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El Peugeot 207

Así se las gasta el atletismo: al campeón de España de 10.000 en pista y en ruta sólo le da para un coche de segunda mano de siete años de antigüedad.  Pero la humildad no se avergüenza de nada.

Será la humildad o será el atletismo español. No se sabe siquiera quién tiene la culpa de que seamos así. Pero el campeón de España de 10.000 metros, que el próximo día 10 en la Copa de Europa de Minks, en Bielorrusia, buscará bajar de 28’00”,  conduce un Peugeot 207 de segunda mano que compró este verano “a un amigo por 4.000 euros”. No había otra posibilidad. “Tenía siete años, 70.000 kilómetros y la verdad es que está como nuevo”, explica Juan Antonio Pérez, Txiqui, y uno, que le escucha y no es de hierro, elige esa idea para encabezar esta conversación. No es el coche, “que me lleva y me trae a todas partes,  no tengo queja”, sino lo que refleja ese coche que nos invita a ponernos en la piel de un atleta de categoría y en su cuenta corriente; a recordar, en definitiva, que la humildad no es caprichosa. “Pero tampoco se da por vencida”, replica. “Quién dice que mañana no pueda conducir un Audi o un BMW?”

El optimismo es de ley, porque “yo, en vez de pensar que gano poco más de 1.000 euros, prefiero explicar que trabajo en lo que me gusta”. El valor entonces es escucharle no poner pegas a la vida desde Ciudad Real. “En el paraíso no estaría más a gusto que aquí.  Podría vivir en Madrid como mi hermana pequeña María José, que también es atleta, que vive en la Blume y que el año pasado fue campeona de España de 3.000 obstáculos. Pero no sé que sería de mi alejado del campo, de mis animales o de mis galgos con los que tantas veces salgo a correr en los ratos libres”. Y entonces no se avergüenza de la duda: “Aún no sé quienes son más rápidos, si ellos o yo”, ironiza como si fuese ‘El Mago de Hoz’: “Se está mejor en casa que en ningún sitio”.

Toni Abadía, Daniel Mateo y Txiqui Pérez tras finalizar el Campeonato de Europa de 10.000 metros en Amsterdam

A la puerta de casa, efectivamente, tiene aparcado el Peugeot 207, matriculado hace siete años con el que mañana partirá a concentrarse en Sierra Nevada hasta el 4 de junio.  “Allí me está esperando Toni Abadía que tiene el mismo objetivo que yo en la Copa de Europa y, en mi caso, se trata de algo muy valioso. El hecho de estar aquí o de vivir del atletismo. Me recuerda que esto es importante. Ni siquiera me importa tener más o menos. No me asusta vivir al día”, resume a los 28 años. “Lo que importa es que he vuelto cuando creía que ya era imposible. Estuve dos años lesionado en los que el dolor de la cadera no me dejaba ni apoyar el pie. Nadie daba con la clave. Sentía que mi vida de atleta ya se había acabado. Fue un momento malo. Mis padres acababan de separarse y yo me puse a trabajar en una tienda de zapatillas, porque necesitaba dinero ya sólo para pagar a los médicos”.


“Por encima del dinero lo que me gusta es la imagen que me devuelve el espejo cuando veo mi cara: veo a un tipo feliz, que hace lo que le gusta”. 

Al final, cuando le saboteaba la desesperación, Txiqui vio la luz. “No fue culpa mía sino de un amigo, que me insistió para que fuese a ver a un médico, el doctor Francisco Javier Hidalgo. Al final, fui a su consulta en Murcia y desde entonces, no sé ni cómo explicarlo. Me empezó a tratar con ozono, me recuperé y mi vida cambió totalmente”. El resultado se refleja en su biografía. Un golpe de sabiduría que le hizo sexto en el Europeo de 10.000 metros del verano pasado. “He podido dejar de trabajar y dedicarme a correr. Sé que no nado en la abundancia, que mi coche es el que es, como usted dice, pero más o menos en casa con lo que gana mi madre, que es mileurista, y lo que gano yo en casa nos arreglamos. Mi padre se quedó en el pueblo y yo me fui a vivir con ella en Ciudad Real. Pero por encima del dinero lo que me gusta es la imagen que me devuelve el espejo cuando veo mi cara: veo a un tipo feliz, que hace lo que le gusta y recuerdo que cuando vendía zapatillas me parecía imposible. Si no valoro eso no merecería vivir”.

“No pienso en el mañana. No tengo la cabeza privilegiada de mi hermana pequeña, que ya era así de niña y que hoy está a punto de terminar Medicina”, insiste Txiqui, hijo de fontanero y administrativa en el almacén de una empresa de electricidad. “Pero cada uno debe arreglarse con lo que tiene. Al menos, yo terminé el bachillerato y como me gusta tanto el campo hice un Grado Superior de técnico forestal. Así que quién sabe lo que puede pasar en el futuro y siendo como soy nunca dejaré de luchar y sabré adaptarme a lo que me toque. Y si hay que conducir un coche de gama más baja que el Peugeot 207 lo haré y no pasará nada”, ironiza con esa naturalidad que procede del campo. “Sé que soy un tipo raro. Ni siquiera sé porque soy atleta. De niño,  no me gustaba nada correr. Mi madre nos llevaba a mi hermana y a mí a Ciudad Real a entrenar con José Luis Pérez Ayala, que había sido el entrenador de mi padre en su juventud. Pero lo que recuerdo es que yo siempre iba a duras penas y casi siempre era así. Mi madre debía tener paciencia y así pasaba luego. Mientras mi hermana destacaba en cadetes a mí nadie me conocía”.

El pasado domingo en Santander donde se proclamó campeón de España de 10k en ruta.

Fue un caso extraño, en realidad. Todavía lo es, acepta él, que se ha animado a hablar en primera persona y a recordar que “no sé que hubiera sido de mí sino me hubiese gustado acompañar a mi padre a cazar. Pero me gustaba y yendo por el campo me empeñé en que quería una moto y entonces mis padres me dijeron que si quedaba entre los tres primeros en el campeonato de España juvenil de segundo año de 5.000 metros me la compraban. Y fue increíble. Me presenté allí sin conocer a casi nadie. Y quedé segundo. Y mis padres cumplieron su palabra, tuvieron que comprarme esa moto, una Rieju, que quise con locura. Máxime porque a partir de ella es cuando me di cuenta de que podía correr y de que tenía la misma facilidad que mi hermana. Desde entonces, he sabido estar ahí. He encontrado mi lugar. He perdido el miedo. He llegado a ser segundo en la Copa de Europa de 10.000 por dos veces. A los 28 años, es magnífico: aún estoy buscando mi límite”.

El futuro invita a pensar. La humildad no contrasta con los sueños ni en Ciudad Real ni en Carrión de Calatrava, donde están sus perros que le dan tanta vida. Hasta Txiqui les ha confesado alguna vez que hay días en los que se despierta en los JJOO de Tokio 2020, donde aterrizan él y su hermana en la pista con el uniforme de España. Sería un magnífico regalo de despedida. Sus padres estarían en esa grada imaginaria y los cronistas valorarían a esta pareja que reivindica la furia española. “Yo soy pequeño.  Mido 1,63 cm y mi hermana andará por ahí o quizás un poco menos”. Pero los ideales no riñen con la estatura. Al contrario. Solo explican que es necesario soñar y que a veces la lucha de clases está en un golpe de suerte. La clave está en entender la humildad, que es sabia como una ducha de agua fría en verano. Por eso Txiqui presume de ella y de su Peugeot 207 que llegó a él después de siete años.  “Pero como si fuese nuevo, eh?”, recuerda.

@AlfredoVaronaA


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