Inicio Entrevistas El 'desconocido' Alejandro Fernández: "Ganar una carrera es como conseguir un trabajo" 

El 'desconocido' Alejandro Fernández: "Ganar una carrera es como conseguir un trabajo" 

A los 34 años, el atleta gallego acaba de bajar dos veces de 29’00” en 10.000. Trabaja de dependiente en Ourense y ha estado los dos últimos años “cojo, a golpe de Ibuprofeno”. Pero el éxito es como la vida: un viaje de ida y vuelta.

Tiene 34 años y acaba de bajar por dos veces de 29,00 minutos en 10.000 en Canillejas y en Valencia. Parece que nunca existió, pero eso no es verdad. Alejandro Fernández fue un atleta junior que llegó a ser cuarto de Europa.  También entre 2012 y 2015 ganó siete medallas en Campeonatos de España absoluto. Pero estos dos últimos años ha estado lesionado, “a golpe de Ibuprofeno” y las lesiones nos borran la memoria.

Así que ni yo mismo me acordaba de él, pero esa es la ventaja de la vida, que es un viaje de ida y vuelta.

Cuando te imaginas que todo se ha acabado no tiene por qué ser así.

Como decía Woody Allen, “el futuro tiene los ojos cerrados”.  

A los 34 años, Alejandro Fernández ha vuelto a sorprenderse a sí mismo haciendo 20×400 con 30 segundos de recuperación entre 1’00” y 1’06” que significan miles entre 2’30 y 2’45”.

Quién se lo iba a decir a él, a su edad y con el tendón operado… A él, que hasta el mes de agosto, “cuando empezó con las sesiones de magnoterapia”, creía que ya había perdido para siempre esa punta de velocidad.

También nos podría contar que hoy, en una mañana fría y lluviosa, de las que todo el mundo se imagina en Galicia, ha entrenado 20 kilómetros y los últimos diez le han salido en 31’13”.

Pero, sobre todo, nos podría relatar algo más importante que todo eso: las sensaciones.

Y entonces a uno se le ocurre pensar qué lástima que Alejandro Fernández ya tenga 34 años.

Pero entonces él se anticipa a esa idea:  

“Cada uno debe saber como es y yo nunca hubiese valido a nivel mental para ser atleta profesional. Hubo épocas en las que llegué a hacer 13’50 en 5.000 o 28’55” en 10.000 en las que sí me planteé: ‘Alejandro, ¿qué pasaría si dejases de trabajar? ¿qué pasaría si pudieses doblar y no tuvieses que entrenar, terminar y estirar a toda prisa?”

Pero la tentación no se hizo mayor:

“Me dije a mí mismo, ‘para, para’ y me recordé, ‘Alejandro, no te engañes, tú no puedes vivir así, ya viviste así desde los 15 hasta los 19 años por y para esto y acabaste cogiendo fobia al atletismo. No vuelvas a repetir ese error”.

Se acordó entonces del adolescente que la primera vez que salió por la noche “ya tenía 19 años”. También reapareció en su vida el adolescente que en verano no iba a la piscina para que no le diese el sol y se le ablandase la musculatura. O del adolescente que llegó a perder hasta la relación con sus amigos de la infancia, porque en su vida todo era atletismo.

Y ése adolescente fue él.

Y a los 19 años lo dejó: tuvo que dejarlo.

Y estuvo, desde los 19 hasta los 24 años, sin correr nada, absolutamente nada.

Y así fue hasta que un día con 24 años se vio demasiado gordo. “Había metido 10 kilos”.

Y volvió a correr.

Pero entonces nunca imaginó que, a los 34 años, estaría donde está hoy, por debajo de los 29’00” en 10.000 lo que es como un cañón de alegría.

Son 34 años los de Alejandro Fernández, que trabaja en una tienda de deportes especializada en running. Y antes lo hizo en una piscina. Y antes en un gimnasio. Y si se compara con su hermana, que habla cinco idiomas y que trabaja en una gran empresa en Berlín, quizá sea poco. Y hasta si se compara con su madre, que fue funcionaria de un Ayuntamiento, o con su padre, profesor de Geología, quizás también sea poco.

Pero él es feliz porque trabaja alrededor del deporte. Y trabaja cerca de casa. Y tiene un sueldo que no le tiene todo el día pensando “qué pasaría si no se me da bien y pierdo la beca” si fuese atleta profesional. Y le permite salir “de esa burbuja de estar todo el día pensando en el entrenamiento” que, para él, sería peligrosa.

Y no. “Necesito acabar el entrenamiento y pensar en otra cosa”.

Y, después, pregunta:

“Si me va bien como hasta ahora ¿por qué voy a cambiar?”

Ya nunca será un atleta de élite frustrado. “En la vida hay que poner las cosas en la balanza y, después, elegir el camino. Yo he elegido el mío como cada uno elige el suyo. A final de mes, tengo mi nómina y el atletismo se ha convertido en un extra en mi vida que sigue ahí. Soy feliz en la tienda que va bien. La gente viene y está deseando que yo le aconseje y yo mismo me formo para no fallarles: hablo hasta con podólogos para que me digan, ‘mira, esto es así, de esta manera….'”

-¿Qué es más difícil: ganar una carrera o vender unas zapatillas?

-En carrera los rivales tratan de pasarte por encima -contesta.

-¿Ganar una carrera es como conseguir un trabajo?

-Sí, tiene su paralelismo, porque en ambos sitios compites contra los demás, en ambos casos debes poner lo mejor de ti mismo y el día, que ganas, es como cuando consigues un trabajo. Siempre quieres más, sea volver a ganar o sea progresar en la empresa. Por eso, sí, me parece una comparación muy, muy adecuada.

A los 34 años, a Alejandro Fernández le dicen a menudo, ‘chico, estás en una segunda juventud’.

Pero él rebate:

“Eso es muy relativo. La edad no tiene por qué ser un factor tan limitante, mira a Camilo que ha hecho marca olímpica en maratón a los 36 años. Por eso yo pienso que las únicas limitaciones son las que te marcas tú mismo”.

Además, hoy no fue el momento de hablar de limitaciones.

Fue una conversación optimista con un tipo con una hoja de papel en blanco y mucho aire en los pulmones. Un apasionado de la historia en posesión de escribir su propia historia que viene de dos años en los que lo ha pasado muy mal, desde que se operó del síndrome de hatlung en Madrid.

Llegó a no creer en la recuperación cansado de dolores, cansado de cojear, cansado de tomar ibuprofeno y de que no se diese con su diagnóstico: “Se pensaba que tenía calcificaciones, me dieron ondas de choque que me vinieron fatal”.

Pero el último verano llegó a tiempo y en él se descubrió que su problema tenía nombre y apellidos: edema óseo.

Se compró entonces una máquina de magnoterapia y, ya lo ven, Alejandro Fernández ha vuelto a volar.

Nos ha sacado de la ignorancia a los que creíamos que era un desconocido, a los que no reparamos que fue un gran atleta junior y a los que se nos olvida (que a todos se nos olvida alguna vez) que la vida, en realidad, es un viaje de ida y vuelta.


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