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El Gancho

Me divierten mucho algunas de las expresiones y palabras que se generan para cubrir la demanda idiomática de las vicisitudes atléticas, y es que nuevas situaciones requieren nuevos términos. El hombre del mazo, acabar las series con sabor a sangre, hacer la goma, gripar, globero, alpargatero, las tochas, las voladoras… no citaré demasiadas porque hoy quiero hablar de una en concreto: el gancho.

Colocada en un frase para ilustrar a quien la desconozca, “los dos últimos kilómetros ya iba con el gancho, y a falta de quinientos metros me soltó”. Ir con el gancho es digno de análisis por la particularidad de las sensaciones que un corredor puede experimentar cuando lo sufre. Llegado ese momento uno debe encarar la derrota y hacer un gran ejercicio de resignación, deglutiendo su ego y dándose un baño de humildad. Todo ello sin tregua, a la fuerza, o más bien obligado por las fuerzas que no te quedan para poder aguantar el ritmo de alguien que corre más que tú.

El ser humano por naturaleza tiene fe, y cada uno la canaliza como buenamente puede de manera más o menos acertada. Por ejemplo, si en carrera sufres un ataque de fe puedes llegar a convencerte de que eres capaz de ganar a un corredor que está más en forma que tú. Lejos de lo que defienden los fundamentos del pensamiento positivo, aquello es una de las causas que pueden conducirte (entre otras muchas) al gancho y a sufrir las consecuencias de subirte en el vagón del ritmo equivocado. Dará igual que tú lleves voladoras y él tochas, tratarás de hacer la goma durante un tiempo pero si insistes en exceso la boca empezará a saberte a sangre y, salvo que a tu verdugo le visite el hombre del mazo, griparás y quedarás como un alpargatero novato o imprudente.

El gancho es ese momento en el que eres consciente de que estás forzando la máquina, sabes que te estás equivocando pero no lo quieres reconocer. Te abandonas en la obcecación y te rindes a la tragedia, que paulatinamente va posándose en tu cuerpo y haciéndote consciente de que vas reventado. Una pequeña muerte en absoluto similar a la petite mort del orgasmo.

No obstante cabe aclarar que el gancho no siempre nos avoca al fracaso, porque cabe la posibilidad de que quien nos esté sometiendo a dicha prueba sea un gran jugador de poker y amante de los faroles. ¿Quién sabe si no va más reventado que tú y solo busca tu temprana rendición? En cualquier caso no es una sabia maniobra, porque el mejor tiempo siempre se consigue yendo al ritmo que toca, por lo que atender al tuyo es la mejor baza que puedes llevar para ganar a quien sea. Y si al final no le ganas es porque no tocaba, otra vez será.


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