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Los periodos de crisis

Dentro de pocos días, llevaré un año como corredora. Un año desde que decidí salir a la calle, sustituir el stepp en el gimnasio por las zapatillas y comenzar a correr. No hubo ninguna circunstancia romántica en la decisión. No sentí una llamada poderosa de un ente del más allá que me seleccionaba para pertenecer a un grupo privilegiado y convertirme así en una persona especial que practica el mejor deporte del mundo por encima de todos los demás deportes. Si. Léase esto último con sorna y es que a veces se nos va un poco la pinza.

Lo mío fue puro pragmatismo. Empecé a correr porque me subieron la cuota del gimnasio y no estaba dispuesta a pagar la nueva mensualidad. Simple y llanamente. Toda la metafísica y la espiritualidad del running vino después.

En esto de correr, existen “crisis” como en los matrimonios.Empezamos con muchas ganas, con el firme propósito de la continuidad indefinida, pero de repente, alcanzados ciertos periodos y superados ciertos retos, aunque las satisfacciones que nos proporciona correr sean aún lo suficientemente fuertes, muchos corredores dejan el hábito.

Siempre digo y no me cansaré de repetirlo, que vamos con demasiadas prisas.

Llamamos hábito a lo que no lo es de momento y con llevar unos pocos meses corriendo decimos cosas como, “estoy enganchado” “no puedo dejarlo” cuando en el fondo sabemos que un hábito es la inercia de una acción que se torna inconsciente. Pero nos gusta sentir que somos como “Esos locos que corren”.

Las crisis en el running son una realidad tangible (el que esté libre de pecado que tire la primera piedra). Creo que existen varios momentos puntuales, claves, en la vida de un corredor en  el que se dan las circunstancias apropiadas para que deje aparcadas las zapatillas.

Los primeros tres meses

Muchos corredores dejan de correr pasados los primeros tres meses. Es curioso. Alcanzan un fondo aeróbico aceptable, pierden peso y se encuentran mucho mejor consigo mismos en todos los sentidos, pero una semana corren tres veces, la siguiente dos, luego una, para más tarde ir posponiendo las salidas sumando días sin correr y cuando se plantean calzarse las zapatillas nuevamente, les da una pereza enorme comenzar desde el principio ¡Con el trabajo que les costó!

Las bajas de los tres primeros meses suelen responder a una causa: frustración. El corredor entra en una dinámica de foros, blogs, nuevos amigos runners, ritmos, distancias, gps molón, etc, etc. Quiere comerse el mundo en tres días ¿Cuántos corredores se compran un garmin forerunner al mes de estrenarse? ¿Cuántos gps carísimos dormirán muertos de asco en el cajón del escritorio totalmente desaprovechados? El corredor lo quiere todo y lo quiere ya.

Aún no ha terminado de aprender a amar la actividad que realiza cuando relega lo más importante, correr por sensaciones, escuchar al propio cuerpo, por una frenética actividad de planes de entrenamiento, series, fartlek y malas salidas que se encadenan ¿Qué me pasa? Repite ¡Pero si me gusta correr! El problema radica en plantearse metas demasiado ambiciosas demasiado pronto, cuando el corredor aún no es ni siquiera un brote verde. Entonces aparece la ansiedad, la presión, y un día se formula una excusa perfecta para no salir a correr, luego al otro cumple con remordimiento, pero no deja de mirar el reloj. La dichosa maquinita se convierte en el dictador del runner que va dejado de lado lo más importante, la libertad, el placer de correr en si mismo. El nuevo corredor, encorsetado prematuramente, abandona el asfalto frustrado. Se genera una obligación cuando aún no esta preparado para llevarla a cabo.

Los seis meses

Entra en juego el corredor estacional. Superada la primera barrera, conscientes de que las prisas nunca son buenas consejeras y quizás con un primer 10.000 a sus espaldasse produce el cambio de estación. Nunca hay que olvidar que la sala donde el corredor entrena es la más auténtica de todas, sin artificios y en toda su crudeza: la calle. Generalmente el verano hunde a muchos corredores principiantes. El calor es su peor enemigo.  Aunque eso depende de la situación geográfica de cada cual. Por regla general, en la zona norte, los corredores se llevan mucho mejor con las bajas temperaturas que los del sur con  el frío y al contrario.

El abandono estacional es especialmente acusado en el interior y no hace falta decir que en algunos casos completamente comprensible. Ponte tú a correr en Sevilla en pleno mes de agosto con 40º a las siete de la tarde. Aquí entra en juego el gimnasio. Los nuevos corredores que apuestan por el mantenimiento indoor, centrando su parón en acondicionamiento con pesas, elíptica y spinning, suelen retomar sus salidas al final del verano o al comienzo de la primavera si perder apenas forma física, todo lo contrario. Pero para aquellos que parten de cero, que únicamente se centran en el running obviando otras facetas igual de importantes, se encuentran con la papeleta de la pérdida de forma total.

El año

Ya no se puede hablar de corredores novatos. Generamos dependencia al ejercicio físico entre los tres y los seis meses. Dicho de otra forma, el cuerpo te lo pide, pero el exceso de confianza es el handicap del corredor. Tiene ahora un hábito consolidado y se marca retos importantes: una media por ejemplo, un circuito de carreras o inclusive la prueba reina: correr un maratón. Introduce salidas de calidad, abandona la anarquía en los entrenos, se centra, marca sus objetivos de temporada y aborda al cien por cien el propósito de su plan de entrenamiento. Y lo cumple ¿Qué ocurre? En muchos casos, la consecución de un objetivo muy ambicioso en el que pusimos todo nuestro empeño y expectativas viene acompañado de un periodo de desánimo en el que es normal perder el norte por un tiempo. A veces son solo días, semanas, y en otros casos meses.

Algunos corredores suplen esta crisis matrimorunning con un objetivo nuevo. A rey muerto, rey puesto. Para otros, sin embargo, no es tan sencillo. Las salidas sin norte, la sensación de encontrarse como una ballena varada, no encontrar un puerto lo suficientemente bueno luego del esfuerzo empleado o sentirse poco preparado para otros retos aún mayores te lleva a un periodo en el que te encuentras en tierra de nadie, perdido, desilusionado, con falta de motivación. 

Esta es la peor crisis de todas porque es el equivalente a un intento de separación del que puede surgir, superado el bache, una unión más fuerte o un divorcio en toda regla.

Yo estoy en esta fase. Desde que terminé la carrera de las Breñas en  Barbate nada ha sido lo mismo. El único deseo que tengo es rodar sin pretensiones. Centro mis esfuerzos en otras áreas deportivas y relego correr al aspecto meramente lúdico del jogger. Es algo parecido a un periodo de barbecho necesario, un “Me fui lejos para echarte de menos” . El problema radica en que la constancia necesita del objetivo, van parejos, y la ausencia de objetivo suele cobrarse un tributo: nos falta la finalidad, descuidamos la obligación. Al fin y al cabo, ya no estamos obligados a ello. Los niños juegan cuando les apetece, los corredores sin rumbo también.

Y sin embargo, a veces la única manera de volver a oler el mar es alejarse de él.

Parar a veces te ayuda. Te permite “resetear” el sistema y comenzar de nuevo.


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8 COMENTARIOS

  1. Muy bueno Danae, me parece que lo has clavado.
    No podemos perder la esencia del correr, que no es otra que disfrutar de cada zancada, de cada metro.
    Realmente añoras salir a correr cuando una lesión te lo impide, entonces es cuando valoras lo que hacías y ahora ya no puedes hacer.

    Gracias

  2. Buenas,

    Primero de todo felicidades por el artículo. En relación a ello, debo decir que, aún idenfiticandome con ciertas vivencias que detallas en el escrito, debo decir que de momento yo no he notado apenas ninguna “crisis”. Llevo un poco más de 2 años quemando kilometros por el asfalto y de momento mi cuerpo me pide más y más. Es cierto que tampoco me he marcado ningun objetivo fuera de mi alcance, y de hecho nunca me he planteado salir a correr en busca de algun objetivo. Salgo a correr porque me llena y me apetece. Puede que esa sea una de las claves para no desistir, hacer lo que te apetezca en todo momento. Y a mi, por suerte, lo que me apetece es correr. Me da igual hacer un 10000, una media o una maratón. Lo que quiero simplemente es correr. Y me encanta.

    Saludos.

  3. a mi el bajón me da en invierno, es que no puedo con el frio y se hace muy pronto de noche….. me da un perezónnn…. aunque algún sábado salgo me parece poco…
    en primavera-verano es otra cosa, es como si saliera del letargo…. y puedo salir hasta 3 dias por semana…disfruto más

  4. Felicidades por el articulo y en el puedes notar lo que cada uno nota en esto de correr .Al principio salimos como algo nuevo , muy duro pero a la vez cuando terminas muy agradable.Luego más adelante te puede entrar la pasión por el TIEMPO y eres esclavo de tus OBJETIVOS ,pero si aguantas los suficientes años llega lo mejor y el RUNNER es más observador y disfruta más viendo los amaneceres o atardeceres sin importarte el tiempo ,solo necesitas aguantar un poco .Vivir corriendo es un placer al alcance de todos .Solo es cuestión de sentirte un poco más vivo y el reloj se lo dejamos a los PROFESIONALES que viven de esto nosotros los populares corremos para ser más felices y estar más sanos

  5. hace años que corro de manera anárquica, con reseteos cada cierto tiempo, a la espera de la gran crisis que me permita tener un objetivo y así mejorar entrenos y forma. Mientras tanto siempre que me calzo las zapas, aunque sea una vez a la semana, intento disfrutar al máximo,

    un placer leerte

  6. Llevo aprox. 6 meses corriendo entre 2 y 4 veces por semana dependiendo de trabajo y otos etc….

    No puedo salir a correr sin reloj y es que mi gran crisis son los 10 primeros minutos en los que mas ganas tengo de dejarlo, pasado ese minuto mágico todo empieza a irme mejor y me entra una super motivación que me dura hasta el segundo 10 de la siguiente salida…. ¿A alguien mas le pasa….????

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