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El entrenador criado en el barrio de Salamanca

Para mí, Juan del Campo es un personaje espectacular. Una mina de oro más allá de los resultados. Tuve esta conversación con él en la que me quedé con esta idea que hace suya de Tim Noakes: “Los grandes entrenadores entienden la fisiología, pero su capacidad para comprender a los seres humanos es lo que les hace más grandes”. 

Cada noche va a cenar con una hermana suya que tiene una discapacidad intelectual. Parece un hombre feliz, a gusto con lo que hace. Entrenador de atletas como Yago Rojo, Tariku Novales, Andreu Blanes, Laura Luengo o Celia Antón y profesor titular en la universidad. Nació y se crió en el barrio de Salamanca, en la calle Maldonado. Estudió en el mismo colegio que Butragueño, el colegio Calasancio. Y fue 17 años preparador físico de baloncesto. Una personalidad diferente con cara de buenazo: Juan del Campo (Madrid, 1967), el segundo de cinco hermanos. “El contenido es más importante que la imagen”, recuerda.

¿Como le dio por el atletismo a un chaval del barrio de Salamanca?
Me gustaba. Siempre he tirado hacia lo individual. Al principio, hacía judo. Pero luego descubrí el atletismo y me enganché. Quizá porque donde hay un entrenador siempre va a haber alguien que se enganché.

Y usted se enganchó.
En el colegio Calasancio, en el que yo estudié, estaba Antonio Postigo y los estímulos eran importantes. Recuerdo que íbamos a El Retiro y en invierno hacíamos sesiones en el antiguo Palacio de los Deportes.

Y luego se hizo entrenador.
Siempre me llamó la atención enseñar. De hecho, al terminar el COU, no puedo entrar en INEF y me matriculo en Pedagogía. El latín me quedó para septiembre y, si no aprobabas todo en junio, no podías entrar.

Entonces no todo en usted es tan perfecto. 
Suspendía poco pero ése poco me costó un año, sí.

Fue también un atleta discreto.
Llegué a hacer 1’51’00 en 800. Fui tercero en un campeonato de España promesa que ganó Tomás de Teresa y en el que el segundo fue Andrés Alba, un chico de Alcalá que llegó a hacer 1’48”. Luego, me di cuenta que podía haber bajado de 1’50, pero. En todas las vidas hay algún pero.

¿No haber sido un atleta destacado es una ventaja?
No lo creo. No creo que ser mejor o peor tenga una gran repercusión. Puedes ser un gran entrenador sin haber competido nunca. Pero es que no creo que esta pregunta tenga una única respuesta.

Ningún atleta entrenado por usted se clasificó para los JJOO de Tokio.
Hace mínima Yago Rojo para maratón, pero hay tres atletas con mejor marca y se acata que no vaya él. Tuvimos que aceptarlo. Y luego tuvimos alguna chica que creíamos que tenía opción y, sin embargo…

¿Y eso le hizo peor entrenador? 
Son cosas que pasan. Pero tú no eres mejor o peor por un resultado. Eso es el balance final. Pero en esta profesión todo depende de la calidad de las personas con las que trabajas porque la genética influye. Por eso digo que no es tanto el resultado, sino ¿con quién trabajas y adónde le llevas? Al final, no todo lo que uno quiere se puede conseguir.

¿Y es usted buen entrenador?
Lo intento, lo intento.

¿Qué necesidad tiene de dedicarse a esto siendo profesor titular en la universidad?
Ninguna a nivel económico.  Pero a nivel de transmitir cosas me veo en la obligación de hacer lo que hago. Intento poner ejemplo lo que he vivido. No puedo hablar de un atleta que baje de 13 en 5.000 porque no lo he tenido. Pero hay otras cosas que sí he vivido.

¿Y eso es lo fundamental?
Sí.Yo podría vivir mejor dando las clases. No hay mucha gente que sea profesor y entrenador de élite. Los artículos te dan la promoción en la universidad, la investigación.  Sin embargo, un entrenador se queda sin momentos para recoger datos, se queda sin ese tiempo, pero…

Entonces usted también tiene su ego.
Cada día intentas ser mejor. Sí, claro. Ha pasado la época de compararse con otros. Pero ahora te comparas contigo mismo.

¿Es necesario ser buena persona para ser buen entrenador?
Para mí, sí. Yo no sacrifico una cosa por la otra. No engañar a nadie. Me inculcaron esos valores. Mi trabajo no solo es planificar. Decirle a alguien, ‘haz 5×1.000’ es fácil. Pero detrás de eso hay mucho pensamiento. Trabajamos con personas humanas.

¿Y cómo se sabe que alguien necesita 3×2.000 en vez de 6×1.000? 
No hay reglas. A nivel teórico le hemos hecho un consumo de oxígeno que nos lo demuestra según su frecuencia cardíaca. Pero de ahí a decir que va a ser mejor no se sabe, porque hay gente que entrena distinto y consigue mejores resultados. La clase es dar una receta y conseguir que el atleta se sienta lo más comprometido posible.

El entrenador es un comercial
Si. Tienes un producto. 16×400 es bueno pero 10×1.000 también. Producto malo no hay. Pero hay que actuar con criterio que debe responder a la experiencia y explicar que no vale todo. Llevo muchos años estudiando y leyendo para hacer lo que hago.

¿Un tío que no ha hecho el curso de entrenador podría ser entrenador? 
No debería.

Está en contra del intrusismo entonces.
Sí, en esta y en cualquier profesión. La gente debe formarse y hay que proteger a los que tienen esa formación técnica y psicológica que es necesaria para el futuro. Las titulaciones son imprescindibles. A partir de ahí empezamos a hablar.

¿No da envidia que atletas que entrenan en pueblos lleguen a finales olímpicas?
Qué va. Tiene que ser así. Los CAR sólo son una opción más. Pero hoy en día todas las ciudades tienen instalaciones y eso es lo que enriquece nuestro deporte. Para mí, eso no es malo y no me da envidia. Al final, son éxitos para él equipo español aunque directamente no lo entrenes tú.  No todo eres tú.

¿El atleta es buen tipo?
Sí, es un reflejo de la sociedad. Pero está muy metido en sí mismo. Se ve mucho a él y cuando deja el atletismo empieza a tener más perspectiva. Aquí no vienen seleccionados.

¿Y usted qué le dice a los atletas?
Que hay que tener un Plan B. Que es imprescindible. Que esto se acabará y que tienen tiempo. En fondo y mediofondo deben destacar a partir de los 24 años lo que significa que han tenido tiempo para terminar sus carreras. Y la tranquilidad que te da ser médico, abogado o ingeniero… No se puede llegar a los 28 y no tener nada.

¿Cuál es el mejor regalo que le han hecho los atletas?
Recuerdo algunos cumpleaños de mi primera etapa. Existía esa costumbre de regalar en los cumpleaños. Era más joven y daba más pie. Pero lo que quiero es agradecimiento. Eso sí, el otro día me escribió un alumno y me dijo, `siempre has sido un referente’. Al final, eso te llena, claro. No necesito que me regale nadie nada.

Mejor.
Yo ayudo a construir sueños. Lo intento, al menos. La dificultad es navegar entre los estudios, el ocio y los intereses personales y que la familia apoye un poco. A partir de ahí no puedes saturar al atleta. Pero necesitas que dé un salto  porque si no lo da se pregunta que hago yo aquí. Mire, hace cinco años Yago Rojo corría 1.500 en 3’46”. Se dio cuenta de que no en la pista y ahora hace 2h08 en maratón. Hacen falta muchos Yagos Rojo.


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