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Ayad Lamdassem: este aún es país para viejos

Sus 39 años son una provocación para escribir y para recordar que el maratón, tras su maravilloso récord de España, aún sigue siendo país para viejos.

En nuestra habitación, en la mía y en la de mi hermano (que siempre tuvimos la fortuna de compartir habitación) dejamos una cosa clara como si fuese un libro más en la estantería:

-Los maratonianos debían ser atletas mayores, muy mayores.

También lo podíamos haber escrito en las paredes aquella noche en la que nos acostamos tras ver ganar a Carlos Lopes en el maratón de los JJOO de Los Ángeles 84.

-¿Has visto la edad que tiene, Alfre? -me dijo mi hermano.

– Han dicho en la tele que 37 años.

-¿Te imaginas un delanterio del Madrid con 37 años?

Aquella pregunta me hizo pensar y provocó que dormir no fuese lo más importante pensando en las cosas que se podían hacer a los 37 años.

Uno hasta entonces tenía a los deportistas de esa edad por álbumes de recuerdos, por libros de historia.

No sabíamos que pudiesen ser de acero inoxidable.

Quizás por eso hoy siempre que hablamos de maratón mantenemos una fidelidad extrema al recuerdo de Carlos Lopes, a la brutalidad de sus 37 años: ni siquiera el profesor de matemáticas tenía esa edad.

Nunca más volveríamos a llamar viejo a nadie.

Fue la primera enseñanza del maratón.

Si pudiésemos programar a los ganadores de maratón, desde entonces, ya quedó claro como serían: tipos alejados de la treintena o próximos a los cuarenta, sin inocencia ninguna y con mala uva como Carlos Lopes.

-No vais a tener cojones de ganarme hoy -les decía Carlos Lopes a sus rivales en la línea de salida.

Esas cosas no se dicen con 20 ó 25 años. O no se saben como decir, ¿te imaginas a alguno?

Pero es que el maratón es una distancia de supervivientes.

Quizás por eso esta última mañana de domingo en el que le tocaba pasar planta en el hospital, nada más poner el pie en la calle,  mi hermano me llamó:

-¿Has visto lo que ha hecho Lamdassem?

Y le cogí el teléfono:

-Qué bárbaro, sí.

-Dicen que tiene 39 años, que ha bajado tres minutos su marca en maratón.

-Se dice y no se cree.

-Catorce años después, ha tenido que ser un tipo de 39 años el que acabase con el récord de España de maratón.

En un momento volvimos a aquella noche del 84, incapaces de entender entonces que un hombre nacido en 1947, un tipo que parecía Dustin Hoffman, fuese campeon olímpico de maratón.

Ya no quedaban futbolistas de esa edad ni ciclistas ni jugadores de baloncesto ni atletas que supiéramos nosotros.

Por eso el triunfo de Lamdassem hoy es una auténtica provocación para escribir,  para recordar que los viejos todavía tienen derecho a ganar y para prohibir el paso a toda esa legión de recién nacidos que han cargado la escopeta en el maratón.

Tenemos la sensación de que, al paso que vamos,  algún día un adolescente será el campeón olímpico de maratón.

Y no: no se trata de eso, o no nos gusta eso, somos románticos, y menos mal que aún queda gente como Ayad Lamdassem para resucitar de sus propias cenizas y para impedirlo.

Un tipo que lleva mil años en esto, que ya tiene derecho a estar acabado y que ha demostrado que el maratón todavía sigue siendo país para viejos.

Buenas noches, Ayad.

Te lo agradecemos.

Esta asignatura a nosotros ya nos la enseñó Carlos Lopes en la infancia y se lo agradecimos muchísimo.

Ahora, tú nos la acabas de recordar en esta supuesta madurez que nos corresponde por edad.

En algo no hemos cambiado.

Seguimos amando a esos atletas pegajosos, de los que no se dan por vencidos ni escayolados.

Puestos a llevar la contraria, te has postulado como el mejor, en nuestro accidente preferido este fin de semana.

Gracias.

En una época tan difícil como ésta para los romanticos, en la que parece que se han perdido el respeto a los récords, necesitamos a la gente de la vieja usanza.

Quizás más que nunca.

El maratón siempre fue el arte de saber esperar.

Y también fue la habitación que alquilaba esa gente mayor como tú, Ayad Lamdassem, cuando se veía que no, que en la pista ya no podía ser, que todo pasa y todo queda.

Y, además, los entrenadores se sentían como peces en el agua cuando nos explicaban que “el que vale vale y el que no al maratón”. 

Y los atletas de maratón no les pedían ajustar cuentas a esos entrenadores por lo que habían dicho.

Hacían algo más inteligente: aprovechar sus oportunidades, que era la mejor forma de demostrar que el orgullo existe.

Sé que todo cambia o que todo evoluciona y que en estos 36 años, desde los JJOO de Los Ángeles 84, ha habido más como tú, Ayad.

Pero en esta nueva era del atletismo, en la que podríamos amanecer con un récord debajo de la almohada, el primer gran ejemplo lo ha dado tú:

Ayad Lamdassen, a los 39 años.


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