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La obra maestra de un jubilado

El Playas de Castellón es el mejor club de atletismo de España y de Europa que en 15 años ha pasado de 16.000 € de presupuesto a más de un millón. Un club en el que decide un jubilado, que tiene a dos administrativos en oficina y el problema de encontrar la financiación que necesitan. Pero aun así el Playas nunca deja de estar ahí. 

Hace 20 años apostaría a que Borja me hubiese dicho el Larios. Pero esta vez me dijo el Playas de Castellón, que él quiere correr en el Playas.

Borja es un chaval de Madrid de 17 años del barrio de Ciudad Lineal, apasionado del atletismo, que ya ha derribado la barrera de los 4’00” en 1.500: 3’57” en Los Corrales de Buelna.

A su edad otros sueñan con los goles que marcan los demás: él sueña con las carreras que corre él. Y esos otros no te hablan del Playas de Castellón, sino del Real Madrid, del Liverpool o del Manchester.

Sin embargo, Borja me habla del Playas de Castellón, en el parque de Arcentales, en Madrid, donde empezó a correr siendo muy, muy niño de la mano de su padre. No sabía entonces que esto le fuese a gustar tanto, a sentirse tan feliz, a conocer esa palabra llamada esperanza.

Hoy, desconozco la razón por la que empiezo a escribir este texto del Playas de Castellón con él, que no tiene ninguna vinculación con el club. Pero entonces me detengo a pensar el motivo y entiendo que, en realidad, escribir son impulsos, que la mejor manera de sacar jugo a los textos son los impulsos.

Los impulsos que esta vez proceden de una esquina de Madrid, en la que me veo hablando del Playas de Castellón, en la misma esquina por la que pasa tanta gente corriendo cada día y, sin embargo, la mayoría de ellos no saben siquiera que el Playas de Castellón ha ganado la Copa de Europa de clubes y que sus chicas acaban de romper con 27 años de hegemonía del Valencia este fin de semana.

Tiene que ser algo especial: el Playas de Castellón.

Un club que nació el 20 de marzo de 1981, antes de que el padre de Borja aprobase las oposiciones para la administración. Un club que logró su primer título en 1998 en Guadalajara, antes de que Borja hubiese nacido. Imaginábamos entonces que no había manera de poder con el Larios, con el mítico Larios. Pero el futuro sabe de nosotros cosas que nosotros no sabemos. Y entonces apareció el Playas de Castellón.

Tampoco sabíamos entonces que 21 años después, el Playas seguiría aquí ni que lo que ha logrado en estas dos décadas se parezca a una obra maestra. Su director técnico sigue siendo Pepe Ortuño, un tipo de 65 años que a los 17 entrenó a sus primeros atletas, entre los que luego hubo uno que llegó a ser un futbolista espectacular en grandes equipos del mundo: Gaizka Medieta. “A los 13 años, llegó a hacer 2’34” en un 1.000 y a ser campeón de España de 1.000 obstáculos con 2’52″”. 

Hoy, Pepe Ortuño ya está jubilado como maestro. Si quisiera, tendría todo el tiempo del mundo. Podría pasar los días paseando junto al mediterráneo, escuchando música, vivir la vida, viajar sin urgencias. Pero él sigue en el club donde no cobra nada más que el teléfono y los viajes. Y trabaja hasta las tantas de la madrugada. Localizarle al teléfono sigue siendo una proeza: siempre tiene mil y una llamadas.

Las articulaciones del Playas de Castellón están en la cabeza de este hombre: Pepe Ortuño. Podría ser una cosa así como Clint Eastwood. Un tipo que viaja de madrugada en su coche a un campeonato en Antequera, que manda a horas intempestivas las notas de prensa a los medios y que se hizo eterno el día que descubrió a Andrés Vera en la vieja pista de ceniza de Castalia. Luego, Andrés llegó a ser finalista en el 1.500 de los JJOO de Los Ángeles 84. Hay recuerdos muy difíciles de batir.  

 Hoy, Andrés Vera es un empresario de 58 años que, después de hacer carrera profesional en Estados Unidos, ha regresado a vivir a España. Y, como si fuese la segunda parte de una romántica novela, ha vuelto a prestar su ayuda al club en busca de ese sponsor que permita dar un paso más, tal vez el defintivo, el único que falta.   

 Tiene muy buenos atletas el Playas como Víctor Ruiz, Thierry Ndijumwenayo, Cristina Espejo, Javier Cienfuegos, Patricia Sarrapio o Pablo Torrijos, atleta de la tierra cuya imagen en el mes de mayo en los autobuses de línea de la ciudad emocionaba de cara a la celebración de la Copa de Europa de clubes. Significaba que en el esfuerzo está futuro. Significaba que el Playas podía ganar esa Copa en casa al lado de su gente. Y la ganó. Y, al día siguiente, fue portada a cinco columnas en todos los medios locales de papel, increíble tratándose del atletismo.

Hablamos de atletismo, en realidad. Pedro, el padre, se lo dice a Borja que, aparte de atleta, ha salido muy buen estudiante en la rama de ciencias. “El atletismo es un sitio en el que es muy difícil ganarse la vida”.

Pepe Ortuño lo corrobora en el Playas de Castellón. “El problema siempre es el mismo: la financiación”.

El club no se parece en nada a una multinacional. Sus entrenadores tienen otro trabajo. En sus oficinas sólo hay dos administrativos, Jordi y María, con horario de mañana y tarde, llenos de números en la cabeza, de contratos que van y vienen. Pero la diferencia es que hay tantos lunes en los que vuelven felices al trabajo que nunca se podrán olvidar. Los fines de semana son verdaderas minas para el Playas de Castellón, que casi siempre gana algo. Los administrativos recuerdan entonces que Pepe Ortuño lleva razón: “El éxito tiene mucho trabajo”.

Son muchos años.

Y el éxito no sólo está en la élite, en fichar a Julia Tackas o a Álvaro Martín, sino también en la cantera, en el Colegio Diputación de Castellón de donde siempre han salido y saldrán atletas como Pablo Torrijos que tiene el récord de España en su especialidad. Quizá porque en ese colegio se invierte en algo más valioso que un mensaje a todo o nada. A veces, es más importante la amabilidad que la exigencia. 

“Hay que hacer el atletismo más divertido para niños y padres”.

Luego, llegará el futuro, porque el futuro siempre llega. Diferenciará entre los que pueden estar ahí y los que no. Como defiende Pepe Ortuño, nunca será fácil ganar, “porque hay competiciones a cara o cruz”. Pero en estos veinte últimos años los datos fiscales del Playas de Castellón están llenos de títulos, de abrazos, de fotografías.

Algún día tal vez no sea así y se contará: “Yo viví al Playas de Castellón”.

Si yo sigo viviendo, me acordaré de lo que un día me dijo Pepe Ortuño: “Aquí, la victoria no es una obligación, sino una ilusión”. Por eso en estos veinte años ese hombre, ese profesor jubilado, nunca ha tenido miedo a ese reloj de arena llamado éxito: “Prefiero convivir con el éxito que con el fracaso”.

Pero el éxito es imposible si no hay alguien que lo imagine antes o que no se atreva a ir a por él, a entender que el ‘no’ siempre lo tenemos cuando se llama a una nueva puerta. Pero a golpe de intentarlo, a golpe de paciencia, miren lo que ha cambiado la identidad del Playas de Castellón: “Hace 16 años teníamos 18.000 euros de presupuesto”, recuerda Ortuño. “Ahora, tenemos más de un millón porque un día nos decidimos a intentar ser los mejores”.

Ese día aún no se ha acabado. Tampoco se sabe hasta dónde puede llegar como todas las cosas que no tienen fecha de caducidad. O quizá no se acabe nunca. 

A partir de ahí podría contar mil cosas más. Podría contar que tal vez los atletas se merecen más y que ojalá haya más en el futuro. Podría hasta hablar del equipo de veteranos. Y creo que no encontraré a nadie que me diga que todo esto no valió la pena. Y no sólo lo demuestran los títulos. También otras cosas que no cotizan en Bolsa como comprobé yo la otra tarde, en una esquina de Madrid a través de Borja, ese chaval de 17 años que vive en Ciudad Lineal: “Me gustaría correr con el Playas de Castellón”.     


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