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La sensación de fluidez

Cuando tenía unos quince años, pasé una temporada muy enganchado a los Dire Straits. Mis recuerdos de aquella época son de ir caminando al colegio con un Walkman-ladrillo de los antiguos escuchando continuamente a la banda de Mark Knopfler. Su disco en directo “Alchemy Live” fue uno de los primeros CD que tuve junto con el “Beggars Banquet” y “Let it Bleed” de los Stones.

Han pasado 25 años y aún no sé exactamente qué tenían los Dire Straits para que me engancharan de aquella manera. No eran los que tocaban más rápidos, no eran los que tocaban más fuerte, no eran los que tenían las mejores canciones, pero aquellos temas fluían. Escuchabas uno de esos temas largos suyos y tenías la sensación de poder seguir escuchándolo durante horas, transmitían sensación de fluidez.

La sensación de fluidez, el “flow”, es precisamente lo que buscamos los corredores amateurs cuando salimos a rodar. Cuando no tenemos día de calidad que nos obligue a correr a determinados ritmos, buscamos esa sensación de que todo fluye, de que podríamos estar corriendo durante horas sin esfuerzo, la sensación de que nada cuesta, la sensación de fluidez.

Es difícil tener esta sensación cuando uno sigue un plan de entrenamiento. Las series, las cuestas, los rodajes sostenidos junto con la carga de nuestras vidas diarias imposibilitan sentir “el flow”. Pero a veces ocurre, y es una sensación maravillosa para el corredor de fondo.

El Jueves a las ocho y media de la noche salí a hacer la tirada semi-larga de mitad de semana en terreno de cuestas. Después de mucho tiempo, cargué el mp3 con un directo pirata en Estados Unidos de Dire Straits. Decidí no mirar el reloj y eso creo que influyó en las buenas sensaciones, sólo quería acumular kilómetros en terreno irregular. Los primeros cinco kilómetros son básicamente todos hacia arriba, las cuestas no parecían costar lo que otras veces. La música de los Dire Straits me iba absorbiendo e imponía su ritmo. Cuando llegaba una de esas canciones que en directo alargan hasta la eternidad, casi perdía la noción de lo que estaba haciendo. En la oscuridad de la noche únicamente recuerdo poner un pie delante del otro y seguir avanzando, las cuestas no eran impedimento.

En un momento dado me di cuenta de que era feliz, iba a ritmos más lentos que otras veces, pero estaba tan inmerso en aquel rodaje y aquella música que comencé a tener la sensación de que nada costaba. Cuando corro por la ciudad de noche siempre siento que la ciudad es mía y la recorro para comprobar que todo está bien. Calles desiertas, farolas que iluminan poco por respeto por el medioambiente, y yo que ya he salido del parque para dar comienzo a los kilómetros de bajada a casa. Y en ese momento suena “Telegraph Road”, quince minutos de composición gloriosa de Mark Knopfler.

Y es a esa hora de las diez de la noche de un Jueves cuando me doy realmente cuenta de que lo que siento es la sensación de fluidez. Salí de casa para hacer 17 kilómetros de rodaje sufrido en cuestas. Volví después de hacer 19 kilómetros placenteros con una paz interior que me duró todo el fin de semana.


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1 COMENTARIO

  1. Cuando sucede es magia y se alcanza pocas veces, aunque se intente forzar. Mis dos ‘trucos’ para intentar conseguirlo son adentrarse por circuitos nuevos y desconocidos (derribar la barrera del miedo) y salir de noche (aumenta la sensación de velocidad y… soledad). Como siempre otra maravilla de artículo, aunque a mi los Dire me pilló demasiado pronto y en plan bombardeo masivo de un tío mío con el ‘Brother in Arms’ que me hizo quererlos y odiarlos a partes iguales de peque.

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