La exhibición de potencia quedó para días posteriores, como si Kylian Mbappé decidiera a conciencia no desplegar todas sus artes en una misma jornada, no fuera a ser que se le gasten. Y quizá hiciera bien. Era el día para el remate violento y la asistencia telescópica, para la furia y la dulzura, para un yin y un yan que fue más que suficiente para abrumar a Polonia y descarrilarla de un Mundial que ya en la fase de grupos había sentido caducado. Nada pudo hacer un impotente Lewandowski para tratar de escribir otro desenlace.

Demasiado Mbappé para tan poca Polonia (leer noticia)