Gino Bartali es historia. Historia de aquella que vale la pena ser recordada. De aquellas que trascienden del ámbito deportivo para brillar aún más en la faceta humana y personal.
Nacido en 1914 en un pequeño pueblo de la Toscana, referente del ciclismo italiano y mundial durante muchos años, Bartali es considerado uno de los mejores ciclistas de todos los tiempos. Sin embargo, lo que pocos aficionados a este deporte saben es que Bartali pasó a la historia por algo más que por ser un gran ciclista.
Sus inicios no fueron nada fáciles, hijo de familia campesina y humilde tuvo que superar muchas trabas en su camino. En la primera Milán-Sanremo que corrió se llevó el primer varapalo. Bartali iba rodando escapado y directo a la victoria cuando fue interceptado por un periodista que tenía órdenes de evitar que alguien desconocido hasta entonces ganara una prueba tan prestigiosa y de tanto nivel.
Sin embargo pronto pasó a ser un referente, y en su segundo Giro de Italia, en 1936 ya logró alzarse con la maglia rosa final. Había nacido Il Ginettaccio, había nacido una leyenda. Una leyenda que empezó a forjarse cuando todos le pidieron que dedicara el triunfo a Mussolini y Bartali ante la sorpresa de todo el mundo y en un gesto de rebeldía prácticamente inédito hasta la fecha se negó a hacerlo.
Fue con la llegada de la Segunda Guerra Mundial cuando se empezó a construir el personaje que ha llegado hasta nuestros tiempos. Durante ese duro e incierto periodo de tiempo un joven Bartali cargado de valor y coraje comenzó con sus viajes secretos. En ellos transportaba documentos y cartas falsificadas para salvar y ayudar a escapar a centenares de judíos, especialmente niños, de ser trasladados a campos de concentración. Bartali hacía valer su condición de ciclista popular y conocido para saltarse los controles y evitar cualquier sospecha, alegando que estaba entrenando para volver a la élite mundial. El tubo de la bicicleta era el sitio perfecto para esconder toda esa documentación. Con sus actos se calcula que Bartali llego a evitar que unos 800 judíos afincados en Italia cayeran a manos de los nazis.
En lo deportivo Bartali además nos dejó junto a Fausto Coppi uno de los mayores duelos de la historia del ciclismo. Un duelo que era mucho más que el de dos grandes corredores. Era el duelo entre la Italia adinerada, de clase alta, representada por Coppi, y la Italia campesina, pobre y tradicional representada por Bartali. Una confrontación de clases sociales que siempre fue más allá de lo meramente deportivo.
Dicen que las grandes historias o actos heroicos a menudo son conocidos a título póstumo. Bartali no quiso ser menos, y el mundo no supo nada hasta su muerte. Él no contó nunca nada ni a sus amigos ni a su familia. Simplemente lo hacía porque como decía él: “el bien se hace, no se dice”.
Esta es la historia secreta y mejor guardada de Gino Bartali, una leyenda para el ciclismo, pero sin duda un héroe para la humanidad.
