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La destronada Sandra Myers, 32 años después

Aprobó una oposición con 59 años. Es profesora de musicología en Pamplona. Sueña con competir en veteranos, se alegra de que Maribel Pérez haya tumbado su récord de 60 metros y cree que el atletismo no ha cambiado tanto en estos 32 años. “No puede cambiar”, dice.

-Ya era hora -explica Sandra Myers, a los 61 años, desde Pamplona, donde es profesora de musicología en el Conservatorio Superior de Música.

-¿Y se alegra? -le pregunto.

-Claro, hombre -contesta-.

Hace 32 años, el 13 de marzo de 1990, Sandra Myers hizo 7’23” en 60 metros lisos en pista cubierta en el antiguo Palacio de los Deportes de Madrid.

El tiempo se convirtió en su mejor abogado defensor.

Su marca ha sido récord de España hasta que el domingo Maribel Pérez, por fin, tiró la puerta abajo en Antequera: 7.21

-Ya era hora.

Y Sandra Myers insiste en que se alegra, “porque Maribel ya lo había rozado varias veces y, tarde o temprano, tenía que caer. ¿Qué sentido tiene que los récords se perpetúen?”

32 años después, Sandra Myers es una mujer distinta.

Una mujer que ha vivido varias vidas, que ha tenido tres hijas, que ha participado en política, que hasta ha tenido una academia de inglés y que ahora entrena a su aire:

-Hago mis pesas en casa y mis series en el parque.

Y no deja de imaginar que algún día competirá “en categoría de veteranos”: el veneno, la vocación, sea lo que quiera ser que no desaparece nunca.

De hecho, iba en esa dirección cuando llegó a Pamplona y empezó a ir a la pista de Larrabide y empezó a dejarse guiar por Goya: su antigua compañera Gregoria Ferrer, Goya, una de las mujeres con las que batió el récord de España de 4×400.

-Pero el confinamiento me paró en seco.

-Y ahora hago lo que puedo -añade.

-Pero te aseguro que, si mi cuerpo me respetase, si mis tendones de Aquiles aguantasen, volvería a competir y, quién sabe, creo que volvería a ser una buena competidora.

Siempre lo fue Sandra Myers: la española de Kansas, la misma mujer que nunca consintió que los nervios le hiciesen la vida imposible, “y me ponía nerviosa como todas”.

La mujer que en estos 32 años no ha dejado de ser la mujer que el periodista Santiago Segurola definió así en ‘El País’:

-De todas las condiciones, que la definen como atleta, ninguna mejor que su capacidad para el combate.

Y digo esto porque hace dos años, a los 59, a una edad en las que amigas suyas ya se han jubilado o amenazan con jubilarse, Sandra Myers aprobó una oposición.

-Llevaban 25 0 30 años sin sacar esa plaza.

Y, sin miedo al destino, ella, que arrastraba 18 años en la docencia como profesora interina, defendió que a su edad aún no se la había pasado el arroz.

Y aprobó.

Y se fue a vivir a Pamplona, donde explica que hay cosas que cambian a menos velocidad que el tiempo.

-Por ejemplo, el atletismo -dice.

-¿El atletismo?

-Las cosas no han cambiado tanto porque no pueden cambiar -razona-, porque se sigue entrenando en los mismos sitios, en la pista, en el gimnasio, y todo depende de la dedicación, de la calidad de las horas que le dediques porque en la velocidad no hace falta dedicar tantas horas. Al menos, yo no le dedicaba tantas horas.

-Hacía lo justo y necesario. No más porque no hacía falta más: esto no es maratón ni es una prueba técnica como los saltos. La velocidad es otra cosa. Con tener una buena musculatura, una sala de pesas y una buena aplicación para correr vale.

Maribel Pérez no había nacido el 13 de marzo de 1990.

Sandra Myers entonces era como un volcán a punto de estallar que, al año siguiente, iba a ser medallista en el Mundial de Tokio al superar en los últimos 30 metros a la soviética Olga Brizgina, que había sido oro olímpico en Seúl 88.

-Me gustaría conocer a Maribel -dice ahora- y lo primero que le diría es que con la marca que ha hecho puede ser competitiva en una final europea e, incluso, mejorar esa marca.

-¿Y a nivel mundial?

-A nivel mundial, es que hay tanto talento, depende del Mundial.

Pero, si hay que buscar ejemplos que motiven, la historia de Sandra Myers es un domicilio incomparable.

-Mi prueba favorita siempre fue el salto de longitud. De hecho, era lo que hacía hasta que me fui a estudiar a la Universidad de UCLA y mi entrenador me convenció para probar en los 400 metros vallas.

-Después, descubrí que los 400 metros eran incompatibles con el salto de longitud -añade.

Y no tuvo miedo a decidirse.

Y siendo como era ella, “puro nervio”, llegó hasta el podio de un Mundial porque, en el día clave, en el día más importante de su carrera, Sandra desafió al cansancio.

Y entonces se fue a por Brizgina en la final de un Mundial.

Y la superó.

Y luego subió al podio junto a María José Perec, oro; Grit Breuer, plata y Sandra Myers, bronce con 49’78.

Sandra, que se había nacionalizado española porque el destino a veces es como un regalo de cumpleaños.

Vino de vacaciones a Madrid y aquí se casó y aquí empezó el resto de su vida.

Y, desde entonces, hay tanto por celebrar.

-Un día fui por curiosidad a la pista de Vallehermoso.

Y allí iba a cambiar su vida:

-Después de la Universidad, me lesioné y me encontré sin ningún apoyo en EEUU. No tenía adónde ir y pensé que el atletismo ya se había acabado para mí.

Pero se equivocó.

Sandra Myers duró en el atletismo hasta los 36 años.

Y no siempre fue como en Tokio porque en la vida las decepciones se dan de puñetazos con el éxito. Pero el balance fue prodigioso, quién nos lo iba a decir, quien nos iba a decir que, 32 años después, el nombre de Sandra Myers iba a regresar a nuestras vidas como si nos fuésemos de vacaciones a Little River (Kansas).

Y una niña, que el 13 de marzo de 1990 aún no había nacido, es la responsable de que hoy uno amaneciese diciendo:

-Voy a llamar a Sandra Myers a ver qué cuenta.


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