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De Erasmus en Viena y entrenando en un garaje 

Ainhoa Serrano, la hija de dos ex atletas de élite Antonio Serrano y Natalia Azpiazu, retrara su experiencia cono atleta de combinadas en estos días de confinamiento en Viena, donde tiene 125 kilos de pesas en la plaza de garaje del apartamento de su novio.

Esta es una historia que demuestra como es la gente joven.

Ella es Ainhoa Serrano, hija de dos atletas que fueron de élite: Antonio Serrano y Natalia Azpiazu. Ella, que tiene 20 años, ha heredado la complexión física de la madre y trabaja para ser “una buena atleta de combinadas”: los sueños dan mucho trabajo. 

Ainhoa también es una estudiante de Nutrición que habla tres idiomas francés, inglés y, sobre todo, alemán. De hecho, el alemán es el idioma en el que se ha criado en el colegio; el alemán es el idioma que habla en Viena, en esa maravillosa Viena en la que ella realiza el Erasmus, en esa misma Viena en la que el tiempo rara vez se pone de acuerdo. Ayer hacían 20 grados y hoy está nevando.

Ainhoa conoció Viena y se enamoró de Viena en un viaje interrail, antes de cumplir los 18 años. Pero si no llega a encontrar un entrenador no hubiese venido aquí a hacer el Erasmus o se hubiese ido a otro sitio, quizás a Roma.

-Puse en Google ‘atletismo en Viena’ y me salió que había un equipo importante en la ciudad. Después, busqué en Instagram si habia un entrenador de combinadas y me llevé una alegría: lo había.

Después, le escribió a ese hombre un mensaje directo:

-No le conocía de nada, pero me atreví a  explicarle quién era yo, que estaba en 4.020 puntos en decathlon y le pregunté: ‘¿podría entrenar con usted?’

Y Herwig Grunsteidl, que así se llama el entrenador, le contestó ‘sí, encantado’.

Desde entonces, han pasado más de seis meses que han pasado volando. Seis meses que hoy se domicilian en un garaje, en la plaza de garaje del apartamento de su novio que Ainhoa conoció nada más llegar a Viena y que, como ella, es atleta de combinadas.

En esa plaza de garaje los dos han improvisado un gimnasio en el que hay un banco, una barra, conos, gomas y 125 kilos en pesas que explican lo que pasa en el mundo: Viena también está metida en casa, las clases también están suspendidas y los gimnasios también están cerrados. El día que se conoció la medida Ainhoa y su novio buscaron una solución a medida. La encontraron en los 40 metros cuadrados que les corresponden en el garaje.

-El garaje: tenemos el garaje para entrenar -se dijeron.

-¿Y los vecinos?

-Nada, los vecinos no dicen nada. Cuando bajan y nos ven se quedan con cara rara, como si estuviésemos locos, pero no dicen nada.

En la vida real pasa como en las películas: los sueños también se enfrentan a  obstáculos. “No siempre se puede entrenar donde se quiere”.

Pero entonces hay algo más importante que la lógica: la imaginación.

Así nos lo demuestra esta historia en la que Ainhoa desafía al futuro. “Creo que no me falta razón al intentarlo”, explica. “Llevo año y medio entrenando y ya estoy en 4.100 puntos. ¿Quién no me dice a mí que si persevero? Hasta hace año y medio nunca había tocado una pesa. Tenía mil y un fallos técnicos que cada día que pasa voy corrigiendo. En un solo año mejoré más de 1.000 puntos. No tengo derecho a pensar que esto es imposible”.

Ainhoa también es esa chica a la que no le impone presión el brillante pasado de sus padres en el atletismo. “La gente me dice, ‘tú tienes que tener genética’, pero decirlo no vale de nada: lo que hay que hacer es demostrarlo y yo voy a intentarlo. De hecho, ahora en estos días bajamos mañana y tarde a entrenar al garaje, ¿por qué?, porque tengo esa motivación”.

“Fui una atleta  que empecé tarde”, explica hoy. “Mi madre prefería que no hiciésemos atletismo. Pero a los doce años mi padre me apuntó a unos Juegos Escolares en los que gané sin dificultad y en los que me di cuenta que tenía facilidad. Fui a mis padres y les dije, ‘por favor, por favor apuntarme a atletismo”.

A los 20 años, no hay nada más natural que el entusiasmo. “No sé hasta dónde podré llegar, pero ¿te imaginas?”

A los 20 años, Ainhoa quiere ser solidaria con sus sueños. “Que trate de ser atleta no significa que descuide nada. No lo voy a hacer. De hecho, estoy estudiando nutrición y cuando termine quiero hacer fisioterapia porque quiero dedicar mi vida al deporte y cuanto más formada esté, más fácil será, imagino”.

Ainhoa tuvo un entrenador en Madrid, Rubén Pedroche, que le puso las cosas claras.

-Tienes que ir con paciencia, Ainhoa.

Quizás por eso hoy ella misma pone de ejemplo a la paciencia y recuerda que la paciencia es compatible con el éxito, porque en los antepasados del éxito siempre está la paciencia.

Ella misma es un ejemplo:

– Llegué al campeonato de España sub-23 de pista cubierta hice marca personal en todas las pruebas.

Su biografía está por construir, pero ya aparece buena materia prima en una joven que llegó a Viena con incertidumbre. “Me decían que los austríacos podían ser muy bordes, muy antipáticos. Pero yo no puedo decir eso. Mi experiencia no ha sido así. A los tres días de estar aquí, una chica del equipo me invitó a salir con sus amigos y, desde entonces, lo único malo que me ha ocurrido aquí está siendo vivir la crisis del coronavirus”.

“Pero si estuviera en España sería igual”, replica. “Incluso más estricto por lo que me cuentan mi hermana y mis padres. Es más, creo que aquí en Viena se está llevando de otra manera. El otro día salimos a hacer unos cambios de ritmo, porque aquí aún se puede salir a correr y había bastante gente paseando por la calle. Me extrañó”.

Ainhoa vive en el centro de Viena, al lado del parque de Atracciones, donde no sabe si estará el resto de su vida. “¿Quién sabe? Esas cosas no se saben. El futuro lo dirá. Cuando termine nutrición deberé decidir donde estudio fisioterapia: si en Madrid o en Viena o en otro sitio. Pero de veras que no lo sé. Ahora no lo sé. Sí puedo decir que aquí la Universidad pública es gratuita, me parece que se pagan 20€ al semestre y si lo comparo con los 1.600 que me costaba en Madrid…, y si hay diferencia, sí, pero no sé, ya veremos”.

Al final, la vida es lo que decíamos antes: paciencia.

La vida también es un estado de ánimo como le explicó ella a su padre cuando se puso hecho unos zorros el día en el que Ainhoa apareció en casa con su primer tatuaje: la fecha de nacimiento de su hermana.

Hoy, Ainhoa ya tiene 18 tatuajes, dibujarlos es otra de sus especialidades como ya le ha desafiado a su padre, que fue el primer atleta español que bajó de 2 horas 10 minutos en maratón.

-Ya verás como algún día te lo hago a ti, tiempo al tiempo

Su madre Natalia Azpiazu también fue una mediofondista con mayúsculas que llegó a ser internacional. Pero en este viaje me parece que es innecesario buscar comparaciones.

-Yo haré lo que pueda hacer.

Así lo rebate Ainhoa que, como ahora pasa en la calle, respeta la distancia de seguridad con el futuro. Quizás la mejor y única manera de ir por la vida en la que la incertidumbre es necesaria.

Sobre todo, para la gente joven.


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