Inicio Entrevistas "Vengo de un pozo muy, muy oscuro" 

"Vengo de un pozo muy, muy oscuro" 

celia anton
Emotiva historia de la atleta Celia Antón, que acaba de lograr una reputadísima marca de 9’01″51 en 3.000 en pista cubierta, tras esos años peleando con las lesiones en los que pidió cambiarlo todo, hasta su habitación en la Blume. “Aquel mes con muletas me cambió la vida”. 

Hay veces en las que nadie tiene la culpa. Hay veces en las que ni siquiera se trata de buscar culpables. Pero es entonces cuando hay que tomar decisiones, “romper con todo o empezar de cero”, como explica ella, Celia Antón, cuyo pasado no es el cielo azul. En su memoria aparecen dos años que, en vez de cerrarle la puerta,  le enseñaron que “no todo es blanco o negro”.  De ahí que esta conversación con ella sea como un paseo por la playa, un golpe de Estado frente a las lesiones que le concedió el deseo de salir  “un pozo muy, muy oscuro”. A su lado, tuvo entonces la tentación de dejarlo todo y hasta de explicar que ‘esto es imposible’, porque dos años peleando con las lesiones debilitan. Sin embargo, hoy Celia Antón ha perdonado a esos años y está en posesión de una historia que ahora mismo podría durar 9’01″51 y Juan del Campo, su entrenador, explica como si fuese Morgan Freeman en el cine: “De esas veces que nuestro deporte es justo con quien se lo merece”.

Pero esto es la vida real. La vida en la que las lesiones duran las 24 horas del día. La vida en la que las emociones no se almacenan en un par de horas. La vida en la que un día Celia Antón pidió en la residencia Blume hasta el cambio de esa habitación 534 en la que vivía y que, en realidad, no tenía la culpa de nada. Pero entonces necesitaba cambiarlo todo para apagar el fuego. Quizá porque tenía que ser así. Quizá porque hay veces que es mejor volver atrás que perderse en el camino. Las lesiones no la dejaban en paz y las lesiones han  faltado el respeto a atletas magníficos. El miedo tenía sus razones cuando llegó “esa fractura por estrés en el calcáneo”. El precio fue un mes con muletas que iban a cambiarle la vida. Hoy, es un golpe de humanidad sellado a fuego en su memoria, pero ayer fue un tiro de realismo. “No sabes el valor que tienen las cosas hasta que te sientes inmovilizada, porque te rompe tu crónica de vida por completo. Entonces entiendes que subir o bajar unas escaleras no es tan fácil como te parece a diario”.

 El recuerdo ahora es inteligente, sin faltas de ortografía. “Las muletas me ayudaron a descubrir que necesitaba romper con todo. Quizá por eso tengo mucho que agradecerlas o que reconocer que las muletas me han ayudado a conocer cosas de la vida que desconocía”. Hizo caso del sexto sentido. “Descubrí que necesitaba cambiar con todo, que necesitaba cambiar mi vida y, en definitiva, que necesitaba intentarlo”.  De ahí que un día se le ocurriese ir a buscar a ese dúo de entrenadores, Juan del Campo y Luismi Berlanas, que han hecho sociedad en la Blume. Y se lo dijo a los dos a la cara, como sólo se pueden decir estas cosas: 

-¿Queréis entrenarme?

Después, ha sido el tiempo el que ha hecho su trabajo. Es más, no hay otra forma de explicar esta historia que Juan del Campo resume como si fuese un libro de texto. “Decir Celia Antón es decir método, sistema, organización”. Berlanas titula el primer capítulo: “Método, método y después método”. Y uno, cuando le pide a ella que cuente acerca de sus entrenamientos, rebate que no me puede decir nada, que no puede “meterse en una parcela que es de sus entrenadores”.  De ahí que la conversación opte por el sentimiento, que, en realidad, lo es todo. De hecho, fue su plan de ataque frente a las lesiones. “¿Que porque me lesionaba antes?”, se pregunta. “No lo sé. Es una buena pregunta. Si lo hubiese sabido no me hubiese lesionado nunca. Pero ya sabemos como somos los atletas cuando volvemos. Nos metemos en un bucle y se nos olvida que hay que compensar después de estar tanto tiempo parada y que no es suficiente con poner todo de tu parte”.

Celia, sin embargo, no borra su nombre de los recuerdos. “Al menos, yo siempre tuve la conciencia tranquila. Hacia lo que podía. Hacía lo que me decían. He sido así siempre. Pero las lesiones son así. Nadie puede decir que es imposible que mañana no vaya a lesionarse, porque es uno de los riesgos de este deporte. Llevamos al cuerpo al límite y eso no es salud. Pero no me importa. Me gusta el atletismo. Me gusta desde que aquella profesora de Educación Física me dijo que tenía condiciones para esto y tuve que convencer a mis padres para que me dejasen hacer atletismo. Y fui y gané el primer cross en el que participé”. Las dificultades han venido después, pero así es la vida. “Mi futuro es el día siguiente”. El precio que le enseñaron estos dos años que demuestran que se puede salir de todo.  “El atletismo me ha enseñado a luchar frente al tiempo, a entender que sin paciencia no se puede hacer nada”. 

“Muchas veces no nos ponemos en el pellejo de estos chicos que han destacado tanto de pequeños y que luego por lesiones u otras circunstancias dejan de mejorar”, explica Juan Del Campo. “Sufren mucho y solo salen de la oscuridad del pozo los que tienen mucha ambición y mucho gusto por lo que hacen y Cellia lo tiene”. El pasado imparte magisterio como ella misma reconoce. “Ahora me doy cuenta de todo lo que he aprendido de los malos ratos, pero en su momento se hicieron tan largos…, porque una vivía entre atletas. Veías lo que hacían ellos y lo que no podías hacer tú y eso era difícil”. Hoy, a los 22 años recién cumplidos, hace caso a su entrenador.   “Cuando corres la alegría crece de manera lineal con tu estado de forma”, le dice él, “pero cuando llega la lesión, la elíptica, la piscina, las bicis… la tristeza crece exponencialmente. Por eso las lesiones le han llevado a Celia a disfrutar más de las cosas que está consiguiendo y con ello me refiero a una serie, a un entrenamiento, a una competición o a un día con su familia”. De ahí la emoción que desprenden esos 9’01″51  que hizo el pasado sábado en los 3.000 metros de pista cubierta en Karlsruhe, que es una marca llena de reputación y que la gran Ana Peleteiro supo explicar como nadie en redes sociales: “te dije que lo conseguirías y lo has hecho! Piel de gallina y lágrimas en los ojos…, enhorabuena mi pequeña”. Y la pequeña es una joven que cada vez es menos pequeña, dentro y fuera del atletismo, Celia Antón, la misma que un día apareció en la Blume  procedente de Aranda de Duero. Respiraba atletismo. Después, las lesiones no han hecho otra cosa que fortalecer ese amor por el atletismo.

@AlfredoVaronaA 


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