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El arte de mantener el peso

“El corredor es egoísta y narcicista. Vivimos alrededor del cuerpo y el cuerpo siempre será exigente”. José Carlos Jaenes, psicólogo que ha corrido el maratón doce veces por debajo de 2h 40 minutos.

No fue posible. En aquel cross de la Universidad Politécnica, Santiago de la Fuente no pudo opositar a la victoria. No tenía mano de obra para contestar al último cambio que le planteó aquel rival. El hombre no responsabilizó a sus piernas ni a sus pulmones sino  “a estos dos kilos” que, aún estando sumamente delgado, le alejaban de lo que él considera su peso ideal para competir. Pero De la Fuente sabe que jugar con el peso es una férrea batalla para el atleta, que mantenerlo puede ser una asignatura demasiado difícil y que en la mesa, en una semana de vacaciones en casa de los padres, se pueden derrumbar horas de entrenamiento. Un dato que respaldó la pregunta que días después le hice al entrenador Antonio Serrano y que justificó su respuesta, tan breve como contundente. “Uff, ese tema es muy duro…, muchos atletas están obsesionados con el peso…, es increíble”. Pero es lo que toca hoy, la posibilidad de razonar sin culpas o de encontrar preguntas como la que un corredor le realizaba al propio Serrano la semana pasada: “Mister, ¿las empanadillas de atún son buenas para los atletas?” 

Hoy, no invertiré  el tiempo en contestar a esa pregunta. Pero sí podría acordarme de aquel joven Higuero al que un día le dijeron que eran buenas las patatas cocidas y, desde entonces, siempre llevaba una bolsa de patatas cocidas en la mochila. Es más, Higuero era el mismo atleta que cada tarde de verano se tomaba una tarrina de medio litro de helado hasta que le contaron las calorías que tenía y desde aquel día prometió que “nunca más”, porque el peso no es un misterio para el atleta: el peso es sagrado. Por eso también podría recordar a aquel Julio Rey, en su época de maratoniano de élite, que me contaba que había atletas que llevaban su propia báscula en los viajes, porque esa idea les ofrecía más confianza que pedir una prestada en la recepción del hotel. Y en la barrera de lo razonable, al filo de lo imposible, un día me encontré en una conversación con el entrenador Eugenio Hernández Galán, ganador del maratón de San Sebastián en 1986, en la que me prometió que él conocía maratonianos que llegaban a ponerse “sólo tres imperdibles en el dorsal, en vez de los cuatro habituales, para eliminar esos gramos que puede pesar un imperdible”. La obsesión podía ser infinita, daba esa impresión.


“El peso de una persona no debería aumentar a partir de los veinte años“.

En el bando contrario me acuerdo de aquellas conversaciones que hace años uno tenía con el doctor Hernán Silvan y, sobre todo, de aquella vez que retrocedió a sus tiempos de atleta y a aquella mañana en el cross de Lasarte, San Sebastián, en la que en el hotel vio “a los atletas etíopes desayunando horas antes de la competición bocadillos de chorizo y butifarra”. Un ejercicio de memoria que podría poner patas arriba cualquier teoría acerca de este tema, hasta las más radicales como esa que defiende que “el peso de una persona no debería aumentar a partir de los veinte años”. Su argumento es que el tejido muscular declina con la edad lo que significa la pérdida de varios kilos. Sin embargo, la realidad es más humana que los números. Cada vez es más difícil prometer fidelidad eterna al peso o corregir los excesos que dejan las vacaciones. El precio de los años, en definitiva, y la prueba podría estar en Santiago de la Fuente, en esa última recta en el cross de la Politécnica, en esos dos kilos que cada día cuesta más limar y en ese territorio en el que los atletas, sean de la capacidad que sean, diferencian el bien y el mal.


“En la vida también hay que disfrutar y cada cosa tiene su momento” Juan del Campo

Pero en ese escenario De la Fuente nunca será una excepcion. Y, si queda alguna duda, podría ejemplificarlo con Jose Carlos Jaenes, ese psicólogo andaluz que ha corrido doce veces por debajo de 2 horas, 40 minutos, que ha realizado su tesis doctoral acerca del atleta de maratón y que siempre recuerda que “el corredor es egoísta y narcicista. Vivimos alrededor del cuerpo y el cuerpo siempre será  exigente”. De ahí que en la despedida uno no se atreva a imponer ninguna ley que no impongan estos ejemplos que he relatado. Quizás entre todos  nos convenzan de que la clave radica en diferenciar el momento como me explicó aquella vez el entrenador Juan del Campo. Fue ése día en el que insistió que “en la vida también hay que disfrutar y cada cosa tiene su momento”, y no me puso su ejemplo, sino el de una leyenda como Jesús España en esos momentos de máxima intensidad en los que también existe el perdón. “Cuando se concentra a entrenar en Navacerrada lleva una vida espartana al cien por cien. Pero el día antes de bajar a Madrid, ya con todo el trabajo realizado, se suele dar un homenaje de judiones y cochinillo y hasta de huevos con morcilla”.

Y si él lo hace, ¿qué nos impide hacerlo a nosotros? Quizás sea entonces el momento de seleccionar nuestra propia receta o de entender que correr no sólo nos enseña a hacernos mayores. También nos enseña a comer y hasta a reconocer que cualquiera de nosotros puede ser Santiago de la Fuente en esa última recta del cross en el mes de octubre; la bolsa de patatas cocidas en la mochila de Higuero y hasta ese inolvidable imperdible que le sobraba a Hernández Galán en el maratón de San Sebastián. Porque eso no da ni miedo ni hambre. Sólo nos recuerda que todo tiene solución y que mantener el peso tampoco es tan difícil como tener una empresa. Sólo hay que entender que el sacrificio es así, que salir de la zona de confort no es fácil y que la obsesión no es una orden de desahucio como se comprueba en la tesis de José Carlos Jaenes, el hombre que hubiera dado la vida por ser Lasse Viren en los JJOO de Munich 72. Fue entonces cuando descubrió algo que, para mí, es como una ley, la luz del sol: “Vivimos alrededor del cuerpo y el cuerpo es exigente por naturaleza”. Porque si uno entiende  eso, en realidad, ya lo ha entendido todo.

@AlfredoVaronaA 


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