaba de cuando Luis Enrique trataba de hacer ver a los demás atletas aficionados lo que es el esfuerzo de futbolista. “¿Vosotros no os dais cuenta a la velocidad a la que va el balón?” Hasta declaraba que los lunes después de los partidos “se levantaba casi como una persona anciana por la cantidad de golpes, de impactos, hasta que podía poner el pie en el suelo, incluso peor que el día después de un maratón”.

Hoy, diez años después, supongo que si lo recuerdo es porque va a volver a pasar. Quizá ya no volverá a Florencia ni a probar en el maratón. La fotografía será distinta y Víctor ya no aparecerá por ninguna parte. La bicicleta será las zapatillas de entonces. Pero hoy podría volver a ser el Día Internacional de Luis Enrique. Un hombre que deja de ser entrenador del Barcelona por su propia voluntad y que, diez años después, ha vuelto a tomar la decisión de aparcarlo todo que tantos de nosotros desearíamos tomar y no podemos hacerlo: la de dedicarse a los 47 años a uno mismo las 24 horas del día, a tomar las lecciones a sus hijos o a volver despertar sin miedo y sin horarios el animal deportivo que uno lleva dentro. Un fantástico alegato a la vida y a los que defienden que la máxima utilidad del dinero es la de comprar tiempo y a alejarse de esa herramienta que casi menosprecia a la vida: el despertador. La diferencia es que la mayoría de nosotros debemos esperar a la jubilación o, si la presión baja, a la prejubilación. Así que, aunque pueda ser el mismo, nuestro dorsal no podrá ni compararse con el de Luis Enrique por mucho que nosotros tampoco demos un balón por perdido en competición.

@AlfredoVaronaA


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2 COMENTARIOS

  1. No todo en la vida es correr …Uno debe correr todo lo rápido que pueda , pero esa velocidad no debe hacerte perder detalle de lo que te rodea , un amigo es un amigo

  2. Supongo que en la vida no podemos estar pendiente del pasado y tampoco del futuro hay que vivir el presente disfrutar del momento y si es en compañía mejor ,pero para ser felices tenemos que empezar por uno mismo y no depender de lo externo, ya que con el tiempo pierde el valor y vuelve a la normalidad y cuando uno sabe lo que le llena lo que le hace sentir bien podra ser feliz y vivir intensamente el momento… una palabra vivir…vivir la vida como si fuera un milagro .

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