Si por algo se caracteriza Valverde (el que conocemos, el entrenador del Barça) es por su apacibilidad. Por mucho que la prensa o el entorno culé se enteste, es prácticamente imposible alterar al técnico extremeño, siempre con su rictus tranquilo, hasta despreocupado. Ha vivido momentos duros, muy duros, como comandante de operaciones del club azulgrana. Incluso se ha visto a sí mismo más fuera que dentro del banquillo barcelonista. Ha sufrido reveses que hubieran hundido a cualquiera y se ha visto en situaciones límite no aptas para cardíacos. Pero ahí sigue, afrontando su tercer curso al frente de la nave. Una nave que este curso venidero contará con una tropa numerosa y más competente que nunca, pero también con más exigencias en cuanto a protagonismo y minutos.

El (bendito) dolor de cabeza que se le viene a Valverde (leer noticia)