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La fortuna de nacer en Andorra

A los 20 años, Pol Moya ya ha corrido por invitación el 800 en los JJOO de Río y va a correr ahora en el Mundial de Londres. “Yo también tenía que haber nacido en Andorra”, dice hoy Juan Ramón,  el padre, que fue un atleta destacado en su época.

El padre se lo dice al hijo. El pasado no es ninguna trampa, sino un escudo. “Sé lo que estás viviendo. Sé lo que es una cámara de llamadas. Sé lo que se siente cuando uno coge una pájara.  Sé lo que es la ansiedad del día antes, en las que uno no hace más que preguntarse qué va a pasar”. El padre es Juan Ramón Moya, un atleta de la generación del 65 que soñó  con correr el 1.500 en los Juegos Olímpicos de Barcelona. Tenía 3’42”, “pero en aquella época con esa marca no ibas a ningún sitio. Costaba aceptarlo pero era así. Había gente como Fermín Cacho, oro olímpico, Pancorbo, séptimo en aquellos Juegos, o José Luis González con un currículo que daba miedo”. Por eso hoy él, el padre, le cuenta a Pol, el hijo, que tiene suerte en una época como ésta bastante más democrática. “En la mía había un nivel que yo, con unas marcas respetables (1’49″07 en 800; 8’34″72 en 3.000 obstáculos o 28’57” en 10.000) malviví con el atletismo. Hubo momentos, incluso, en los que perdí dinero. Pero esas eran las reglas del juego a las que me enfrentaba entonces.  Supe aceptarlas. Sabía lo que había y, al menos, fui feliz”.

El hijo es Pol, un joven que a los 20 años ya ha corrido el 800 en 1’48″13. Aún lejos de la mínima que exige la IAAF de 1’45″90 para correr el Mundial de Londres. Pero como él nació en Andorra, donde su padre se trasladó a trabajar en 1992, tiene derecho a una invitación como la tuvo el verano pasado para participar en los JJOO de Río de Janeiro y quedarse a doce centésimas de su mejor marca. “A veces, pienso que yo también tendría que haber nacido en Andorra”, dice hoy el padre, descendiente de una familia de origen manchego que se trasladó a Barcelona a buscarse la vida. “Mi padre era empleado de la Seat”. Sin embargo, Pol ha vivido en otro escenario que no es el Hospitalet en el que vivió su padre, sino Andorra, la maravillosa Andorra en verano y en invierno, donde la nieve es un habitante más que tal vez empujó a Pol a jugar al hockey sobre patines.

“De niño, era muy lento corriendo. Pero en el hockey era la clásica mosca cojonera que estaba en todas partes”, relata el padre mientras el hijo le escucha como si fuese un hombre sabio. Al fondo queda el severo entreno de hoy en la pista de Andorra que parecía destinado a salir mal (100x150x200x250 metros). “Porque estábamos solos y cuando uno está solo parece que está hasta de peor humor, que está más cansado y que no va a ser capaz de terminarlo”. Máxime porque Pol está acostumbrado a entrenar en Barcelona con el grupo de entrenamiento de José Antonio Prieto desde que se marchó a la ciudad a estudiar Ingeniería Informática.  “Pero cuando viene a Andorra soy yo el que tiene que lidiar con él y una cosa es la faceta de padre y otra la de entrenador. No tienen nada que ver. No son iguales. Pero la fortuna es que él es un chico recto, muy honesto consigo mismo, que se regula como nadie. No sale ni siquiera a cenar con sus compañeros de clase. Pero es que él es así de respetuoso con el cansancio y con el entrenamiento”.

Juan Ramon y su hijo Pol en Río

En realidad, Pol tiene motivo. “Sólo lleva tres años haciendo atletismo y ya está en 1’48” en los 800 metros que, desconozco las razones, es su distancia favorita“. Pero ahí  es donde se exportan sus ilusiones sin miedo al día de mañana, ayer en Río y hoy en Londres, “donde sólo aspiramos a hacer nuestra mejor marca”. Porque casi no hay ninguna otra opción como explica Juan Ramón que ha vivido en directo los últimos siete JJOO. “El 800 es la prueba más dura de todas como demuestran las estadísticas. Sólo hay ocho atletas que se meten en la final mientras que en el 1.500 son doce y en los 3.000 obstáculos,  quince. Pero Pol dice que no se ve corriendo otra prueba que no sea ésta por más que yo le diga que aquí no hay apenas tiempo para pensar o que a veces no te quede ni un agujero por donde meterte”.


“No se puede expresar lo que siento al ver a Pol correr “

El padre, sin embargo, sabe que no se puede luchar frente a vocaciones. Cada atleta debe regentar su destino. “Mis previsiones eran que Pol fuese más lento, pero tampoco puedes frenar a la naturaleza humana”. Máxime porque el padre ya pasó por esto hasta el día que se acabó su carrera. “Entonces tuve que aceptar que perdí el tren. En mi época existía la idea de que a los 27 años uno ya era viejo”. Por eso aceptó aquella oferta de trabajo de la Federación de Andorra, hizo la mudanza y descubrió que allí el atletismo también está vivo. De hecho, 25 años después, sigue siendo su vida como reputado entrenador. “No se puede expresar lo que siento al ver a Pol correr. Máxime porque su madre también fue atleta y entre los dos comprendimos que esta es una buena manera de vivir. Puedes ganar o perder pero nosotros también sabíamos perder. Si salía mal uno no dramatizaba porque hacía lo que le gustaba”. De ahí que hoy sea la principal enseñanza que el padre transmite al hijo. “No tengas miedo ni tengas prisa”.

El hijo entonces se mantiene en pie. “Su único problema es que apura al máximo. Si quedas con él a las doce llega a las doce, ni a menos cinco ni a menos dos ni a menos uno, a las doce”, insiste el padre. “Pero es un chaval con una idea clara de la vida lo que más o menos lo facilita todo. La prioridad son sus estudios y hasta junio, cuando termina el curso, no se centra totalmente en el atletismo. Pero entonces sube el volumen y si hay que subir a Font Romeu, donde a veces coincidimos con Mo Farah, subimos”. Pero esa es la magia de esta historia, la libertad de una invitación o de una ilusión que no miente como este Mundial de Londres en el que él,  Pol Moya, podría volver a fotografiarse con Usain Bolt. Una foto de status, innovadora en la vida de un joven de 20 años que ya llegó hasta donde jamás llegó su padre y que apunta un nuevo objetivo a la vista. Su vida no está hecha para conformarse con lo que hay.  “Nuestro reto es llegar a los JJOO de Tokio con la mínima internacional sin necesidad de invitación”, explica el padre, Juan Ramón Moya, símbolo de una ambición muy realista, como ya lo era en los noventa, aquellos años irrepetibles en los que entendimos que el triunfo no lo es todo.

@AlfredoVaronaA 


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3 COMENTARIOS

  1. Esto de haber nacido en Andorra no es cierto , muchos deportistas aunque ganen y estén en el ranking mundial no sufren esta suerte
    Ni tan solo se les da beca deportiva directa ( aunque estén destacando en su deporte sea el que sea )
    Felicito a Pol por tener la fortuna de poder hacer realidad su sueño de estar en unos Juegos
    Pero no se equivoquen ( no todos los Andorranos corren esa suerte )

  2. Esto de haber nacido en el andorra depende del deporte y del “enxufe” que tengas.. Con todo el respeto a Pol hay atletas con mucha mas proyeccion que el en ptras modalidades y no reciben no estas ayudas ni invitaciones a juegos olympicos.

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