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La historia imposible de un campeón de España. "Llevo 5 € en el bolsillo" 

Nos acercamos a Mariano García, un murciano de 21 años, impactante vencedor de los 800 metros, cuyo teléfono ahora está lleno de ofertas de representantes. Su entrenador trabaja en una panadería y él entrena en una pista de tierra de 300 metros en la que no se puede poner ni clavos.  

Esta vez la fe moverá montañas. Tampoco será fácil encontrar más pasión que aquí: Mariano García. El chaval de 21 años que en una semana ha pasado de ser campeón de España sub-23 de 800 metros a campeón absoluto. Y no ha sido lo que ha ganado, sino como lo ha ganado haciendo caso a ese hombre de 57 años, pequeño, gordito y feliz que es su padre y que le dice, “saca toda la rabia que llevas dentro, Mariano, échale huevos”. Y hasta le podría decir que el ejemplo es él, su padre, al que hace años pisó una rueda de su tractor mientras lo reparaba. Pero el hombre, en vez de hacerse la vida imposible, averiguó la manera de salir adelante. Hoy, lleva una granja de pollos en el pueblo que es su forma de explicarle a Mariano que todo es posible, ‘saca la rabia, hijo, sácala’, mañana saldremos a dar un paseo para celebrarlo.

Y Mariano es un joven de 21 años, que ha entrado sin avisar en nuestra vida: una cosa muy seria como comprendí la semana pasada cuando fue campeón de España sub-23 en Salamanca. No sé por qué razón entonces recibí el mensaje de un hombre tan prudente como el entrenador Juan del Campo. “Mariano, el que ganó el 800, debe ser un tipo curioso. Hacía tiempo que no veía correr con tanta ambición, con tanta hambre. Sus ojos reflejaban hambre al entrar en la última vuelta y con eso tienes la mitad de la prueba ganada”.  Al cabo de unos minutos, fue otro entrenador de la Blume de Madrid, Antonio Serrano, quien me instaba a hablar con Mariano. No sólo eso, sino que Antonio le pidió el teléfono a Jorge González Amo para que me pusiese en contacto con él.

Así que ya se pueden ustedes imaginar que esto era una oferta irrechazable para explicar a un chaval que hace años renunció “a competir en un Campeonato de España de cross para ir a un viaje de estudios” con el instituto. Pero entonces pensaba lo que sigue pensando acerca del atletismo, “esto sólo es una diversión”, y eso que estos días tiene el teléfono invadido de ofertas por parte de gente que quiere ser su representante. Sin embargo, él no piensa contestar hasta que pase el Europeo de Glasgow. Se lo ha dicho su entrenador Gabriel Llorente, un tipo que se levanta a las cinco de la mañana para trabajar en una panadería. Pero el cansancio no perturba su pasión por el atletismo. Quizá porque esta historia, ante todo, es pasión. “No sé definirla de otra manera”, añade Mariano, un joven que despierta a la inocencia, que le hace pensar a uno que no hay prisa por que se haga mayor. “No dejaré a mi entrenador en mi vida porque él me ha hecho crecer. Y, si algún día me fuera de casa, sería con su permiso o porque él me lo aconsejaría”.

El caso es que es difícil resumir el éxito cuando viene tan rápido. Entonces a él se le ocurre pensar que las raíces del éxito pueden estar en un perro. El perro que aún vive al final de la calle, que le perseguía de niño y, como le daba miedo, le obligaba a correr para que no le mordiese. Pero también en aquel cross regional en Fuente Alamo, a siete km de casa, en el que Esparza, aquel entrenador del club, le vio correr y le dijo: “Mañana, te quiero a las diez de la mañana en la pista”. Mañana era sábado, pero a partir de entonces los sábados ya nunca volvieron a ser los mismos. Los sábados el muchacho iba a la pista, la misma pista de tierra de ahora, con la misma medición de ahora, “300 metros en forma de triángulo en los que no te puedes poner ni los clavos y debes tener mucho cuidado para no resbalar al tomar las curvas”. Sin embargo, de ahí ha salido él, un campeón de España de 800 metros, con o sin motivo, la valentía es así. “Mi padre la llama rabia”, matiza él.

La rabia es bienvenida entonces radiografiada en un joven “con unas zapatillas de 65€ compradas en el Black Friday”. Un joven que se mueve con cinco euros en el bolsillo, “los 5 que me sobran de los 30 que me dan mis padres cuando voy al fisioterapeuta”. El mismo joven al que el profesor del Grado Superior en formación deportiva, que estudia, le advirtió que “si lo haces bien en el Campeonato de España, te quito la falta del viernes”. Porque el viernes marchó en una furgoneta a Antequera pensando en dar la razón a su padre, “échale huevos, Mariano, échale huevos”; a ese padre suyo que es el mismo que siempre le pide, ‘llega cansado a la meta’ y que demuestre que el hambre hace milagros. Porque el hambre en el atletismo es importante y es, en definitiva, lo que nos hace mejores personas y lo que le recuerda a uno, a Mariano en este caso, que “pase lo que pase mañana, un plato de comida no va a faltar”. Su padre tiene una granja de pollos

Por eso nos gusta tanto el hambre. Y explicar el hambre. Y que Mariano nos hable de Gabi, su entrenador, con la locura con la que habla de él. Y que nos cuente sus historias de la niñez o de la adolescencia como cuando fue a aquel campeonato regional en San Javier. Buscaba hacer mínima en el 1.000 para el Nacional y los demás le preguntaron “¿tú qué haces aquí?” y, al momento, le dijeron que ‘vale’, que ‘bien’, pero que no molestase en la salida. Y así fue hasta los últimos 300 metros en los que Mariano se abrió y se abrió hasta que nadie pudo alcanzarlo. La prueba es que hizo la mínima, 2’45″60, que recuerda hoy, campeón de España absoluto de 800 metros, reconvertido en un ángel con alas. Qué orgullo para ese hombre pequeño y gordito de 57 años, su padre, qué pensara ese hombre, no quiero preguntarle.Y mira que Mariano, su hijo, venía diciendo durante todo el invierno que “este año tiene que pasar algo”, porque este invierno al fin consiguió terminar los entrenamientos que le ponía su entrenador.

“Hasta entonces no había manera de acabar los 3×2.000 a 6’05” o los 7×1.000 a 3’00 recuperando un minuto que me ponía Gabi. Al cuarto o al quinto, siempre me paraba porque no podía más”. Pero ya ven donde está hoy Mariano, protagonista a tiempo completo de una historia en la que ha cambiado todo y en la que no ha cambiado nada. El lunes, a las ocho y media de la mañana, el chaval ya estaba en clase. Luego, en el recreo desayunó las clásicas nueces que lleva en el bolsillo y que a veces comparte con los compañeros. “Sobre todo ahora que estoy entrenando muy poco pensando en llegar fresco a las competiciones. He pasado de los 120 kilómetros de este invierno a 40 o 50 semanales, no más”. El resultado ha sido excelente. Ha provocado frases tan excitantes como la de Gerardo Cebrián en la televisión nacional: “¡Quiero ver a este tipo en Glasgow!” Y Mariano, que lo ha escuchado, no sabe que añadir. Quizá porque ahí está la última palabra. El acuse de recibo de un triunfo como el de Antequera que hoy nos aconsejó viajar hasta su lugar de residencia. El lugar en el que empezó todo, en un pequeño pueblo de Murcia llamado Cuevas de Reyllo.

@AlfredoVaronaA 


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1 COMENTARIO

  1. Que buena historia la de Mariano García Dios quiera continúen los éxitos para el por lo pronto nosotros seguiremos pendientes de su trayectoria en el atletismo vaya donde vaya, gracias por compartirla.

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