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La campeona de Europa que se independizó a los 15 años: "Tenia que hacerme la compra y lavarme la ropa"

Su historia es un ejemplo para los adolescentes. Hoy, a los 23 años, es campeona de Europa de 20 km marcha. Un ejemplo de una atleta que se lo deja todo en la carretera y que en la vida real adora a sus padres. “Yo recuerdo con cinco años que mi madre me decía, “de aquí no sale una de casa si no se hace la cama”

Se llama María Pérez. Tiene 23 años, es campeona de Europa de 20 km marcha y habla bien, francamente bien. Sentarse y escucharla es una distinción que procede de la mujer que hoy estudia Magisterio o de la niña que se independizó de casa a los 15 años. Marchó a vivir a un piso compartido, donde descubrió el camino. Tenía que lavarse la ropa, hacerse la comida y comprar barato en el supermercado. Hija de un obrero y de una mujer, que trabajaba en una carnicería, María es, por encima de todo, una virtud que aprendió que su principal victoria será su forma de ser. Hoy se lo deja todo en la carretera y mañana lo contará a los niños en las aulas. También contará días como los de hoy, en los que Raúl Chapado, el presidente de la Federación, la definió como “una leyenda” porque la vio sufrir como no está escrito en la Copa de Europa de Lituania: tomar medicamentos en el avituallamiento, llegar a meta como sólo llegan los héroes. “Me lo dejé todo allí”, recuerda hoy ella, aun en vías de recuperación.

Pregunta. Fue una pena, María. 

Respuesta. No, ya pasó y no. No fue una pena. Al final, de todo se aprende. No todos los días antes de una competición tienes que tomar un Ibuprofeno porque te levantas con fiebre, porque te duele el estómago o porque no te encuentras bien. Pero, al final, aprendes que de los momentos duros se sale. Me vale para recordar que no somos máquinas, que los problemas existen. No piensas que te vayan a ocurrir a tí, pero…

P. ¿Entonces le interesan los problemas?

R. No lo sé, pero lo que pretendo decir es que un  problema de estómago no te pide permiso, una bajada de defensas no te avisa…, porque eso no se programa en ningún sitio…, pero nos movemos a unos límites, está una tan delgada, afina hasta tal extremo que por mucho que te cuides no puedes evitar que mañana venga un virus como me ha pasado y que no sea fácil de recuperar… Pero era lo que decía antes. Al final, de todo se aprende, y eso sí me interesa: aprender. 

P. Nos endurece aprender.

R. Creo que sí. Me he criado de esa manera. Soy fiel a lo que viví en casa. Mi padre era peón de obra y mi madre trabajaba en una carnicería y con once años yo ya me quedaba sola en casa, calentaba la comida o le hacía el bocadillo a mi hermano…, de esas cosas que se hacen en los pueblos…

P. ¿Los pueblos le hacen a una diferente? 

R. No tiene por qué. En la ciudad también te puede pasar. Pero, sobre todo, depende de la forma en que tus padres te educan. Yo recuerdo con cinco años que mi madre me decía, “de aquí no sale una de casa si no se hace la cama”, y nunca he concebido que nadie me haga la cama…, y, claro, supongo que esas cosas te marcan y que no puedes renunciar a ellas porque, además, te convencen: dices ‘yo soy así’, pero es porque te gusta ser así. 

P. Pues eso es lo importante. 

R. Mire, a los 15 años me fui de casa, a vivir a Guadix y mis padres no me dijeron que ‘no’ porque sabían que era lo que yo quería. Pero a esa edad me vi yo sola en un piso compartido en el que se pasaban malos momentos y estaba yo sola. Pero tenías que acostumbrarte. Tenías que acostumbrarte a eso, a lavar la ropa, a poner la secadora, a ir al supermercado a hacer la compra y hasta a mirar los precios porque tenías el dinero justo. Sólo tenía lo que me daban mis padres y en aquella época, en plena crisis, mi padre se quedó en paro porque bajó tanto la construcción…

P. ¿Fue como si usted con 15 años también se quedase en paro? 

R. Me sirvió para entender que no podía pedir a mis padres lo que no tenían. 

P. ¿Hoy le sobra a usted el dinero?

R. No, no me sobra ni mucho menos. Pero sí es verdad que el tiempo me ha dejado margen para ahorrar, y si mis padres me piden ayuda puedo dársela. Puedo dejarles dinero y devolverles lo que han hecho por mí, porque, además, lo veo como un deber, qué menos puedo hacer por ellos. Mi padre ahora trabaja en el campo y mi madre tiene problemas de salud… Pero, como yo siempre digo, me tienen a mí y en lo que pueda siempre voy a ayudar.

P.  Qué grande esto. 

R. Mi forma de ser es producto de como me han criado y no me educaron mal. Creo que mi familia no lo pudo hacer mejor. No importa que tuviéramos lo justo para vivir porque a veces eso es positivo. A mí, por ejemplo, me permitió pasar muchos ratos con mi abuela y aprender a cocinar a su lado, porque nunca fui a una guardería;  ir a un colegio público y conocer las virtudes de lo público, no sé, son muchas cosas. 

P. ¿Sigue usted estudiando?

R. Sí, estudio Magisterio Infantil en la UCAM. Algún día seré mayor, y ese día quiero  transmitir a los niños los valores que estoy aprendiendo del deporte, demostrarles que se puede dar todo en carrera y ser feliz. He aprendido que ese más fácil explicar a los niños las cosas poniendo de ejemplo el deporte: yo misma soy una prueba. El deporte ha afianzado mis valores. Me ha hecho muy feliz. 

P. ¿Una derrota también le hace feliz?

R. No, una derrota no. Eso no. Pero si siento que he competido bien, aunque el resultado no sea bueno, entonces sí soy feliz, porque, para mí, tener un mal día no significa rendirse. Quizá sería lo más fácil. Luego, siempre puedes explicar que todos tenemos un mal día. Pero si me rindo entonces no sería feliz. No sería justo con todo lo que mi familia ha hecho por mí. 

P. Nos abre los ojos usted.

R. Sólo estoy explicando mi forma de ser. En mi casa a veces podía no haber regalos, pero nunca faltaba cariño ni una mirada que te alegrase la vida. De niña aprendí que el cariño es mejor que los regalos. Nos íbamos a comer en familia y lo pasábamos maravillosamente: descubrí que no hace falta tenerlo todo y que puede ser mejor no tenerlo. 

P. Sin embargo, vivimos en un mundo cada vez más materialista.

R. Usted verá. Pero por el hecho de tener más dinero no significa que se viva mejor.  A veces, me pongo en la piel de los futbolistas, que de alguna manera tienen que vivir en una burbuja. La misma sociedad les obliga a ello. Entonces me pregunto: ‘María, ¿tú serías capaz de vivir en una burbuja?’ No sé responder que sí.

P. ¿Se considera usted un ejemplo? 

R.  No, no, para nada. Yo tengo mis ejemplos, pero eso no significa que yo sea un ejemplo. Pero otra otra es que luche por mí y por la gente que está pendiente de mí, porque hay gente que se emociona viéndome luchar, y eso me da fuerzas. Me recuerda que el día de mañana la gente no te va a querer por ser campeona de Europa, sino por tu forma de ser. Por eso cuido tanto las cosas: me resulta imposible retirarme en una carrera por mucho que a veces sea el camino más fácil… Puede que haya un niño que me este viendo y piense: ‘si ella se retira, yo también me retiro’. 

P. La cosa es luchar. 

R. Sí, para mí, sí.

P. Trabaja usted en la soledad. ¿Cómo es la soledad?

R. Es lo que he hecho siempre. Me gusta su compañía, me gusta el silencio y no me gusta el ruido. Es más, creo que el ruido mediático me impediría entrenar las 24 horas del día. A veces, me molesta que sólo cuando saco un buen resultado los periodistas se acuerden de mí. Pero entonces recuerdo que de mi padre, que hace un trabajo igual o más duro en el campo, no se acuerdan nunca. Por lo tanto, no es justo que me queje. No lo voy a hacer. 

María Pérez, entrando a meta en Berlín
El 11 de agosto de 2018, a los 22 años, gana su primera gran campeonato internacional, proclamándose campeona de Europa en Berlín y batiendo, además, el récord de España de los 20 km marcha con una marca de 1:26:36.2​

P. Prefiero hablar con la gente que no se queja con lo que tiene. 

R. Yo soy feliz. Otros tienen menos que yo. Me gusta mi forma de vida, me gusta donde vivo y me importa aprovechar el tiempo, porque cuando te marchas, cuando estás tres o cuatro meses fuera de casa, vuelves y te das cuenta de que el tiempo pasa volando. Los niños han crecido, las personas mayores se hacen un poco más mayores…, y entonces piensas qué afortunada soy de tener salud. Sin ir más lejos, a mi madre la operaron hace poco de tiroides, tiene un problema en las caderas y….

P. El tiempo no se para ante nadie. 

R. Quizá por eso me gusta tanto la competición. Me pasaría toda mi vida compitiendo. No imagino la vida sin esa presión, sin esa seriedad que te da la competición. Quizá porque entonces regresa la niña de quince años que llevo dentro: la que se acostumbro a vivir con lo que tenía, que es justo lo que me pasa en competición. No puedes malgastar nada ni una fuerza ni una mirada, nada, porque la competición es como la vida. Mañana te puede hacer falta. 

@AlfredoVaronaA 


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