Tendencias & Coaching

Emoción y desorganización en los campeonatos de Kenia de campo a través

Publicado por
Alberto Trillo
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·  Kibiwott Kandie le roba la cartera a Kamworor, subcampeón del mundo de cross, en la última recta tras un fallo organizativo

·  Sheila Chelangat se impone en la categoría femenina tras una carrera en solitario

Nadie había abierto la cinta. Y nadie indicó a Kamworor, líder de la prueba, que debía pasar a recta de meta. Era la última vuelta; la campana había sonado. Al actual plusmarquista mundial de medio maratón le faltaban apenas 300 metros para vencer con autoridad el campeonato nacional de cross de más nivel del mundo (si nos olvidamos de Etiopía). Con el pie cambiado, Kamworor se dio de bruces con la cinta cuando quiso pasar al carril a su derecha para entrar a meta. Lo logró, pero, visiblemente aturdido en su esfuerzo, continuó hacia la otra cinta que delimitaba ese carril, también a su derecha, como si quisiese salirse del circuito, desorientado. El público le gritó y ayudó a reconducirlo.

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En medio del desconcierto y a río revuelto, apareció Kibiwott Kandie. El corredor de las Fuerzas Armadas de Kenia se lanzó como un cohete por la recta para pescar su título de campeón de Kenia de campo a través. Tras él, Kamworor miró atrás para situarse, se recompuso y armó un gesto de resignación como a quien le han robado la cartera de forma tan injusta como estúpida.

Kandie, el vencedor, entrevistado por LBDC, lo vivió de otra manera:

¿Podrías decirnos qué sucedió en la recta de meta con Kamworor?

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En los últimos 300 metros fue uno de esos finales en los que se supone que tienes que tener fuerza para acabar fuerte. Ese es el espíritu de la competición. Estaba muy preparado para ganar hoy.

¿Y qué le pasó a Kamworor? Tú ibas segundo y lo adelantaste en los últimos 300 metros. ¿Qué pasó ahí?

Tuve la energía para batir a Kamworor al final porque tuve energía para ello.

Así que él no tuvo ningún problema en los últimos metros.

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Mientras Kibiwott Kandie celebraba en brazos de su afición la victoria, el público en corrillos comentaba la jugada en voz baja y se preguntaba de quién era la culpa. Otros como Philip Kibitok, ochocentista de talla mundial en la década de los 90, pensaban que “quizás Kibiwott no haya visto lo que sucedió a Kamworor”.

Tal vez no podría haber una mejor anécdota para resumir estos campeonatos de organización sui géneris.

Mejor sin explicaciones…

A las diez de la mañana, mientras desayunaba después de haber ido a correr, abrí twitter. Para mi sorpresa, resulta que la prueba sub-18 masculina ya tenía vencedor, decía Kenya Athletics. Según el programa de competición que me había facilitado Kenya Athletics, la federación y organizadora de la prueba, el inicio de la prueba estaba programada para las 10:40.

Me lo habían pasado el día anterior y después de haber insistido durante tres días. Otro tuit a continuación decía que se disponían a tomar la salida las chicas sub-18, las cuales, según el programa, competían antes de sus compañeros de la misma categoría. En fin, pensé. Me apresuré a tomar un taxi y desear que las obras y el tráfico habitual de Nairobi me permitiesen llegar lo antes posible al Jockey Club, un hipódromo con campo de golf en el centro, escenario de la competición.

No tuve suerte y un par de calles cortadas de esta ciudad en ebullición constante, retrasaban mi llegada. De todas formas, creía que al menos llegaría para ver parte de las pruebas sub-20, y que, por supuesto, no me perdería las dos pruebas de categoría absoluta, previstas para las 13:00 y 14:00, respectivamente. Para mi sorpresa, al entrar, la megafonía me informaba de que aquellas mujeres que corrían eran ya la categoría sénior. ¿Dos horas antes del horario previsto? Sí.

La banda militar amenizaba con ‘Despacito’, y enseguida comprobé el ambiente animado y el colorido de las banderas para los equipos favoritos como la Policía, las Fuerzas Armadas de Kenia o el equipo del Servicio de Prisiones. Escribí a mi contacto en Kenya Athletics para informarle de que había llegado. “Sí, por favor, avísame cuando llegues porque mi compañero quiere hablar contigo. Creo que no puedes hacer vídeo”, me había dicho el día anterior por teléfono. Las dos rayas de mi mensaje de whatsapp todavía no conocen el azul.

Reí para mis adentros y me dispuse a disfrutar de la emoción y el colorido de una de las mejores pruebas de campo a través del mundo… sin tratar de explicarme los misterios profundos de la fe del atletismo keniano.

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Alberto Trillo