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El miedo al quirófano

Raquel González (@raquelglzcampos), la nueva princesa de los 20 km marcha, explica la batalla frente a su rodilla izquierda. Sus inquietudes y sus miedos vencidos.

Está lloviendo en Barcelona y Raquel está en su habitación del CAR de Sant Cugat con la pierna izquierda en alto y el hielo acariciando la rodilla. Sus muletas todavía no han desaparecido de este escenario en el que habita una ambición, la suya por ser algún día medallista olímpica en los 20 kilómetros marcha. “Quiero pensar que la esperanza tiene su razón de ser”. El precio por ahora, a los 26 años, es una operación de menisco que ella no quería ver ni en pintura. “La propia palabra quirófano me asustaba”. Pero la realidad no pudo perdonarla y aquí está hoy, dedicada “casi en exclusiva” a esa rodilla izquierda que le ha demostrado algo muy valioso. “Los problemas pueden acabar convirtiéndose en alicientes”.

“Desde febrero acababa coja cada entrenamiento. Al final, no podía ni caminar”, explica en esta tarde silenciosa, llena de realismo. “Pero insistí porque no quería renunciar por nada a los Juegos”. El sacrificio, sin embargo, tenía un precio. “Al volver de Río, me di cuenta de que no podía seguir así. No era vida, y de ahí que cediese ante esa operación que, al principio,  me parecía algo irreal en mi vida. Pero, de repente, llegó el día en el que estaba ahí, a las puertas del quirófano, acompañada de mis padres, y lo siguiente que recuerdo, en los últimos minutos de la operación, al despertar levemente de la anestesia, fue esa cámara en la que podía ver cómo se estaba haciendo la artroscopia. Y no se me olvida, porque no quería imaginar como podría ser, el quirófano, no, nunca… Y, sin embargo, era yo la que estaba ahí…”

“Mi cuadriceps perdió la información que le mandaba el cerebro”
Raquel Gonzalez 20kms marcha
En Instagram: @raquelglzcampos

Así que lo mejor que puede pasarnos en una tarde como ésta es escucharla, aproximarnos a ella y a sus inquietudes, “que normalmente son muchas. La curiosidad siempre me pareció interesante. Toda la vida fue así. De niña, lo vi claro. Recuerdo que estaba tan delgadita que no encontraba nada que me quedase bien y decidí diseñar, confeccionar mis propios vestidos“. Y no fue un capricho. “No, no para nada. Es más, apenas creo en esa palabra. Pero si desde niña sabes lo que te gusta y lo que debes hacer, porque esos son los valores que ves y los que te inculcan en casa… Me acuerdo que mi madre me decía, ‘si no te terminas de comer las lentejas, no vas a entrenar’, y esas son cosas que se te quedan grabadas, porque luego ves que la vida es así”.

Hoy, ya ha pasado casi un mes en el que el sacrificio no fue una locura. Raquel ya se atreve con giros de 90 grados en la rodilla y se ha olvidado de aquellos primeros días divorciada de las muletas. “Me parecía imposible caminar con ellas. No sabía como hacerlo y fue duro. Mi cuadriceps había perdido la información que le mandaba el cerebro y desde la debilidad yo no sabía como apretar ese interuptor“. Al final, la más fuerte ha sido ella, que rebajó su miedo a las muletas. De hecho, hoy ya se mueve con una sola y no habla de malos recuerdos. “He puesto todo el interés posible, porque creo en el interés, en saber todo lo que pasa con mi rodilla, en preguntar a los médicos, en convencerme de que esto es como una película y de que el final feliz va a depender de mí”.

No fue Raquel una niña al uso en Mataró. “Me encantaba hacer kilómetros, correr con los veteranos”. Hasta que descubrió la marcha, “que fue un amor a primera vista” que hoy gobierna  su vida. “He acabado la carrera de Comunicación y he hecho dos Master. Pero ahora es el momento de dedicarse a fondo al atletismo, de comprobar si cada año puede ser mejor que el anterior y de vivirlo en primera persona”. De ahí este indomable compromiso que anuncia en cada palabra, reforzado, incluso, por lo que pasó en los Juegos de Río, “donde, pese a todo, no iba mal. Llegué para competir con garantías. Había mejorado en cada carrera y mis marcas no estaban lejos de las mejores”.

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En Río “No me dolió la rodilla. Me dolió el alma” (…)

El destino la desobedeció por completo. “No me dolió la rodilla. Me dolió el alma”, explica hoy, sin pánico a tan mal recuerdo. “Pero fue muy duro. O, al menos, a mí se me hizo muy duro. Nada más llegar a Río, nada más terminar la ceremonia de inauguración, me puse enferma y cuando llegó el día de la competición… No podía.  No sabía. No sé ni cómo explicarlo”. De hecho, aquel día acabó en el hospital sin nada que alegar, “porque no puede ser. No tiene sentido protestar. Pasó y ya esta. No fue culpa de nadie. Yo sé que estaba bien. No sé si para pelear por la medalla, pero sí sé que estaba bien y que había luchado tanto contra el dolor, contra mi rodilla, contra mí misma, en definitiva. Había llegado a la Villa Olímpica, había formado parte de esa familia y, sin embargo…”

“Hay gente que me pregunta si no me aburro en tantas horas, si estoy bien con tanta rehabilitación de la rodilla, y yo siempre contesto que sí, porque me interesa tanto lo que pueda pasarla y tengo tan vigilada a esa rodilla… Cada paso adelante que damos es como un descubrimiento”, argumenta con esa sinceridad suya, imposible de desmontar ahora y siempre, antes y después de su primer quirófano que ha demostrado a Raquel que “ya pasó la hora de dramatizar” o de teatralizar el miedo. No sería justo. Una puede ser más fuerte que esas dos muletas que ahora mismo están aparcadas en la habitación de Raquel González, la nueva princesa de los 20 kilómetros marcha.

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Hoy, una vez que ha pasado por talleres, Raquel ya conquistó el derecho a olvidar o a apropiarse de esa cosa llamada futuro. Incluso, una tarde lluviosa como ésta de Barcelona es ideal para explicarlo o para desatar ambiciones que caducarán algún día. “Yo no me veo tantos años en la marcha como Bragado. No se me ocurre ni pensarlo. Por eso es ahora, en estos años, cuando debo intentarlo, mirar a Tokio y aceptar que ese puede ser mi objetivo y no decir que no, porque es lo que quiero”.  Y entonces no hay horóscopo que pueda interponerse frente a su pasión por todo esto.

@AlfredoVaronaA

Foto: Joan Porta

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