El Real Madrid ha perdido la llama competitiva y el aura, algo que condenará a Ancelotti. No hay plan ni hay sistema. Los blancos son equipo acomodado que vive de los chispazos de sus estrellas y del peso de su camiseta. Ese que llevó a Munuera Montero y al VAR a mirar el escudo y el color de la zamarra antes de pitar un penalti a favor del Celta. Ninguna pesa como la blanca del Real Madrid en el Bernabéu. Solo así se explica que no se indicase falta máxima en un derribo de Lunin a Williot. Por más que el sueco estuviese loco por irse al suelo, cosa que ocurrió cuando el ucraniano le tocó. Este partido de Copa, más allá de que el Madrid se clasificase gracias al denostado Endrick, ahonda en una crisis que se llevará por delante a Carletto. Pero debería señalar a unos jugadores caprichosos que eligen cuándo correr y, sobre todo, a la pésima planificación de la plantilla de su presidente y director deportivo, Florentino Pérez.

Endrick rescata al Real Madrid de un Ancelotti condenado por la grada y el vestuario (leer noticia)