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Los Juegos Olímpicos o la utopía de una ilusión

Desde la primera medalla olímpica lograda por un atleta español han pasado 36 años hasta Río de Janeiro. Nueve ciclos olímpicos después, las 14 medallas que suma el atletismo español (en la historia del atletismo olímpico) pueden parecer irrisorias, máxime cuando sólo 5 se han logrado en el s.XXI, el siglo de la explosión tecnológica. Los estudios e investigaciones del presente siglo relacionados con el deporte siguen aportando una calidad y mejoras al deportista a una velocidad vertiginosa. Claros ejemplos de los avances se observan en nutrición, como alternativa al dopaje, en psicología deportiva, como recurso innovador de cara a los grandes momentos o en salud y medicina, recuperando lesiones o fatigas musculares mediante sesiones fisioterapéuticas o con intervenciones quirúrgicas que devuelven al deportista a la alta competición en plazos récord. Tres pilares del entrenamiento invisible.

Todo avanza y el atleta y su entrenador lo saben, bastaría con comparar, con los de García Bragado, los materiales textiles de la ropa deportiva de Jordi Llopart en Moscú’80 cuando dio a España su primer bronce en atletismo en 50 km marcha. Y es que las marcas han expandido un mercado que con los años han permitido sobrevivir a unos, ayudar consistentemente a otros, crear un Usain Bolt (30 millones de euros por año de beneficios) o no tener ni para pagar un buen entrenador. Materiales que durante los Juegos del siglo pasado no habían avanzado tan deprisa.

“El deporte español pervive con fórmulas incentivadoras del siglo pasado”

Todo avanza con excesiva rapidez en los países desarrollados, por seguir con terminología del pasado siglo, y más despacio en otros países. Desde los Juegos olímpicos de Atenas 2004 el mundo se detuvo, y los avances científicos que detectaban las sustancias y métodos dopantes, por usar otro cáncer ejemplar, se detuvieron también por la fagocitante crisis mundial. Sin embargo, algunos países han sabido reinventarse, Rusia con supuestos métodos de dopaje colectivo, Reino Unido saliendo de la Unión Europea, o España, con la hemorragia insondable de la corrupción. Reinventarse o morir, como el viejo eslogan del siglo pasado. Y así sucesivamente podríamos estar analizando los diferentes factores que pueden afectar a un país, en un ciclo de cuatro años, justo lo que dura una legislatura, o una presidencia de una Federación, que con la Ley en la mano (hecha por legisladores que se licenciaron en el siglo pasado), se puede prorrogar cual mandato del siglo pasado. O se reinventan con las nacionalizaciones “express” de atletas en tiempo récord (aquellas que se consiguen en menos tiempo que un ciudadano normal).

No es por tanto un panorama nuevo, el de la productividad del atletismo español en los Juegos de Río, que habría que valorarla dentro de un contexto deportivo global. El deporte español pervive con fórmulas incentivadoras del siglo pasado, mal llamadas becas (ADO), y en el que ninguno de sus entes del Consejo de Administración se atreve a poner encima de la mesa para una reinvención. Ni RTVE, ni COE (Comité Olímpico Español), ni CSD (Consejo Superior de Deportes). Las legislaturas perpetuadas corrompen los sistemas creados para la ocasión (Barcelona 92).

“La actuación del equipo español quedará como un perfil de Facebook en el que solo se muestran al público las mejores fotos y los mejores momentos”

Un sistema del siglo pasado, en un siglo que avanza muy deprisa, requiere de una revisión normas, estamentos y recursos, para que el atletismo español sobreviva a mensajes como el que envió la capitana Beitia “salir de la pista con sensación de haberlo dado todo”, ya que no le faltaba razón de ser. Parecía que algunas actuaciones podrían haber llegado más lejos con algo más de tino, ya que hubo atletas muy por debajo de su capacidad, poniéndonos a la altura de esos países aun en desarrollo, cuyos atletas acuden a unos Juegos como los niños a la playa por primera vez. Pero parece que el entramado del sistema tiene atrapado al atleta español en un calendario de compromisos que, si no se cumple, el patrocinador, club o la propia federación tira de la ley del legislador del siglo pasado y acaba por romper el contrato, ese hilo umbilical del que muchos sobreviven. A veces eso alimenta a la tensión interna del deportista, pudiendo llegar a situaciones de temor que nadie denunciaría, asistiendo a múltiples compromisos: de club, federaciones, publicitarios o eventos de patrocinio que junto a las redes sociales generan un entorno, nada ficticio, y que hay que tener claramente separado del deportivo, sobre todo para no caer en falsas expectativas de objetivos inalcanzables. ¿Cuántos objetivos olímpicos han naufragado, tras un buen campeonato nacional o europeo, por elevar al atleta a un estatus para el que aún no estaba preparado?

El sistema requiere de nuevas caras administrativas, que no queden anquilosadas en los sillones presidenciales, de consejos de administración que evolucionen, de comités que modernicen sus criterios y de entes administrativos eficaces, en definitiva de gente con ideas nuevas que sea capaz de traer a España lo mejor de otros países, de reinventar, de dar al atletismo español un nuevo sistema de administración de recursos económicos, de concienciar, de generar debate ético y científico y no barreras, de alimentar desde la base el atletismo en escuelas, en definitiva de dar carpetazos en todas y cada una de las mesas de los agentes implicados en la evolución del atletismo español, primero en la educación física, luego en las federaciones y entes administrativos y técnicos, luego en los clubes deportivos, hasta alcanzar un rango de profesionalidad real. Un reto de todos y para todos los que aman el atletismo y el deporte en general.

“Su trayectoria (Bragado) debe dar que pensar en los despachos. Al menos que sirviera para abrir un nuevo camino, una forma nueva de pensar, de vivir, de competir”

El concejal del PP (Sant Adrià de Besòs), Jesús García Bragado, se despidió del atletismo profesional después de siete participaciones olímpicas. Antes de ir a Río, a sus 46 años, agradecía al sistema de becas ADO su eficacia. Un atleta rocoso, que ha vivido toda clase de evoluciones, dopajes y corrupciones a su alrededor, que ha visto como un país como el nuestro se ha desangrado hasta niveles desquiciantes en los que el fútbol sigue campando a sus anchas. García Bragado se va con la cabeza bien alta, no solo por haber sido un ciudadano ejemplar (al menos para sus votantes), sino un deportista limpio y especialmente respetuoso con los valores olímpicos, los máximos a los que un deportista aspira, dándolo todo. Fue el digno abanderado durante la clausura de los juegos de Río. Un deportista de entre siglos, quizás el último de una generación, cuya retirada deja escapar una enrome oportunidad de haber dado a España algo más que un enorme atleta. Su trayectoria debe dar que pensar en los despachos. Al menos que sirviera para abrir un nuevo camino, ya que una forma nueva de pensar, de vivir, de competir, se hace necesaria para llegar a Tokio 2020 con la garantía de superar las dos medallas, de Beitia y Ortega, en Río, del séptimo puesto de David Bustos en 1500 y del octavo de Beatriz Pascual en 20 km marcha. Aunque España siga siendo un país inculto olímpicamente, que lo seguirá siendo en los próximos juegos, al menos, que cuando el planeta contemple a nuestros atletas (y no solo a Bruno Hortelano), se dé cuenta de que algo ha empezado a cambiar en nuestras instituciones deportivas, de las que tanto tiran los políticos cuando hay triunfos, y que avanzamos hacia el verdadero deporte del siglo XXI y no crean que seguimos encarando los juegos olímpicos como la utopía de una ilusión.


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