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La mujer 10

Marta Pérez Miguel, la dueña del 1.500 en España, habla de vida y milagros. Habla hasta de su pie izquierdo deformado por los juanetes que, sin embargo, no logran hacerle la vida imposible.

 Entre las cosas que la he escuchado voy a arrancar con esa niña que le preguntaba a su padre, profesor de educación física, y que se encontraba que él nunca le daba la respuesta, “sino que me mostraba el camino para llegar a esa respuesta”. Quizá porque la lección de vida está ahí. “Tardábamos mucho más tiempo, pero entonces aprendí que podía descubrir las cosas por mí misma”, asegura hoy, a los 25 años, Marta Pérez Miguel (Soria, 1993), la dueña del 1.500 en España. La mujer que el año pasado se licenció en medicina y la misma mujer que hoy promete que está “en la mejor forma” de su vida. Por eso en esta conversación compartiremos billete de avión con el optimismo y no nos asustaremos de que, a día de hoy, correr un 1.500 por debajo de 4’00” le parezca imposible, porque mañana tal vez sea diferente. Y estamos aquí para pensar en mañana. Y para hacernos fuertes desde la imaginación que nos recuerda que “en una carrera de 1.500 puede pasar de todo, porque son carreras que se deciden en el último 300“. No lo recuerdo yo, sino ella, Marta Pérez, que sabe que “entonces todo depende de lo colocada que vayas, de lo lista que sea o de la confianza que tengas…, en definitiva, de lo que se trata es de llegar hasta ahí”.

Un camino que, como le diría su padre, el profesor de educación física, nuevamente ha de descubrir por sí misma. “Pero es que esto va a ser siempre así”, acepta ella, que parece programada para intentarlo. “Nunca dejas de ponerte a prueba. Sin ir más lejos, este año en el que me he dedicado solo a entrenar. Me daba miedo. Pensaba ‘que diferente va a ser’. No sabía si iba a poder, porque, para mí, estudiar Medicina era como una válvula de escape”. Sin embargo, ha aguantado y lo mejor ha sido descubrirlo. Su padre le hubiera dicho que el miedo no es la solución. También le hubiese recordado que “es muy difícil que todo sea perfecto”, como explica ahora Marta. “Todo el mundo tiene algún problema. En realidad, pasamos la vida solucionando problemas, poniéndonos de acuerdo con ellos para que nos estorben lo menos posible”. Y entonces ella misma se detiene en su pie izquierdo, “que parece el de una señora mayor”, y que podría ser objeto de una novela de Agatha Christie. Los dolores también se saltan las reglas.


 “No conozco algún atleta que durante meses no te diga que no le duele algo”

“Tengo un desastre de pie deformado por los juanetes que es una herencia de mi familia. Tengo artritis, tengo bursitis, tengo la placa de cartílago roto...Y, sobre todo, cuando subo el kilometraje empeora mucho y la única solución sería la cirugía, pero mientras tanto hago lo posible para no empeorar. Me pongo hielo y tengo al fisio al que le debo la mitad de lo que hago”, explica Marta que, en esta gloriosa temporada, vuelve a acordarse de que “no todo puede ser perfecto”, porque la vida es así. “No conozco algún atleta que durante meses no te diga que no le duele algo”. Pero el dolor en una atleta es imprescindible, como los semáforos en rojo para que no nos atropellen los coches. “Y tampoco quiero dar una imagen equivocada. No quiero quejarme. No tengo argumentos para quejarme, porque, al final, soy una atleta que se lesiona poco, que no tiene problemas musculares y que he sido muy bien llevaba desde niña. Mi primer entrenador, Ramón Zapata, me cuidó mucho. No había prisa. Eso me permitió aprender el atletismo de verdad”.

De ahí la posibilidad de soñar en voz alta o de volver a soñar. Su edad, 25 años, es el campo de batalla y su último invierno, en el que llegó a hacer 130 kilómetros, una prueba de lo que exige una carrera de 1.500 metros y de llegar a los últimos 300 con posibilidad de luchar por algo. Y todo eso pasa por tantas cosas y por tantos días como este entrenamiento, en el que Marta acaba de hacer 2’36″05 en un 1.000, que nos llenan de motivos para intentarlo en Berlín, donde no es deshonesto emocionarnos antes de tiempo. Entonces podemos pensar en su padre en la grada. Y en su madre. Y en sus hermanos, que también estarán allí. “Y todo eso también forma parte de la competición. Quizá por eso disfruto tanto de ella y me siento tan libre y me doy cuenta de que todos esos días, en los que me acosté con dolor de piernas, merecen la pena”. Y todo eso es Marta, Marta Pérez Miguel, la dueña del 1.500 en España, la mujer que no pasa de 1.200 metros en sus series más largas, la misma que no tiene miedo a admitir que “no sabría cómo organizar un entrenamiento. No tengo ni idea de cómo se hace eso. Por eso creo tanto en mi entrenador, y necesito que esté a pie de pista, y mi forma de obedecerle es exigirme al máximo, porque no conozco otra manera de estar aquí”.

La siguiente pregunta es si ella se considera una ‘mujer 10’. “No, no, para nada”, rebate. “No hay motivos para esa pregunta. Tengo defectos. Es más, tengo defectos que no voy a corregir nunca. Pero soy trabajadora y por eso saco y sacaré las cosas. Me crié así. Me crié escuchando a mi padre, escuchando a mi madre, que también es profesora, y eso marca. Marca porque es una forma de vida en la que no queríamos saberlo todo sin preguntarlo todo. Por eso las preguntas tenían más valor que las respuestas”, insiste Marta, que jamás se olvidará de esa fotografía en Gijón la primera vez en la que se proclamó campeona de España en 1.500 con Antonio Serrano, su entrenador. “Fue muy emotivo. Él me había dicho tantas veces ‘puedes hacerlo, Marta, puedes hacerlo’“. Por eso en esta conversación las emociones son tan importantes como las palabras, incapaces de vivir por separado, como tal vez le diría su padre, el profesor de educación física, cuando era niña. De aquello es verdad que hace ya mucho tiempo. Pero nunca podrás correr un 1.500 por debajo de 4’00”, si te olvidas de lo que fuiste. Y de ahí que yo no le haya preguntado a Marta por la medalla en el Europeo Berlín. He buscado algo que me parece más valioso: que me mostrase el camino para llegar a esa medalla.

@AlfredoVaronaA 


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