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"El atletismo me ha enseñado a perdonar"

Emotiva historia de David Palacio, la gran revelación del cross español esta temporada que, diez años después de la muerte de su padre, ha levantado cabeza gracias a Toni Abadia. “Si piensas en las personas que están en el cielo, volverá a salir el gran atleta que llevas dentro”, le convenció.

Perdón. Esa es la palabra que tiene una función insustituible en la vida y que él, David Palacio, a los 30 años, ha aprendido a manejar antes de que sea tarde. “El atletismo me ha enseñado a perdonar”. Y en esta conversación, en la que el mundo va a girar a su entorno, vamos a dar la vida por esa palabra, vamos quizá a emocionarnos al volver a 2009 cuando murió su padre, que entonces era un guardia civil de 54 años. Un cáncer de pulmón se lo llevó contra pronóstico y David se quedó sin el hombre que le acompañaba a todos los sitios desde los 11 años cuando empezó a hacer atletismo en aquel colegio de Écija. “Sin haber corrido en mi vida, gané al pruebas de relevos, de 60 y de 600 metros, donde llegué a hacer 2’00” justos”. Desde entonces, su padre se convirtió en su mejor premio. “Antes de empezar a competir, era él quien me ataba los cordones de las zapatillas“, explica hoy, “y recordar eso no tiene precio”.

Justo un mes después de la muerte de su padre, el 5 de junio de 2009, David Palacio era campeón de España promesa de 800 metros. Pero la fotografía en el podio no decía toda la verdad. El dolor no estaba resuelto. Él no estaba recuperado de ese golpe, de la desaparición de aquel hombre con el que iba a todas partes, maravillosa relación padre hijo, cuánto darían todos los padres. “No veía salida a la vida sin él”. Todos los semáforos se pusieron en rojo. “Sufrí problemas psicológicos que acabaron en una depresión. Me faltaban solo ocho asignaturas para terminar la carrera de ingeniería industrial y la dejé, porque yo no sabía lo que hacer: cosas, que me gustaban, empezaron a dejar de gustarme. No quería ver la vida sin mi padre y no entendía porque se había ido mi padre justo en el momento en el que yo empezaba a despegar en el atletismo. No lo podía perdonar”. David no encontró refugio ni siquiera en los días de éxito: “Hasta en los mejores días si recibía 10.000 felicitaciones buenas por una carrera y una mala, yo me quedaba con la mala”.

“No fue fácil vivir así. Marché, incluso, desde Sevilla a entrenar a Soria, a muchos sitios. Pero no me adaptaba ni al entrenador ni a los compañeros. Hasta cuando mejor me sentí, no tuve suerte como cuando hice 3’39’09 y me quedé a 91 centésimas de acudir al Mundial de Pekín o para los JJOO de Río en el que hice 1’46″60 y, sin embargo, la Federación decidió llevar a Kevin López lesionado”, explica hoy David Palacio, que, en medio del océano, no encontraba su sitio, las cosas que pasan cuando la luz está apagada. “Hasta la gente que más trató de ayudarme como Arturo Casado el año en el que entrené a distancia con él no lo consiguió. Las cosas no salían por más que yo lo intentaba. Siempre he sido perseverante y descubrir que ni aun así era suficiente me maltrataba por dentro. Me sentía triste, no sabía perdonar a las dificultades. No entendía que pusiese tanto de mí para alcanzar un sueño y aun así fuese tan difícil”.

Hoy, tantos años después, en este maravilloso invierno de 2019, es justo recordar. Hasta es justo imaginar que su padre nos estará escuchando desde su domicilio en el cielo. Sólo por imaginarlo merece la pena esta conversación en la que da gusto escuchar a su hijo relatar la temporada que lleva en el cross “en la que he sido primero en la Espada Toledana y en los 10K de Ibiza, segundo en el cross de Aranda de Duero, quinto en Venta de Baños, séptimo y primer español en Itálica…” Porque la felicidad de los demás también es importante. Máxime en historias como ésta de David Palacio, que parecía un atleta atascado hasta ese día en el que Toni Abadia le presentó las puertas del futuro. “Mira, David”, le dijo, “si vuelves a confiar en ti, si piensas en las personas que están en el cielo, volverá a salir ese gran atleta que llevas dentro”. Es más, Abadía le recordó aquellos años en categorías inferiores, “en los que el único rival al que tenía miedo en el 1.500 era a ti, David”.

Su padre entonces estaba en la grada, pero la diferencia, por duro que sea de admitir, es que no se puede vivir en el pasado: el pasado es parte de los recuerdos. David Palacio lo ha entendido a tiempo. De ahí que hoy sea el atleta que siempre quiso ser. Un hombre  reformado por dentro y por fuera, agradecido al atletismo “porque me ha enseñado a perdonar” y, sobre todo, a Toni Abadía al que se refiere como “Don Antonio Abadía”. “Fue él quien me propuso venir a entrenar en el mes de septiembre a Zaragoza. Desde entonces, compartimos un piso de alquiler pegado al Parque Grande, lo que nos permite salir de casa y empezar a entrenar”. Allí, Palacio ha descubierto algo más importante que ganar o perder. “La clave es ser feliz”. Un estado de ánimo que se refleja en esta conversación, alejada de los malos tiempos. El pasado ya no es una trampa y él es un atleta, que realiza una media de 160 kilómetros a la semana y que relata, orgulloso, los entrenamientos que apunta cada día en la libreta como “esos 10×1.000 que empecé en 2’52” y terminé en 2’39” con 1’00” de recuperación sin zapatillas de clavos”.

De alguna manera se ha convertido en un atleta total que lo mismo habla del Mundial de cross, del 1.500 en verano, de bajar de 28’00” en 10.000 o de la media maratón que ideó correr cuando ayudó a Toni Abadía a preparar la de Valencia. “Pero entonces Pepe Mareca me dijo que aún era prematuro”. Porque Pepe Mareca es el responsable de su nuevo grupo de entrenamiento en Zaragoza. El entrenador especializado en hacer de los atletas mejores personas. El hombre del que no conviene apartarse ni un segundo. “Sólo con su presencia es como si resolviese problemas”, explica Palacio. “El mero hecho de escucharle a él, un hombre que se levanta a las cinco o seis de la mañana para ir a trabajar, ‘mi teléfono está disponible las 24 horas del día’… Eso no se puede explicar con palabras. Aún menos para mí después de lo que he vivido en todos estos años, después de lo que he batallado conmigo mismo. No tengo palabras. Sólo emociones. Pero, al fin, me he dado cuenta de que si le sonríes a la vida…, la vida te devolverá esa sonrisa”.

Por eso Palacio sonríe. Y mira al cielo. Y es como si viese a su padre. Y es como si nosotros lo viésemos a él disfrutando de cada segundo de la vida triunfando con la misma honradez con la que se enfadaba en el pasado. No machacando más necesariamente, “pues el entrenamiento que hacía antes para mediofondo era mucho más agresivo. Pero Pepe es un hombre al que no le gustan los test sino que habla de la importancia de acumular cada día”. Y todo eso se demuestra en abrazos como el la meta del cross de Itálica. El abrazo entre él, Toni Abadía y uno más que, por esas cosas de la vida, no salió esa mañana de domingo en la fotografía: su padre. El guardia civil que se fue a los 54 años y que hoy debe sentirse muy orgulloso. Tiene un hijo que ha sabido vencer a la dificultad, que hoy representa una lección de vida y que, en la despedida, resumió maravillosamente lo que ha sido esta conversación: “Si no le importa”, me dijo, “me gustaría que titulase así la entrevista: “el atletismo me ha enseñado a perdonar”.

@AlfredoVaronaA 


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