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El túnel del que salió Carlos Mayo 

Foto: Ángel Villar
El nuevo campeón de España de cross hoy es algo más que eso. Es una inspiración para los que no ven la luz. El año pasado por estas alturas salió de una lesión de 14 meses a la que no había manera de encontrar un diagnóstico.

Tenía un profesor que amaba la literatura que siempre decía que “antes de escribir de la alegría hay que escribir de la pena”. Y lo decía sin chantaje emocional alguno, porque sólo se trataba de explicar esa palabra que nos hace tanta falta: deseo.

-La pena refuerza la alegría.

Hoy no sé si es necesario que se lo explique a Carlos Mayo. También podría explicarmelo él a mí. Tiene 24 años, la carrera de medicina terminada y sabe lo que es la pena que en su caso duró 14 meses, que fueron más de 400 días con sus noches en las que alguna vez cogió esa carretera que pasaba por el túnel de los sueños rotos. Nos puede pasar a todos.

Carlos Mayo no podía correr.

Tenía una de esas lesiones en la rodilla sin diagnóstico claro que le impedían correr y, al escucharle, a uno se le ponía la piel de gallina. Él se preguntaba si volvería y temía que lesiones como la suya habían retirado a atletas de la circulación: no quería ser uno de ellos.

Hoy, en lo más alto del podio, parece que eso nunca ocurrió. Pero ocurrió y es lo que da más valor a esa brillante fotografía en lo más alto del podio, a ese atleta que despachó la carrera con una valentía atroz, a la reconstrucción de la alegría, porque a veces la alegría también se construye desde lo más abajo.

Por eso hoy Carlos Mayo es un mensaje para todos esos atletas que están lesionados, que no ven escapatoria y que en su fuero interno temen perder esa lucha frente al tiempo. La respuesta se la podría dar Carlos Mayo: llámenle, escúchenle.

Es lo único que pretendía contar hoy: yo lo llamo las vueltas que da la vida y en Sargento de hierro, la canción de Morgan que escucho mientras escribo este texto, lo dicen de otra manera, ‘curame tiempo’, que es lo mismo que el tiempo te conceda el deseo que buscas.

El tiempo curó a Carlos Mayo y miren donde estamos hoy: yo me atrevo hasta a preguntarle si va a batir el récord de España de 10 kilómetros en ruta este sábado, 14 de marzo, en Laredo. Sin embargo, hace un año a estas alturas tenía que preguntarle cuando se iba a mudar, de nuevo, al barrio de la alegría: ¿qué tal estás? ¿ cómo va tu recuperación?

A cualquier traumatólogo que iba, Carlos Mayo le explicaba su dolor.

Llegó a pensar en dejarlo todo y dedicarse, como sus compañeros de universidad, a estudiar el MIR lo que significaba abandonar el atletismo, porque sacarse la especialidad implica guardias en el hospital y, como mínimo, seis noches sin dormir al mes. Y eso ya era como firmar una declaración de incompatibilidad.

También evitaba quedar con gente de su grupo de entrenamiento, con todo lo que le recordase al atletismo y hasta redujo la comunicación con su entrenador a un sólo día a la semana: no se trataba de dar malas noticias a un hombre que lo estaba pasando igual o peor que él.

Los entrenadores son así: cuando uno de sus atletas se lesiona él se lesiona con ellos. 

Hay que ser atleta para entenderlo: si a un atleta le limitas correr le estás partiendo la vida.

Y, aunque tu entrenador sea un tipo experimentado, que ha ganado juicios más difíciles… Y aunque te recuerde que “estas cosas pasan” y que “de todo se sale”, a ti te cuesta creerlo.

A Carlos Mayo le costaba creerlo precisamente ahora, que había llegado a la categoría absoluta, que traía un currículum magnífico y que se sentía, como en la letra de la canción de Morgan, con los pies rotos o con nubes en los ojos. 

Carlos Mayo

Su manera de desahogarse fue dejarse crecer el pelo, abandonar ese tupé, que siempre le había distinguido, y posponerlo para el día que volviese a competir. Si llegaba ese día.

Hay muchas más maneras de retratar el infierno pero el mejor retrato quizás sea el día que lo abandonas. Es una carta que no tiene sello de fechas, pero que al final llega o acostumbra a llegar. Y a veces lo hace sin avisar. Quizás el día que menos te lo esperas.

Y en su caso fue un día, antes de ir a la prestigiosa consulta del doctor Guillen en Madrid, cuando Carlos Mayo iba a hacer un rodaje de 55 minutos con cuestas, con escaleras, con suficiente dureza y, por primera vez en mucho tiempo, no iba a dolerle nada.

Desde entonces, no tiene miedo: prefiere ser valiente.

Y ha cumplido su promesa. Y se ha vuelto a cortar el pelo como hacía el atleta que fue campeón de Europa sub-23, el mismo que siempre se cortaba el pelo antes de cada carrera. Y ha reaparecido su tupé, que no era un capricho, sino una promesa. Y en medio de todo esto se han vuelto a encontrar fotografías como la de ayer en el Campeonato de España de cross en Zaragoza: Carlos Mayo, inconmensurable y vitoreado por su gente, la mejor manera de explicar las vueltas que da la vida o que, al final, el tiempo todo lo cura. Nadie se muere por dentro.


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