Inicio Noticias & Blog 283 años corriendo muy por debajo de 4'00"/km 

283 años corriendo muy por debajo de 4'00"/km 

Historia de 4 personajes para la eternidad: Sergio Infestas (64), Manuel Alonso (83), Jose Rioseco (78) y Esther Pedrosa (58) que a su edad demuestran la capacidad del músculo para mejorar a todas las edades. “Podemos vivir más de 100 años y, si no los vivimos, es porque no nos cuidamos lo suficiente”. 

José Rioseco es un hombre que tiene que haber bailado a The Beatles. Por ejemplo, ‘Revolution’, cuya letra decía así:“tú dices que quieres una revolución, bueno, tú sabes que todos queremos cambiar el mundo”.

A los 78 años, José Rioseco ha cambiado el mundo. O, al menos, las reglas de los hombres de su edad. En la fotografía, José es el de la camisa negra: ese señor que tiene los récords mundiales de 800 y 1.500 metros a sus años.

A su lado, está Esther Pedrosa, que, en un grito de rebeldía, podría haber sido hasta su hija. Tiene veinte años menos que él (58) y también pudo bailar a ‘The Beatles’. Por ejemplo, ‘The End’: “Y, al final, el amor que recibes es igual al amor que entregas”, venía a decir la letra de esa canción.

En el otro extremo de la fotografía figura Sergio Fernández Infestas, que ayer cumplía 64 años (muchas felicidades). A él me lo imagino como representante de esa frase que dejó dicha John Lenon en ‘The Cavern Club’ de Liverpool defendiendo siempre una manera de vivir:  “Si los Beatles o los 60 tuvieron un mensaje fue: aprende a nadar y, una vez hayas aprendido, nada”. 

Y el que está junto a él es Manuel Alonso, un hombre de 83 años que aparece con una camiseta técnica ganada en una carrera. Su sudor, su esfuerzo para terminarla, para demostrar que la letra de ‘Hey Bulldog’, siempre domiciliada en una canción de The Beatles’, lleva razón: “Hay cierto tipo de inocencia que se mide en años”.

Porque son los años de lo que pretendo escribir esta vez. Explicarles que en esa fotografía se suman 283 años y todos ellos siguen corriendo sin problema por debajo de 4’00″/km. Y no es una locura. Así que la próxima vez que nos los encontremos en el Metro no habrá necesidad de cederles el sitio: pueden ir perfectamente de pie. Estar de pie, en realidad, es su hábitat.

Es más, viéndoles a ellos, es hora de volver a abrir la memoria de George Harrison (1943-2001): “El mundo es como un pastel de cumpleaños”.

De un cumpleaños que esta vez dura eternamente y en el que José Rioseco ha sido capaz de correr a su edad un 1.500 en 5’11”, y no es que tenga firmado un pacto con lo imposible, porque “la edad no perdona”. Pero entonces hay algo muy, muy inteligente, “hay que saber sacar rendimiento a nuestras virtudes”, dice.

A los 78 años, José Rioseco parece un Don Juan destinado a vivir mil años o, como mínimo a explicar, él, que es un médico internista jubilado, que “podemos vivir más de 100 años y, si no los vivimos, es porque no nos cuidamos lo suficiente”.

El valor es leerlo, hacernos pensar, abrir la esperanza de que uno pueda llegar a los 78 años como llegó él: José Rioseco, todo un personaje, un hombre, si no me equivoco, nacido en el mismo año que Paul McCartney: “Es hora de convertirnos en niños pequeños para construir un mejor tipo de futuro”, sigue diciendo Paul  McCartney.

Y no sé lo qué dirá Sergio Fernández Infestas, el del cumpleaños. Pero a los 64 años, después de una lesión en los isquiotibiales, que le tuvo meses metido en la elíptica, ha recuperado la rutina de entrenar los siete días. La última vez que coincidí con él ya estaba por los 105 km semanales como sólo se puede imaginar en esta historia, en estos personajes que no sienten la tentación de mezclar el pan con la mayonesa: vivir sano es la mejor manera de sacar rendimiento a la vida.

“¿Quién no sabe que las ensaladas han de tener muchos colores y que el azúcar y la sal son casi dos venenos?”, recuerda José Rioseco, el de los 78 años, el que pretende vivir más de 100 años.

“La actitud es importante a la hora de envejecer”, explica Esther Pedrosa, que en esta historia sería Yoko Ono, treinta años más joven que ella, eso sí, aunque en este escenario ya ven que los años no pesan tanto. La última vez que hablé con Esther Pedrosa acababa de hacer un entreno de 12×400 a 1’18”. También había hecho un 1.500 en 4’56” y un poco más de 38’00” en 10.000.

“Hago lo que de verdad me gusta y eso, creo, me mantiene de verdad joven de espíritu”, decía Yoko Ono.

Aquí no sé lo que hoy dirá Manuel Alonso porque cada día es una caja de sorpresas, según me explica su entrenador, que lleva 18 años seguidos entrenándole. Quién lo iba a decir en un tipo de 83 que hace unos meses en el Mundial de veteranos de Polonia ganó la medalla de oro en 800 metros con un crono de 3’04”, a menos de 4’00″/km.

Otra vez. Sólo fue otra vez más en la que él lo hizo.

Este hombre nació el 21 de marzo de 1936, “meses antes de empezar la guerra civil”. Si llegamos a su edad nos acordaremos de él y volveremos a pensar que esta frase nacida en los labios de John Lenon (1940-1980) pudo ser inspirada en él: “El cartero quiere un autógrafo. El conductor del taxi quiere una foto. La camarera quiere un apretón de manos. Todo el mundo quiere un pedazo de ti”.

Porque es importante llegar a estas edades así, demostrar que envejecer no significa ganar peso irremediablemente y que el músculo puede mejorar a todas las edades. Esther Pedrosa, a los 58 años, parece una adolescente. Lleva corriendo desde los 14. Llegó a ganar a Carmé Valero y pudo ir a unos JJOO, los de Barcelona 92. Pero no la hablen de dolores ni siquiera en esa Galicia en la que la humedad no perdona, porque ella siempre hizo caso a su entrenador, Mariano García Verdugo:

“Yo pongo el plan pero tú pones las piernas. Por lo tanto, lo que tú sientas es más importante que yo que yo diga”.

Son, en realidad, 283 años lo que están almacenados en esa fotografía, repartidos entre estos cuatro personajes. Saldrían a una media de 70 por cabeza y podríamos convenir que, a esas edades, el Café Gijón sería un escenario más lógico para esta fotografía. Y alguno de ellos recordaría que allí también estuvo sentado Ava Gardner. Y Orson Welles. Y Truman Capote. Y hasta Joseph Cotten, ‘El tercer hombre’: “Él nunca se hizo mayor, fue el mundo el que envejeció entorno a él”.

Quizá por eso la fotografía de los cuatro es en la grada de un estadio de atletismo, a unos centímetros de la pista, donde la última vez que le vimos José Rioseco corrió un 2.000 obstáculos con lo duro que es eso… Máxime para él, que es un hombre de la generación de las películas en blanco y negro. O eso se supone. Pero sólo se supone.

La realidad es otra.

Así que, en vez de matar al tiempo, conserven la imaginación como pasa en ‘Imagine’, la canción que Yoko Ono le escribió a John Lenon: “Dirás que soy un soñador, pero no soy el único”.

De hecho, aquí tenemos a estos cuatro personajes, cuyo eco es como una emisora de radio. Una manera de escuchar a Esther Pedrosa (“confianza es mi palabra favorita”) o de entender a Sergio Fernández Infestas, que parecerá envejecido, porque sólo tiene el pellejo, pero ya quisiera gente de veinte años menos que él vivir con esa vitalidad, utilizarla dentro y fuera de la pista, montarse en el autobús de aquí a La Coruña, levantarse a las cinco y media de la mañana para entrenar.

Y no protestar.

Y vivir porque eso es lo que explica el discurso de Jose Rioseco (“cuidarse no significa vivir entre cojines”) procedente de toda su vida; la ambición insaciable de Manuel Alonso, un personaje destinado al infinito; la próxima fotografía de Esther Pedrosa en el podio o a Sergio Fdez Infestas que, a un año de firmar la jubilación en en trabajo, pone de ejemplo a John Lenon: “Cuando fui a la escuela me preguntaron que quería ser cuando fuese grande. Yo respondí ‘feliz'”. 


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