Kenenisa Bekele: la última fotografía está por llegar

No lo puedo evitar. Nunca seré imparcial con un atleta que se resiste a decir adiós y a dar la razón a los que dicen que su época ya pasó. Ahora, que viene el maratón de Berlín, sigo creyendo en un atleta genial. 

Hace dos años un periodista le hizo una pregunta a Bekele que es ley de vida.

-No sé cuándo acabará – respondió él.

– ¿A los 40? – insistió el periodista.

– Los 40 son mañana -rebatió Kenenisa Bekele como queriendo decir qué no, qué dices, no vayas tan rápido, que esto todavía me pertenece.

Pero mañana se acerca como si no hubiese mañana.

El pasado 13 de junio Bekele cumplió 39 años.

Y te acuerdas entonces de que tú ya lo viste ganar en los JJOO de Atenas 2004 en aquella final de 10.000 en la que empezaba a acabarse Gebresselassie, quinto clasificado.

Y te acuerdas también que en la primera década de este siglo Bekele era Dios: no había manera frente a él.

Su ambición era como una cámara de fotografías que pisaba todos los terrenos e iba por todo el mundo.

Y te lamentas: te lamentas de cómo ha pasado el tiempo, joder.

Pero es que el tiempo siempre hace su trabajo.

Y las lesiones  eligieron como uno de sus prisioneros favoritos a Kenenisa Bekele.

Y ya nada es como fue, claro.

Ahora hay más días grises y muchísimas menos oportunidades.

Y este verano entendimos qué Bekele ya nunca será campeón olímpico de maratón.

Y nos hubiese gustado.

Pero si es que es normal.

¿O no te acuerdas de los JJOO de Pekín 2008 cuando Bekele ganó el oro en 10.000 y en 5.000 y Kipchoge no pudo hacer nada?

Yo sí me acuerdo y desde entonces nunca seré imparcial frente a su recuerdo.

Puede que a él no le haga falta que le admire pero yo lo prefiero así.

Soy uno más de su corte de admiradores que estará atento el domingo, 26 de septiembre, y que espera que la suerte cambie de bando.

Bekele correrá el maratón de Berlín.

Hace dos años se quedó en este mismo escenario a 2 segundos del récord del mundo (2h01m41seg).

Bekele ahora está en tiempo de descuento pero su currículum es experto en seguridad.

Bekele se niega a entregarse por más herederos que surjan a sus espaldas o por más que su fecha de nacimiento parezca pasada de moda para esta época.

En la última estación de su carrera, todavía es capaz de sujetar la ambición con una sola mano.

Mientras tanto, mi deber es explicar que no podemos ser imparciales con él, que todos recordamos la primera vez que le vimos correr y que nunca imaginamos que casi 20 años después seguiríamos escribiendo de él: Kenenisa Bekele.

Aún es pronto para hacer lista de bodas con los recuerdos o para cerrar el álbum de fotos, porque la última fotografía está por llegar y quién sabe hasta donde llegará esa fotografía.

Entre los tipos enigmáticos, Bekele pertenece a la clase más alta del ejército.

De lo contrario, sería imposible explicar tanto tiempo.

No conocemos el color de su dentadura porque Bekele nunca regaló una sonrisa a nadie.

Ni siquiera en lo más alto del podio.

Fue muy profesional todo, demasiado perfecto.

Gobernó en su época de manera casi exagerada.

Admitió el relevo de un atleta que hasta entonces nos parecía imposible como Gebresselassie.

Pero todo eso Bekele lo aceptó con una seriedad infinita que hoy forma parte de su prestigio.

Las redes sociales llegaron tarde para captarlo todo.

Pero ese es el valor de Kenenisa Bekele que tantos años despues aún se mantiene como si, en vez de un atleta, fuese un cantante.