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La felicidad de enseñar

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José Antonio Redolat, el coach de run-healthy.com, traslada la diferencia de lo que separa a un atleta de élite del aficionado. El pasado habla por él y el presente pone de ejemplo su mensaje. “No se trata de correr un año, sino toda la vida”.  

Tenía clase. Tenía algo. Seguramente radiografiaba al mediofondista soñado: 1,81 y 66 kilos. Todavía recuerdo la voz de su entrenador, Andrés Mayordomo, cuando el atleta hizo 3’35” al borde de la anemia. “Ha logrado esa marca con 38 de hematocrito”. De ahí que hoy también sea un día justo para regresar quince o veinte años atrás. Quizás hasta esa pista de ceniza en los Jesuitas de Valencia, cuya fotografía parecía entonces en las antípodas del alto rendimiento. Sin embargo, desde ahí José Antonio Redolat sería capaz de llegar hasta 3’31” en 1.500 o a ser campeón de Europa de la distancia. Es más, fue una tarde de invierno en Gante (Bélgica) destinada a ponerse de ejemplo para toda la vida. Por eso ni queremos ni podemos olvidarla, inseparable de la voz de Gregorio Parra en TVE, de esa última recta y de esos labios de Redolat, digna de la mejor fotografía del mundo. La locura retratada en sus brazos en alto y que todavía uno, 17 años después, no sabe explicar sin que le hierva parte de la sangre, disculpen la nostalgia.

También podría regresar a los 180 kilómetros semanales, “con cargas tan fuertes” que entonces hacía José Antonio Redolat. Podría regresar, incluso, a toda esa gente que se dedicaba a ayudarle a él y sólo a él en aquellas tardes de series. Hasta podría revivir el viaje a los JJOO de Sidney o resumir la vida en una carrera de 1.500 que entonces era puro caviar. Todavía hoy admitimos la locura de contarlo, la necesidad de recordar a Reyes Estévez, a Higuero y, sobre todo, a El Guerrouj, que gobernaba esa distancia y que un día dejó temblando a Recadero Agulló, a ese hombre sin el que no se puede explicar el atletismo en Valencia. Porque, de repente, llegó ese día en el que El Guerrouj le preguntó a él, Recaredo Agulló,  juraría que en el hall de un hotel extranjero:  “¿Sabe usted quién es Redolat?” En realidad, no podía existir una pregunta más orgullosa en aquel momento.


 “El objetivo no es correr un año”, dice, “es poder correr toda la vida”

Así que hoy no dudo que si podemos recordar también podemos soñar. Y para explicarlo ahora figura José Antonio Redolat. Un hombre de 41 años, a pie de pista, alejado él, su figura y sus tendones de Aquiles del atleta que llegó a hacer 3’31″48 en Roma. Pero eso fue ayer cuando no era el entrenador que es hoy, el hombre que construye sueños. El mismo que abre las puertas a un futuro que tal vez sea tú futuro. “El objetivo no es correr un año”, dice, “es poder correr toda la vida”. De ahí que, antes de volver a escribir de él, puse los pies en la tierra.  Decidí poner freno a la memoria y me documenté lo suficiente para escribir esto lo mejor posible. En el viaje puede que hasta me enamorase de su paciencia, del coach, retratada en su página web de entrenamiento de maratón, donde uno sale convencido de que se puede bajar de tres horas sin perder la salud; de que “no hay que correr siempre fuerte” o de que entrenar no significa acabar con los tendones de Aquiles tan machacados como acabó Redolat: ya no estamos en los Jesuitas.

Pero eso no significa que no podamos mejorar ni que las calles de Valencia no se enorgullezcan de nosotros. Sólo recordar que lo harán con mejor humor si somos capaces de mejorar nuestro rendimiento y minimizar los riesgos de lesión. Si somos capaces de explicar el 1.500 del Europeo de Gante para diferenciarlo de nosotros. Y no creo que sea cosa mía, sino la fuerza de la razón, la que le empuja a uno a progresar sin hacerse daño como se explica hoy en el lenguaje del entrenador, en el que no se habla de un marcaje al hombre ni de jugar la final de la Copa del Mundo, “sino de correr toda la vida”.  Un alegato que esta vez representa sin miedo José Antonio Redolat, la suprema diferencia entre ayer a hoy. El mediofondista de 24 o 25 años, que desafiaba a El Guerrouj, frente al entrenador de hoy. El hombre de 41 que un día dejó de correr y descubrió algo igual de impactante: enseñarnos a correr a los demás, la felicidad de enseñar, en realidad.

@AlfredoVaronaA 


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