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La dura historia de Marc Alcalá: de la Diamond de Mónaco a pasear al perro

Engordó 10 kilos este invierno tras una hemorragia de lesiones. Pero esto no se ha acabado y el atleta, que llegó a correr el 1.500 en 3’35”, hoy ya se prepara para volver a la guerra. “He vuelto a correr sin dolor”, dice a los 24 años. 

12 de julio. Justo hoy es la Diamond League de Mónaco y Marc Alcalá está paseando al perro por las calles de Gavá.

La Diamond League de Mónaco, la Meca del 1.500.

Allí corrió él hace dos años y consiguió la mejor marca de su vida: 3’35″85. Acabó y no le dieron nada. Quizás las gracias por intentarlo. Fue penúltimo, pero probablemente en ese momento no había en el mundo nadie más feliz que él. Y la felicidad nunca será un accidente. “He hecho la carrera perfecta”, le decía luego a su padre, el hombre que le metió el veneno del atletismo, el mismo hombre que lleva trabajando de calderero casi toda su vida.

Qué alegría y en ese momento parecía que la alegría no iba a caducar nunca, pero hablamos de la vida, que es lo más parecido a una noria.

Hoy, Marc Alcalá tiene 24 años y claro que se acuerda de ese día en Mónaco, cómo le gustaría volver a Mónaco, retroceder en el tiempo y borrar de la cabeza este último año en el que ha hilvanado una lesión tras otra como si fuesen las fichas del Dominó: osteopatía de pubis, fractura en el sacro, síndrome compartimental en los dos gemelos…, imposible decir ‘no pasa nada’. No se puede ser feliz así.

Y la infelicidad también tiene un precio. Marc se dio realmente cuenta después de las Navidades. Había engordado diez kilos. La báscula fue como la sentencia de un tribunal: 78, pesaba 78 kilos. “Pero desde los Juegos del Mediterráneo de Tarragona en el verano pasado casi nunca pude volver a entrenar”.

Y casi nunca fue casi nunca.

“Cuando no era una cosa era otra. Y yo no sabía cómo manejarme en esta situación porque era un atleta que nunca había estado lesionado. Y no podía imaginar que fuese a pasarme a mí”, explica.

Pero seguimos hablando de la vida. Y hoy estamos en Gavá. Y da la impresión de que hasta su propio perro, tan pacífico él, escucha a Marc Alcalá. Pero es que ese perro también ha formado parte de su terapia de recuperación, de esos días en los  que su dueño se iba a la piscina y de esas tardes en las que no tenía cuerpo para echarse la siesta: no estaba lo suficientemente cansado.

Y, aunque parezca mentira, no hay cosa que más eche de menos un atleta que acostarse cansado. Porque esa es parte de su trabajo como vuelve a sentir ahora Marca Alcalá, que lleva semanas entrenando todos los días.  “Incluso, doblo martes, jueves y algún sábado y no hay problema”. De hecho, hoy madrugó para entrenar, y le fue bien, y por la noche verá, junto a su padre, por televisión la Diamond de Mónaco.

Y volverá a soñar, como en el verano de 2017.  

Tenía entonces 22 años y, como en las películas, todo fue tan rápido que no dio tiempo ni a pasar por la sala de reuniones. Le avisaron con dos días de antelación de que había una plaza libre para correr en Mónaco donde tantas veces no hubo sitio siquiera para atletas con 3’32” en 1.500. “Saqué el billete de avión deprisa”, recuerda. “Tuve la suerte de que una fisio que había trabajado en la Federación, Beatriz Jiménez, vivía allí y, aunque esa semana ella no estaba, le había dejado las llaves de su casa y de su coche al portero de la finca”.

El portero se las entregó a Marc, que a la noche iba a correr con los mejores del mundo en el estadio Louis II. El ganador iba a ser el keniata Elijah Manangoi, con 3’28”, pero para nosotros lo realmente importante fue que un atleta nuestro de 22 años hizo marca personal: Marc Alcalá.

El mismo atleta que dos años antes, en el Europeo sub-23 de Tallín, se había proclamado campeón continental de la categoría. Tenía solo 20 años.Teníamos forzosamente que enamorarnos de él y a él le abrió las puertas de Nike: el futuro abría las puertas del paraíso, queríamos creer.

No sabíamos entonces que algún día llegaría el invierno de 2019 duro como una piedra, gobernado por sus lesiones, que le trasladaron a un mundo indeseable. Es más, Marc ha comprobado que “en el atletismo, si no estás bien, la gente se olvida rápido de ti”. Pero tampoco le extrañó, porque su padre y él hablaban a menudo del caso de Jordi Torrents. “Desde que se lesionó parece que no existe y mira que era un atleta del que hasta entonces hablaba todo el mundo”.

Pero son las leyes del olvido, a veces parecidas a las de la vida, en las que una sola llamada de teléfono puede hacer milagros “como todas esas llamadas que me ha hecho Jorge González Amo, el responsable de mediofondo de la Federación, y que en momentos así, en los que no ves el final, se agradecen tanto, porque te ayudan a entender que esto sigue, que esto no se ha acabado y que tarde o temprano vas a salir de ésta”.

Y es verdad. Hoy ha salido adelante.

Y se nota en la báscula, que ya no aguanta esos 78 kilos de este último invierno “en el que no se trata de que comiese mucho. No, no, para nada. Pero es que cuando dejo de correr engordo, porque tengo facilidad para engordar y el cuerpo no quema lo que consume. Y lo único que podía hacer era nadar. Y en la piscina no es el hábitat de un atleta”.

Pero por suerte eso ya pasó. Y hoy hablamos de un atleta destinado a recuperar el tiempo perdido: ya sólo está un kilo por encima respecto a su época. Y todo eso nos licencia para hablar del futuro, para hablar de “los Juegos de Tokio” y para recordar que en los de Río se quedó “tan cerca”.

Pero, sobre todo, lo importante es volver. Y volver a intentarlo, porque Marc Alcalá había diseñado su vida para triunfar, para ser atleta de élite las 24 horas del día, para intentarlo con todas las de la ley. De hecho, decidió dedicarse exclusivamente a esto. “Algún día prepararé las oposiciones a policía, pero entendí que por ahora ese momento podía esperar”.

Por eso hoy estamos felices. Porque hemos vuelto a encender la luz. Y porque no se nos ocurre otra cosa mejor  que encender la luz al entrar en un cuarto oscuro. Al fondo queda lo aprendido este invierno “en el que no me volverá a pasar lo que me ha pasado si vuelvo a lesionarme: no me abandonaré. Haré más trabajo de piernas, haré otras cosas… No me limitaré a la piscina y al fisio. Pero esta vez era un mundo el de la lesión tan desconocido para mí y, sí, es verdad que yo me lo veía en la cara y me lo notaba en la cintura, pero…”

 El caso es que eso ya es pasado, que ahora nos toca volver a escribir lo bueno. Marc Alcalá ha vuelto a correr sin dolor. Y nos incita a desafiar el futuro. Y a pensar en el próximo 12 de julio cuando vuelva la Diamond de Mónaco, que será un mes antes de los Juegos Olímpicos de Tokio. Y entonces Marc Alcalá tendrá 25 años. Y será demasiado joven como para no seguir soñando por las calles de Gavá. Él y su perro.

@AlfredoVaronaA 


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