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El club de los poetas muertos

Lucas Bua, Óscar Husillos, Darwin Echeverry y Samuel García,  el relevo del 4×400, demostró ayer que el atletismo español también tiene derecho a soñar. 

‘Carpe diem’, como decía el profesor Keating, ‘El club de los poetas muertos’. Y ahora lo más difícil, que es explicarlo en el día de hoy en el que el testigo en las semifinales del 4×400 fue como ese día festivo que nos recuerda que esta es la única manera de que el atletismo no sea un deporte completamente individual. Por eso en las clases de atletismo de mi hijo pequeño, en las pistas de Suanzes, hay un profesor que, sin ser el profesor Keating, juega muchísimo con el testigo como si se tratase de una palabra. No hay día en el que los niños no hagan carreras de relevos. Él razona que, a estas edades, también se trata de enseñarlos que el atletismo es un reflejo de la vida. Y en la vida, como en la poesía, también se juega en equipo. Y si nos atrevemos a hacerlo tal vez podamos hacerlo.

Porque hacerlo es incluso más bello que relatarlo como teníamos que sentir algún día. Y ese día ha podido haber sido hoy en el estadio de Strafford. Pero antes de bajar a la pista déjenme que les siga relatando lo que cada tarde de viernes significa ver a esos niños de 8 y 9 años jugando con el testigo. Un asunto de lo más humano con esos movimientos de muñeca de los chavales y esos ojos  educados para coger el testigo del compañero. Y recordar que en el fondo no sólo se trata de coger ese testigo. También de perder el miedo o la agonía a que se le caiga a uno de la mano, a que la muñeca no haga bien su trabajo o a que una situación,  que a ellos les puede parecer límite, vaya a desautorizarlos delante de los demás como si le diésemos una patada al esfuerzo: vuelve el profesor Keating, hagámosle caso, ‘carpe diem’, siempre ‘carpe diem’, el miedo no tiene por qué estar ahí.

Por eso, desde la grada, uno se ha acostumbrado a respetar  las carreras de relevos, a través de unos simples niños, quién lo iba a decir, y a lamentar tan solo que en esta sociedad nuestra no haya un equipo de relevistas, capaz de servir de ejemplo o de recitarlo de memoria como si fuese el equipo titular del Athletic o ‘El club de los poetas muertos’, el lenguaje en manos de un loco inteligente,  que recuerda que soñar aún es más inteligente todavía.

Pero desde ayer ya tenemos ese equipo, destinado a servir de ejemplo a esos chavales e integrado por cuatro nombres, Lucas Bua, Óscar Husillos, Darwin Echeverry y Samuel García que, pase lo que pase, ya tienen apellidos memorables. Porque no sólo hicieron un maravilloso trabajo en la pista. También se metieron en la final de un Mundial y lo único que me falta pedir es que esos niños estuviesen frente al televisor como lo están cuando empieza  ‘Master Chef junior’. Porque la perfección nace tanto de la repetición como de los espejos que le sirven a uno de ejemplo. Y no sólo yo. El profesor Keating también lo hubiera dicho así.  Y, además, hubiera añadido que vivir sin espejos es como vivir sin amigos. Y, por supuesto, hubiera felicitado, pase lo que pase hoy en la final, a ese cuarteto atrevido de españoles. El club de los poetas muertos. ‘Carpe diem’, señores,  ‘carpe diem’.

@AlfredoVaronaA 


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