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El primer Kipchoge: el pionero keniano ‘Kipkeino’

·  No fue hasta los Juegos Olímpicos de México 1968 cuando Kenia irrumpió en la escena mundial con sus primeras medallas de oro. Una de ellas la firmó una leyenda en la cuna del atletismo mundial: Kipchoge Keino. Kipkeino nos transporta a los orígenes del atletismo en Kenia.

¿Entonces usted todavía corre?

Corro por mi vida [I jog for my life] y voy al gimnasio y al baño turco tres veces por semana – dice sincero y divertido Kipkeino, sentado en su sofá favorito en el salón de su casa.

A sus casi 80 años, los números resbalan en su memoria y el pasado, pasado está, parece dar a entender esta leyenda del atletismo keniano pese a seguir rodeado de fotos y trofeos. Hay que insistir para lograr que hable de su época de atleta. “Eran buenos tiempos,” dice de sus “récords del mundo en la milla, 3000m y 5000m”, con una media sonrisa a caballo entre la picardía y la vergüenza.

Kipchoge Keino, conocido popularmente como Kipkeino, es un mito en Eldoret, Kenia, la cuna de muchos de los mejores atletas del fondo mundial. El estadio de la ciudad lleva su nombre. Todos lo conocen. No solo por su gloria deportiva, ya lejana; sino por su obra social en la zona, en particular el orfanato y el instituto que han dado un futuro a tantos niños de la zona, y que son su mayor orgullo.

Eldoret, el núcleo urbano entre los famosos Iten y Kaptagat, donde se entrenan Kipchoge, Kamworor, Wanders y compañía, está creciendo y desarrollándose rápidamente. “Esta carretera se hizo hace dos años; aquella de allí hace tres”. Y así casi en cada cruce. El tráfico y el bullicio característico de un país en desarrollo distan mucho de la Kenia en la que se fraguó el talento de Kipkeino. “Cuando empecé, había realmente muy poca gente que corriese,” dice el campeón olímpico de 1500 m en México 1968.

Kipkeino es oriundo de una localidad cercana al monte Kenia, un tanto alejada de Eldoret. Se alistó en la policía con 19 años y esto le trajo hacia Eldoret. Antes del atletismo, coqueteó con el rugby, pero enseguida percibió su potencial atlético. “La primera vez que salí del país fue en 1959 cuando viajé a Israel y los Emiratos Árabes Unidos para una competición entre policías”. Ahí despegó su carrera deportiva.

Hacia el oro olímpico

“En 1960 me clasifiqué para los Juegos de Roma [en los que Bikila ganó el maratón corriendo descalzo], pero no me llevaron porque fueron muy pocos atletas. A partir de ahí llegarían las primeras competiciones de máximo nivel: los Juegos de la Commonwealth, en Australia, 1962, y su primera participación olímpica en Tokio 1964.

“En nuestra época solo podíamos pasar 28 días al año fuera del país, a menos que pidieses días extra, aunque solo te los concedían para participar en una gran competición como los Juegos de África, Commonwealth, o Juegos Olímpicos”, cuenta Kipkeino.

En 1965 logró el récord del mundo de 3000m que estuvo vigente durante siete años. Sería el preludio de su madurez deportiva entre los Juegos de México 1968 donde también consiguió la plata en los 5000m, y los de Munich 1972, donde fue oro en 3000m obstáculos (con récord olímpico, 8m 23s 64) y plata en 1500m.

Ayer y hoy

Desde aquellas medallas, “las cosas han cambiado mucho a todos los niveles,” explica Kipkeino. Según él, la gran diferencia entre ayer y hoy es que antes se corría para el país, y ahora uno puede correr para simplemente ganarse la vida. Además, por aquel entonces, dice, no había temporada de pista cubierta, ni viajaban para competir en Europa; en definitiva, no había tantas competiciones.

“Otro cambio fundamental es que hoy en día hay representantes y managers que vienen y se llevan a los atletas a competir a otros lugares del mundo. Eso supone una gran motivación para que los atletas entrenen duro y rindan bien, para que los inviten a competir a otros sitios,” asegura Kipkeino.

Cuando hablamos de otros lugares del mundo, no nos referimos solo a Europa y Estados Unidos, sino también a la India, Argentina, Vietnam o Indonesia, que también demandan la presencia de kenianos para dar categoría a sus carreras.

“El entrenamiento también ha cambiado muchísimo desde mi época,” dice el ex presidente del Comité Olímpico Keniano sin concretar los detalles, mientras desvía la conversación, una vez más, hacia sus preocupaciones actuales. “Tenemos que mejorar el equipo de Kenia en su conjunto, en las pruebas de campo, la participación femenina. Y también en otros deportes como voleibol, tenis, judo, tenis de mesa…,” divaga Kipkeino.

Lo mismo sucede cuando reflexiona sobre qué cambiaría de su pasado. “Las oportunidades… hoy hay muchas más que cuando era joven. Eso es lo que estamos promocionando a través del Ministerio de Educación. Antes no había ni aeropuerto, ni carreteras asfaltadas…”.

A su edad y con su experiencia, queda claro que lo que le preocupa no es lo que logró hace ya casi medio siglo, sino seguir mejorando las condiciones de vida de su entorno y dotar de posibilidades a los más jóvenes. Atrás queda también su arresto por su supuesta malversación de fondos para pagar el viaje a Río 2016 a uno de sus hijos.

Kipkeino no cree que el desarrollo de la zona pueda hacer peligrar el dominio de Kenia en el fondo mundial, ya que, según él, traerá infraestructuras y más becas para hacer intercambios en el extranjero que serán beneficiosos para los jóvenes.

La fundación que lleva su nombre continúa su obra social en un orfanato en el que educan y lanzan preparados a la vida a cerca de 50 niños en este momento. Es sobre todo su mujer quien se ocupa de primera mano del orfanato. Estudian gratuitamente en la otra pata de la fundación, el instituto Kipkeino, que es uno de las mejores de la zona. Los huérfanos comparten pupitre con otros niños de familias con mayores posibilidades económicas, que pagan por su formación en el KipKeino High School.

Acabamos la charla y me pide que lo acompañe a ver las manos pintadas en la pared que dejaron los niños del primer orfanato. De ellos, asegura, se acuerda del nombre de cada uno. La memoria es selectiva.


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