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Carolina Robles: ganar a cambio de 5€

La atleta española del invierno, que entrena sola en Sevilla, cuenta como le salió su magnífica victoria en el mitin de Valencia. “Me quedaron 5 € limpios porque me pagaron 250 € y entre el viaje y el hotel me había gastado 245”. 

Pues después de hacer cuentas fueron 5 euros los que le quedaron limpios a Carolina Robles, qué cosas tiene la vida.

– Pero sí, sí, porque gasté 245 € entre el avión de Sevilla a Valencia y el hotel y me pagaron 250 por la victoria.

Carolina es la atleta española de este invierno: la mejor en la San Silvestre Internacional y la que el pasado sábado bajaba de los 9’00” en el 3.000 del mitin de Valencia, la octava mejor marca de todos los tiempos.

– A cambio, 250 €.

– Sí, señor.

– Bueno.

– Si le digo la verdad, estoy muy agradecida al mitin de Valencia -añade ella-. Si no lo hubiesen organizado no hubiese podido hacer esa marca.

– En realidad, si hablamos de dinero no vamos a ir muy lejos. Desde el confinamiento, si no fuese por los 3.000 € que me paga el club, prácticamente no he tenido ingresos con el atletismo”.

“Pero ahora el dinero no es lo que más valoro. De hecho, yo, que soy una persona hecha para no gastar, casi todo lo que tengo lo gasto en atletismo, en fisios, en zapatillas, en viajes como el de Valencia. Estoy invirtiendo en un sueño que puede salir o no. Pero ¿y lo bien que me lo estoy pasando? ¿y lo que estoy sintiendo?”

En un mundo tan materialista da gusto escuchar a gente como Carolina Robles, a los 29 años.

Junto a su perra, a su princesita, como ella dice, con la que aparece en la fotografía: Layla.

“Me la encontré malherida en medio del campo mientras entrenaba con mi novio”.

Su novio es Daniel Manzanares, un joven de 27 años al que no se le da mal correr: tiene 9’21” en 3.000 obstáculos y 4’03” en 1.500.

Si no fuese por él, que le tira en muchos entrenos, Carolina Robles entrenaría sola: lleva ocho años entrenando sola, en realidad, en el barrio de Montequinto (Sevilla), donde los dos viven de alquiler.

El pasado domingo Carolina volvía de Valencia y, nada más llegar a casa, se iba a entrenar al parque a las 18.30.

– ¿Quién nos iba a decir que ibas a bajar de 9’00”? -le decía Dani, su novio-. Nosotros, que lo veíamos como algo a tan largo plazo….

– El caso es que Antonio llevaba días y días diciéndome ‘tu puedes, Carolina, tú puedes bajar de los 9’00”.

Antonio es su entrenador: Antonio Serrano, que la entrena a distancia desde Madrid.

Un día ella le llamó a él.

– Hola, soy Carolina Robles y mi sueño es participar este verano en los 3.000 obstáculos en los JJOO de Tokio y he pensado que podrías ayudarme -le dijo.

– Claro, encantado.

Carolina le habló, como me habla ahora a mí, desde la pasión.

– En 2013 tuve una lesión que me tuvo casi dos años parada. Los médicos me decían que el alto rendimiento se había acabado para mí.

Y lo pasó fatal.

– Mis padres se estaban divorciando, y mi gato cayó enfermo, yo estaba lesionada y cogí una depresión de la que no sabía como salir, cuando te sientes acorralada.

Pero salió y mira donde está hoy Carolina Robles como si la pandemia nos hubiese cortado el paso a todos menos a ella, octava mejor marca española en 3.000 en pista cubierta de todos los tiempos, qué sería sin la pandemia.

– Ni lo pienso -interrumpe ella-.

Nos cuenta entonces que ella aprendió a batallar desde muy niña frente a los obstáculos.

Tenía siete años cuando su padre, que era camionero y que ese día transportaba muebles, la llevaba al colegio en la cabina del camión y, de repente, chocaron frente al túnel a la salida del barrio

– No lo recuerdo del todo pero lo recuerdo -dice ella.

– Recuerdo que la cara y el cuerpo se me llenaron de sangre y cristales; que cuando me vio mi madre se puso a gritar; que estuve mucho tiempo sin ir al colegio ; que los labios se me hincharon y que lo primero que hacía cada día, nada más levantarme de la cama, era mirarme en el espejo.

Cómo le va a hablar hoy uno del miedo a Carolina Robles.

Ella misma te lo dice.

Te dice que en esto de vivir es preferible no tener miedo y que, si de niña se imaginó en unos JJOO, ahora tiene que intentarlo. Y lo va a intentar en los 3.000 obstáculos: su prueba.

Hija de camionero y limpiadora, ella es la mayor de tres hermanos y no hace falta que nadie le ponga los pies en el suelo.

– Crecí rodeada de humildad: ya no nos vamos a separar.

Su entrenador sí le dice:

– Carolina, ¿y si pudieras dejar de trabajar para dedicarte solo al atletismo?

– Ya, Antonio, pero es que las facturas hay que pagarlas: hace siete años me independicé de casa.

Estudió Ciencias del Deporte, una profesión en la que no sobra trabajo y en la que no falta intrusismo.

– Decidí montar una escuela de atletismo con mi novio en el barrio en la que hoy tenemos 130 niños y lista de espera. Y nos va bien. Y esos ingresos son los que me permiten insistir en el atletismo. Pero, claro, es trabajo, son horas de pie, qué te voy a contar,  todo tiene trabajo.

Claro.

– Le puedo contar que celebré el fin de año sola en un hotel de Madrid tras correr la San Silvestre. Pero cómo no iba a correr la San Silvestre.

Aquella noche fue a comprar comida vegana porque un día se dijo, “ya no voy a comer más carne”, y las cosas que se dicen se cumplen.

En la habitación del hotel, en el primer suspiro de 2021, volvió a imaginar:

– ¿Y si este fuese mi año? ¿Y si me clasificase para Tokio?

A ver.

– ¿Que porque hice atletismo? Pues la verdad es que yo era muy futbolera del Betis hasta la muerte. Pero una amiga se apuntó a atletismo y el padre era su entrenador y desde entonces…

A los 29 años, la gente le dice “la madurez, Carolina, la madurez” y ella contesta… “pero es que me parece que sigo teniendo 20: yo no tengo la culpa de que el tiempo haya pasado tan deprisa”.

Le pasa a ella y nos pasa a todos mientras tratamos de encontrar nuestro sitio en la vida.

Y a lo mejor hoy le han quedado 5 € limpios. Pero mañana pueden ser 500 o quién sabe.

 


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