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La ruptura de Javi Guerra

Realmente me ha sorprendido que con lo bien que le va Javi Guerra haya decidido ahora cambiar de entrenador. Pero una vez más se ha demostrado lo que hay que tener claro desde el principio: “Los atletas no tienen dueño”

Conocí a Javi Guerra hace muchos años en la pista del INEF. Estaba estirando al lado de una valla. Tenía esa cara angelical. Era una de esas promesas del grupo de Antonio Serrano que entonces comandaban Higuero, De la Ossa y Chema Martínez. Guerra era entonces una esperanza auténtica. Todo el mundo hablaba de su talento. Pero él era un joven que, como tantos jóvenes, debía encontrar su sitio en el mundo. El día que lo logró se convirtió en un seguro a todo riesgo, en un atleta que encontró el paraíso en la carretera. Se convirtió en un maratoniano de pura cepa. Hoy, la literatura disfruta al escuchar su nombre. Javi Guerra, a los 36 años, es un ejemplo mayúsculo: un atleta de una fiabilidad extraordinaria, un tipo que a esa edad ha hecho la marca de su vida. Si nos comparamos a él tenemos enormes posibilidades de perder: todos quisiéramos ser Javi Guerra. A todos nos gustaría correr el maratón sin reloj o controlar como lo hace él los nervios en la línea de salida. Siendo tan grande ya y viviendo con esa discreción: Javi Guerra.

En un mundo propenso a los fallos, nos encontramos  con un tipo que no falla nunca. Un atleta con más prestigio que popularidad. Un tipo que no da la lata en redes sociales. Que aparece en los momentos justos y que, en esos dos maratones al año en los que le prestamos nuestras ilusiones, tiene la habilidad de hacernos más felices. Nos hemos acostumbrado sistemáticamente desde 2013 pero alguna vez habrá que escribir que esto es muy difícil. Que Javi Guerra es como un patrimonio y que el día que se vaya (que se irá) podremos contar que ‘yo viví a Javi Guerra’ como nos cuentan nuestros antepasados que vivieron la época de Frank Shorter, de Cierpinski, de Carlos Lopes…, en definitiva, de gente que se salió de lo normal.

No hay, sin embargo, una gran medalla que respalde a Javi Guerra en todos estos años. Eso es lo inexplicable porque es como una errata en el libro de un premio Nobel. Pero para nosotros la medalla de Javi Guerra es el tiempo, el ansía de permanecer, la motivación a la que nunca le vimos dar marcha atrás. Por eso nos sentimos libres de comisiones al escribir su nombre. No renunciamos a que se le pueda dar una vuelta más a la tuerca el próximo verano en los JJOO de Tokio. Entonces tendrá 37 años. Pero antes de que nos digan que es tarde podemos explicar que la seguridad en uno mismo es un argumento muy potente. Hasta podemos recordar que Carlos Lopes fue campeón olímpico de maratón con 39 años en Los Ángeles 84.

Javi Guerra, en realidad, es el tiempo que hemos compartido con él. Quizás por todo esto me ha sorprendido que habiendo llegado a esta edad y en estas condiciones con el mismo entrenador (Antonio Serrano), de repente, este verano haya decidido cambiar de entrenador: hace seis meses logró marca personal en el maratón. No he querido preguntar las razones a ninguno de los dos. Solo admiro la valentía de Javi Guerra de haber dado este paso si realmente cree que es lo mejor para él. No habrá sido fácil. Hay que echarle mucho, mucho valor. También me da pena por Antonio al que conozco desde hace mucho tiempo e imagino que no le habrá hecho gracia. Pero desde el primer día que le conocí me parece que él fue uno de los primeros que me lo dejo claro: “Alfredo, los atletas no son de nadie, no tienen dueño”. A partir de ahí entendí que el atletismo es como la vida: ya nada es para siempre y las relaciones para toda la vida sólo son una posibilidad que no siempre tiene por qué cumplirse. La sociedad no hace más que demostrartelo hasta en nuestra misma conunidad de vecinos.

Mientras tanto, seguiremos a lo importante, continuaremos creyendo en Javi Guerra, poniéndole de ejemplo, visitando el más difícil todavía. Y por supuesto damos la bienvenida a su nuevo entrenador: Jesús Álvarez-Herms. Qué misión más bonita la de este hombre. Qué años le esperan. Desde luego, en nuestras tarjetas de crédito nunca hará demasiado frío para apostar por Javi Guerra. Es el precio de lo que hemos vivido todos estos años. Gracias a él acumulamos infinidad de momentos que nos hicieron mejores y que nos obligaron a quererlo mucho, muchísimo. Así que ojalá este cambio de entrenador sea lo mejor para él y sea como cuando nos vamos de vacaciones absolutamente convencidos de que, por la razón que sea, necesitamos un cambio de aires.


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