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El año en que se visibilizó lo invisible. El lento camino de los JJOO por despojarse de sus demonios ocultos.

Sí, los Juegos Olímpicos han tenido en ocasiones momentos políticos, pero en ninguna cita como en Río se habían cuestionado tanto algunas verdades que parecían inamovibles. Es posible que nunca existiera un momento mítico en el que los Juegos Olímpicos fueron el remanso de paz, concordia y armonía que todos querríamos que fuesen, pero los JJOO de Río marcarán -creo- un antes y un después en cómo percibimos determinadas cosas que antes dábamos por sentadas del deporte, olímpico o no… La idea de la tregua olímpica y del ideal del cuerpo apolíneo de los griegos ha entrado en crisis, porque aún cuando el discurso del odio sigue asomando su sucia cabecita, hoy en día ya no se callan ni se dan por hechas tantas cosas sobre el deporte. La mirada sobre los juegos ya no es sólo la de los jóvenes varones blancos heterosexuales. Y eso sólo puede ser bueno.

Olimpismo longevo.

Foto: Peru.com
Foto: Peru.com

Mucho se ha hablado de la foto de Joseph Schooling junto a Michael Phelps cuando el primero era sólo un escolar de Singapur y el segundo arrasaba en el medallero de Pekín. La lección era clara: vienen-empujando-el-tiempo-pasa-para-todos, parece querer decir la foto. Igualmente, también se han vertido ríos de tinta sobre la juventud de Simone Biles. Todo esto es normal, porque al fin y al cabo el deporte de élite requiere una condición física que suele llegar a su apogeo en la juventud. Pero junto a ellos se ha hablado también de Anthony Ervin (dos medallas de oro en natación), de Oksana Chusotivina (gimnasta, 41 años, lleva compitiendo desde Barcelona 92) o de la entrenadora Ans Botha, 74 años y una vida entera dedicada al atletismo.

Sí, siempre ha habido atletas mayorcetes (en disciplinas como la equitación, el tiro o el tiro con arco son bastante frecuentes), pero posiblemente hasta ahora nadie había pensado en su potencial como iconos del deporte. En el caso de Chusotivina, por ejemplo, el portal Popsugar -muy enfocado al fitness casero femenino- le dedicaba un vídeo inspiracional, con el claro mensaje de que la edad no es incompatible con el deporte.

Cuerpos olímpicos.

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Los JJOO también están siendo los primeros en los que la mayor parte de la opinión pública ha dejado de tolerar la gordofobia. Por desgracia, ésta sigue existiendo, pero si hay algo más profundamente ridículo que afearle el cuerpo a un atleta olímpico, que baje Zeus (olímpico) y lo vea. Y a pesar de ser profundamente patético, lo han hecho algunos, como el diario Marca, cuyo CM se creyó muy gracioso al comentar el peso de Teresa Almeida, la portera de la selección angoleña de balonmano, u otros que se han metido con el del nadador etíope Robel Kiros Habte.

Juegos sin armarios.

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Queda aún un largo camino para desterrar la homofobia del planeta, pero en los JJOO de Río se han podido ver pequeñas señales de cambio. Algunas, teñidas de rabia, como la reacción que suscitó el artículo del portal The daily beast, en el que cuyo autor se dedicaba a ligar con atletas gays a través de la aplicación Grindr, sin ahorrarse los datos personales de muchos de ellos. Como le recordó el nadador de Tonga Amini, muchos de estos atletas pertenecen a países en los que la homosexualidad sigue siendo delito, o en los que sus vidas están en riesgo. El The daily beast retiró por primera vez en su historia un artículo: el artículo. Y por suerte, todo no fueron malas noticias.

Además de la inclusión de personas trans en la ceremonia de apertura -sólo mujeres; eso sí- los juegos también nos han brindado la imagen de la petición de matrimonio olímpica: la de una voluntaria y directiva del estadio Deodoro a su novia, la jugadora de rugby Isadora Cerullo. Una imagen impensable hace apenas cuatro años, y que todavía es inconcebible en otros ámbitos deportivos, como las grandes ligas de fútbol.

Contra las coberturas machistas.

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Vale, ok, no vamos a generalizar diciendo que todo el periodismo deportivo es machista. Pero para qué vamos a negarlo: buena parte sí lo es, y mucho.

Lo que parece haber cambiado en Río es que ya no aceptamos esto como una realidad inevitable. Allá donde hace cuatro años todo eran noticias sobre “accidentes con el bañador”, “las atletas más sexys”, etc., hoy la caspa más flagrante es cuestionada al minuto uno de aparecer en internet. Pero además se ha ido bastante más allá: una de las fotos más difundidas de los juegos ha sido la de dos jugadoras de volley playa, una egipcia y otra alemana, una tapada de cabeza a los pies, y la otra en bikini. Enseguida salió a relucir el hecho de que la africana fuera tan tapada, pero afortunadamente pronto surgieron voces que recordaron que el bikini, como prenda deportiva, es tan incómodo y viene tan impuesto por visiones masculinas sobre el cuerpo femenino como el chandal y el pañuelo. Al fin y al cabo, el volley playa masculino parece preferir los shorts.

Aunque el periodismo deportivo aún es un reducto masculino -en Río sólo el 21% de los informadores son mujeres- y que existe cierto machismo “soft” que se refiere a las deportistas siempre como a “ellas” o “las chicas”, son las propias atletas las que han comenzado a cambiar las cosas. Nos quedamos, por ejemplo, con la encantadorérrima nadadora china Fu Yuanhui, quien rompió mediante sus declaraciones con el tabú de la menstruación en el deporte (tabú que, por cierto, parece avergonzar más a La Vanguardia que a ella, puesto que la información aparece por algún motivo pacato en la sección “De moda”, y no en la de deportes).

Y lo que queda. Para bien o para mal, los JJOO siguen teniendo un componente de espectáculo y de excepcionalidad que los aleja del día a día del deporte o de las sociedades que los albergan. Quedan muchas cosas y muchas historias por contar de ellos, como por ejemplo, la vida de las personas que viven o trabajan en las ciudades que los albergan o los grandes intereses económicos -incluidos los ilícitos- que los rodean. Historias que merecen ser contadas, porque el deporte sin humanidad no es más que pura estadística.

@mcalpena


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