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Con la ambulancia en los talones (II)

Pues si amigos, tenemos segunda parte. Si creíais que había algo peor que ir corriendo con la sombra de la ambulancia pisándote los talones, pues no. Puede ser peor ‘a priori’. Puedes acabar dentro de ella.

Aprovechando una estancia por trabajo en México, me inscribí en la carrera Adidas 21K que transcurría por las 3 secciones del pulmón del Distrito Federal, el bosque de Chapultepec. 21km de sube baja a 2.300m de altitud. Casi nada.

Empiezo a correr con un #efectoLute como la copa de un pino y en el km 4,5 veo como la gente empieza a girar en medio de unos arbustos; mientras dudo sobre si ese giro es oficial o #runnerdemierda (era oficial)  no miro al suelo y zaska, aterrizaje forzoso en plancha contra el asfalto. El golpe es tan fuerte que no me puedo ni mover, así que los voluntarios me ayudan a incorporarme y apartarme del circuito hasta que llegue… la ambulancia. Mientras el chico me curaba las rodillas, me preguntó: ¿vas a seguir? Uf uf uf, esa frase me suena.

Lo cierto es que hasta ese momento tenía claro que paraba, pero de repente pensé: ¿por qué no? No tengo nada que perder, ya me he quedado la última y si me duele mucho, pues tengo la ambulancia conmigo. No voy a abandonar dos veces por culpa de una ambulancia!  Así que le contesté: ‘si, sigo’ y él me dijo: ‘venga, a por todas’. Igualito que en mi primera experiencia ambulancil. Igualito.

No se cuanto rato pasó, pero al menos 5 o 10 minutos, por tanto imaginad donde estaba la carrera ya. Empecé a correr de nuevo y sin rastro de corredores, ni de la ambulancia ni de nada, en medio de aquel bosque con las rodillas en carne viva, de pronto me sentí muy sola, perdida.

A 9.000km de mi gente y me  quedaban casi 16km.  Pensé en volver atrás y abandonar, pero en lugar de ello, saqué el móvil y escribí al grupo de whatsapp de los compañeros de entreno buscando el consejo o los ánimos que más necesitaba en ese momento. Buscando una respuesta. Y la respuesta fue masiva: sigue! emocionada, me dije: venga pues, a por ello, adelante.

Mi soledad y yo nos enfrentamos a los  km restantes, los primeros cruzándome con todos los corredores que venían en sentido contrario; los pensamientos boicoteadores me atacaban en plan nubarrón, pero los combatía pensando que me iba a demostrar a mi misma que podía con ello.

Quería acabar esa carrera y la iba a terminar como fuera. Seguramente pensareis que estoy loca por seguir así, y a lo mejor en otras circunstancias me hubiera retirado, pero cada uno encuentra el reto en diferentes formas y en diferentes momentos; y en cierto modo, para mí acabar esa carrera ese día, frente a esas dificultades cobraba un significado metafórico del momento que estaba viviendo.

Desde la mitad de la carrera  empecé a adelantar gente hasta el final y cada vez que me cruzaba con la ambulancia, el chico que me había curado me saludaba con el pulgar extendido. Ese pulgar y los whatsapp fueron mi gasolina para llegar ese día. Obviamente las piernas y la cabeza las pones tú y sólo tú, pero indudablemente cualquier gesto de apoyo, por el medio que sea, en momentos así, te ayudan a seguir. Correr es un acto solitario, está claro, pero  cuando las cosas se tuercen, sentirte acompañado en cualquier forma: telemáticamente, físicamente o mentalmente,  convierte un potencial abandono en un reto superado, aunque sea de la mano de la ambulancia.

Así que sí, he dejado de ver a la ambulancia como el ‘enemigo del que hay que huir’, si las cosas se ponen feas,  prefiero verla como una compañía. Y además, no olvidéis que pase lo que pase, con un móvil en el bolsillo, you’ll never run alone.

@planteamon–  https://ultimocajon.com/


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