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La Delgada Línea Azul

Cuando decides dar el salto y atacar la distancia madre, el maratón, son muchas las semanas de entrenos, dudas, a veces lesiones, esfuerzo, constancia, disciplina, renuncia a planes por entrenar, sacrificios gastronómicos etc. Entrenar un maratón a veces supone incluso que nuestros seres queridos estén al borde de incluirnos en los listados de personas desaparecidas.

Las semanas van pasando y vamos contando los días que faltan para la gran cita. Pensando si vamos bien de kilómetros o vamos justos, si la lesión que nos atemoriza hará acto de presencia o nos dará una tregua el día M; si hará calor y nos asaremos a l’ast, tendremos que sacar la Zodiac o la batamanta. Miles de dudas nos asaltan y poco a poco nos vamos transformando en pequeños Dr. Jekylls y Mr. Hydes del Maratón. Quiero que llegue el día pero no quiero que llegue el día. Y así, cada día.

Según se aproxima la fecha, el no quiero que llegue el día empieza a decantar la balanza. Hasta ese momento, especialmente tras la última tirada larga de rigor tres semanas antes del gran evento, entrenamos relativamente confiados pensando que aún nos queda mucho tiempo y mantenemos los nervios a raya. Pero tras la susodicha tirada, las cosas empiezan a cambiar. Le empezamos a ver las orejas al lobo y empiezan a aparecer las dudas, miedos y temores. Los días previos al maratón todos nos sentimos cual bailarinas pensando en cada momento que nos vamos, o cualquier cosa nos va a romper.

Pero llega un día, justo en la recta final, en el que te levantas por la mañana y al salir a la calle, la visión de una línea azul brillante y nueva le da una nueva perspectiva a todo. Es el auténtico disparo de salida. Es el anuncio oficial de que el maratón ya está aquí. Y ahora sí que sí, no queda nada.

La delgada línea azul ha venido a despertarnos de golpe y recordarnos que la suerte ya está echada. Es delgada y fina, como la separación, en palabras del mister Jose Castilla, entre ‘el angelito y el demonio que se colocarán en nuestros hombros y nos acompañaran durante toda la carrera’. La luz y el lado oscuro. La sonrisa en la boca o el hombre del mazo.

Hoy la he visto por primera vez, y en primera instancia ha sido susto, inseguridad, miedo, nerviosismo. Nerviosismo que, según he avanzado mirándola, ha ido cambiando de bando. El nerviosismo de ‘no sé qué va a ser de mí’ (esto imagino sólo aplica a aquellos que estamos con la libertad condicional o recién salidos de la prisión de la lesión), se ha transformado en nerviosismo ilusionado de ‘que ganas, hay que disfrutar el domingo al máximo’.

Pues sí amigos, ya me he pasado al bando del quiero que llegue el domingo en cuestión de minutos. Quiero seguir esta línea y quiero seguirla desde el principio hasta el final. Y ahora mismo ya me muero de las ganas y voy a estar toda la semana esperándola como la niña que espera a los Reyes Magos. Aunque como todos, estaré pendiente del más mínimo sonido interior, ya no voy a pensar más en la carrera. Ni en ritmos ni en si la lesión contraataca ni en nada que no sea salir a pasármelo lo mejor posible.

Alea Jacta Est

Y a vosotros, ¿también os saca la sonrisa boba la línea azul?

@planteamon–  https://ultimocajon.com/


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6 COMENTARIOS

  1. Para mí es tomar conciencia de que ya no hay vuelta atrás, de que hay echar el freno y apechugar con lo aprendido (o desaprendido). Ahí nos veremos!

  2. Hay otra línea que incluso asusta más en los días previos al maratón, esta es de color rojo y la enseñan los meteorólogos. Si va acompañada de sol y tiene tendencia hacia arriba, da auténtico pánico, terror….

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