Gracias, Rafa
Textos: Albert Briva, Daniel Gómez - Edición: Miki Soria - Infografía: Marc Creus
“En una sociedad que demasiadas veces creo que se inclina por las cosas a corto plazo yo prefiero reivindicar dos virtudes que parecen estar pasadas de moda: la humildad y la perseverancia” con estas palabras Rafa Nadal se despide tras más de veinte años de una carrera que a día de hoy parece inimaginable que pueda llegar a repetirse.
“Que las personas que estén a vuestro lado os vean como alguien a imitar por vuestros valores. Lo importante es lo que permanece para siempre en el recuerdo. Lo importante es que seáis la mejor versión que podáis de vosotros mismos”. Así se define el hombre que empezó su camino con una raqueta en la mano con apenas cuatro años y que ha puesto fin con el honor de quedar para siempre en la ‘pole’ del eterno debate de ser el mejor deportista español de toda la historia.
Una historia que empezó en 2003 y que en apenas un año dio el salto al estrellato. Fue un 3 de diciembre de 2004, en el estadio de La Cartuja en Sevilla, cuando en el segundo partido de la final de la Copa Davis derrotó al por entonces número uno mundial, Andy Roddick. España entendió desde aquel día que un nuevo horizonte se abría en la historia de uno de sus deportes más exitosos.
20 años después, muy cerca de donde logró su primera hazaña y en la misma competición, Nadal puso el broche final a una carrera impecable.
Un círculo de 7295 días, que empezó una fría tarde de aquel viernes de diciembre y que se cerró en un Palacio de Deportes José María Martín Carpena inundado por la emoción de decir adiós al gran héroe del tenis español.
22 coronas y la mayor hegemonía del deporte
Una carrera que dijo adiós en la Copa Davis, pero que quedará por siempre en el recuerdo por la autoritaria y jamás vista hegemonía que impuso en Roland Garros.
Todo arrancó en la primavera de 2005, cuando un joven de Manacor se plantó en París dispuesto a probarse en el gran torneo mundial de tierra batida. Su primer rival fue un alemán llamado Lars Burgsmüller. Imposible imaginar entonces que ese partido, que pasó desapercibido para la prensa, iba a convertirse en un hito fundacional.
Aquel mismo año, superó al argentino Mariano Puerta en la final. A partir de entonces, cada primer domingo de junio, días después de que el propio Rafa soplará las velas por su cumpleaños, España tenía ya una cita ineludible.
En 2006, 2007, 2008 (las tres superando a Federer), 2010, 2011, 2012, 2013, 2014, 2017, 2018, 2019, 2020 y 2022 lo volvió a hacer, dejando en 14 el total de veces que el mundo le vio levantar la Copa de los Mosqueteros en la tierra batida de la capital francesa.
Solo en 2009, cundo Robin Söderling dio una de las sorpresas que todavía a día de hoy se recuerdan con mayor asombro, en 2015, cuando Djokovic consiguió por fin lo que tanto soñaba, y en 2016 y 2021 por culpa de las lesiones, el balear no pudo elevar todavía más su hegemonía en París.
"Sobre tierra batida nadie se acerca remotamente a su tenis. Ya no sé con quién entrenarme para poder afrontar sus partidos"
Una hegemonía jamás vista en el mundo del deporte, que perdurará por los tiempos de los tiempos en los libros de historia.
Rafa Nadal, en números
Número uno en tres décadas diferentes, desde que se colocó por primera vez como número uno de la ATP, en 2008, hasta la última, en 2020, cinco han sido las ocasiones en las que el manacorí ha sido reconocido como el mejor jugador del mundo en su momento. En total, 209 semanas en las que ha brillado en lo más alto del ranking mundial.
Sus constantes gestas y sobre todo, la forma de conseguirlas, han sido el estandarte del mejor deportista español de todos los tiempos que deja hoy en Málaga un legado que quedará para siempre escrito en letras doradas en la historia de España.
El lastre de las lesiones
Una carrera casi inmejorable con un único pero. El de las lesiones. ¿Qué hubiera sido de Nadal sin los constantes problemas físicos que tantas y tantas veces le lastraron? Una pregunta que siempre ha sobrevolado su figura, que sufrió 24 lesiones distribuidas por todo el cuerpo. "No recuerdo un partido de mi carrera sin dolor", ha afirmado en numerosas ocasiones durante su carrera.
"No recuerdo un partido de mi carrera sin dolor"
En total, meses y meses de baja entre los que se ha perdido nada más y nada menos que 18 Grand Slams, muchos más que los diez de Roger Federer o los dos de Novak Djokovic. La media dice que a Rafa las lesiones le han quitado entre cuatro y cinco ‘majors’, lo que le situaría en la cima de la carrera por ser el tenista más laureado de la historia.
Pero hipótesis aparte, las lesiones han sido desde siempre el mayor y principal enemigo de un Rafa Nadal que puede contar con los dedos de una mano las partes de su cuerpo que siguen ilesas todavía a día de hoy.
Entre las más graves, la rotura del tendón rotuliano que le obligó a estar fuera durante más de ocho meses en 2012, la lesión en el psoas ilíaco en 2023 que tanto costó de superar o el síndrome de Müller-Weiss, una lesión congénita, que ha ido arrastrando a lo largo de toda su carrera. Las rodillas, el abdomen, el codo o las costillas son otras partes del cuerpo que han ido mermando al tenista de Manacor a lo largo de su carrera.
Varios expertos han asegurado en más de una ocasión que muchos de sus problemas físicos bien podrían haber acabado con cualquier carrera deportiva. Nadal desafió toda y cada una de ellas para hacer más difícil si cabe sus constantes gestas.
El mayor título de su carrera
22 Grand Slams, 36 Masters 1000 y otros 23 ATP 500, entre muchos otros premios que ha logrado a lo largo de su carrera, son los que figuran en el paletero especial que ha lucido el balear en Málaga en sus últimos días de carrera.
"Es el mayor competidor que ha dado el deporte con independencia de la disciplina. Los números están ahí"
Pero más allá de todo lo ganado, Rafa ha conseguido la inusual hazaña de ser una persona sencilla, laboriosa y amable, y un ejemplo de conducta en todos los aspectos de la vida. Valores que nunca ha perdido mientras más ha ganado.
"Está muy bien que se nos recuerde por nuestros títulos, nuestros éxitos y nuestros récords, pero eso es algo pasajero. Lo normal es que lleguen otros y lo acaben superando. Una de las cosas que mejor he hecho en mi vida ha sido seguir dándome oportunidades. Fracasar solo es malo si no sabes levantarte y volver a pelear" palabras del propio Nadal para dejar claro que el mayor premio de su carrera no es otro que el legado que deja y que perdurará por el resto de los tiempos.
Un 'Big Three' de leyenda
Apuntaba Roger Federer a tiranizar el circuito tenístico en 2004 cuando irrumpió en él un joven adolescente melenudo que tenía claro que no estaba ahí para ser un figurante más en el reinado del que entonces era el jerarca sin discusión. Y no estaba dispuesto a esperar mucho para demostrárselo al mundo. A Miami, al antiguo Cayo Vizcaíno, llegaba el suizo a sus 22 años sin rival a la vista, habiendo ganado 23 de sus últimos 24 partidos y con un currículum en el que ya figuraban dos Grand Slams, cuando en los cuartos de final se cruzó en su camino un Rafa Nadal al que, casualidades del destino, había invitado dos semanas antes a su palco para verle en acción.
Descarado como pocos, Nadal pasó por encima del número uno con solo 17 años y se dio a conocer ante todos. Doble 6-3, en apenas 70 minutos, y la sensación de que algo grande había explotado. Fue el primero de los 40 enfrentamientos que protagonizaron durante una carrera en la que su rivalidad trascendió lo puramente deportivo. Y eso que eran, a simple vista, la noche y el día, tanto en lo estilístico como en lo puramente deportivo. Pero resultó que para ellos sí que valía eso de que "los polos opuesto se atraen". El arte, contra el tesón y la perseverancia. El talento más puro, quizás, de la historia del tenis contra el mayor competidor de cualquier era.
"Siento su pasión por mí, supongo, por mi persona; y eso es algo que me enorgullece"
"Como tenistas somos completamente distintos, pero si hablamos de nuestra forma de ver la vida, somos muy similares", reconocía Nadal en la despedida de las pistas del suizo en 2022. "Siento su pasión por mí, supongo, por mi persona; y eso es algo que me enorgullece. Siempre hemos estado muy conectados. Ha sido genial, creo que hemos disfrutado de nuestra compañía", le respondió el suizo, tan elegante fuera como lo era dentro de la pista.
Por mucho que se repita, no deja de ser cierto. No habría Roger sin Rafa, ni viceversa, al menos tal y como los conocemos en la actualidad. Fuera del choque de estilos, antagónicos en la forma de entender el puro juego, ambos se convirtieron de inmediato en el contrapunto ideal del otro.
Una rivalidad de película, ejemplar en público, que alcanzó su punto álgido en 2008, cuando ambos protagonizaron el que para muchos es el mejor partido de la historia del tenis en la final de Wimbledon en la que Nadal asaltó el jardín de Federer.
Pero que también dejó otros momentos para la posteridad, como el sonado "God, its’ killing me (Dios, esto me está matando)" que pronunció el suizo tras perder a final del Open de Australia en 2009, cuando Nadal, que con su derecha de zurdo martirizaba el elegante revés de su rival, dio con la fórmula para arrinconarle. Encontró la solución el suizo al final de su carrera, cobrándose la venganza en la final en el mismo torneo en 2017, en el que fue su último título de Grand Slam.
Djokovic sacude todo
También se impuso en el último duelo entre ambos en Wimbledon, en 2019. Aún así, Nadal se llevó el cara a cara tanto en hierba (1-3) como en dura (9-11), las dos superficies predilectas del Federer, mientras que el de Basilea no fue capaz de contrarrestarle casi nunca sobre la tierra batida (14-2). Así las cosas, en el general el balance acabó siendo favorable al español (24-16), que también acabó por delante en títulos de Grand Slam (22 a 20).
No pudo Nadal, sin embargo, con la tercera pata del Big Three. Eran dos superhéroes, pero en la peli faltaba el papel de villano. Y apareció él. Dos años después de que los caminos de Rafa y Roger se cruzaran por primera vez, emergió en el circuito un joven serbio que tardó un poco en entrometerse en su mediática relación. Pero que cuando lo hizo, lo hizo asumiendo todas las consecuencias y sacudiendo el circuito.
Cuando explotó, Novak Djokovic lo hizo a lo bestia, destrozando los cimientos del reinado que compartían Federer y Nadal. Avisó en 2008, ganando en Australia, y sacudió con fuerza a partir de 2011, año en el que ganó todos los Grand Slams menos Roland Garros, que se lo quedó Nadal. Y de paso, construyó con el tenista español una relación en la que la aspereza y la tirantez predominaron, en contraposición a los gestos de cariño y aprecio mutuo con el suizo.
Porque su tensa rivalidad se trasladó fuera de las pistas. Nunca hubo feeling, y a pesar de que siempre se profesaron admiración y respeto deportivo, las fricciones y encontronazos entre dos carácteres poderosos y con una forma de entender el deporte trasversalmente diferente fueron constantes. Y así ha sido hasta el final de sus carreras.
A la vez que libraban algunas de las batallas más emocionantes de la historia del tenis, como la final más larga de todos los tiempos —5h 53m en Australia 2012, con victoria para Nole —, protagonizaron choques dialécticos, más o menos directos, y roces continuos. Sin ir más lejos, el último llegó el año pasado, apenas unos días después de que Nadal anunciara el principio del fin de su carrera.
En una entrevista con La Sexta tras confirmar que 2024 sería su último año, el balear se desmarcó de ansiar ser el tenista más laureado de la historia, justo cuando ya había sido superado por Nole. "Para él sí hubiera sido una frustración más grande no conseguirlo [el récord de Grand Slams]. Y a lo mejor por eso lo ha conseguido, porque ha llevado la ambición al máximo. Yo he sido ambicioso, pero con una ambición sana que me ha permitido ver las cosas con perspectiva, no estar frustrado, no cabrearme más de la cuenta en la pista cuando las cosas no iban bien. Es mi forma de vivirlo, son culturas distintas”, aseguró, encontrando la respuesta de Djokovic un mes después: “Voy a por todos los récords posibles, nunca he tenido problemas en decirlo. Y es por eso que no le gusto a ciertas personas. Yo no finjo como otros y digo que los récords no son mi objetivo para luego comportarme de manera diferente”.
"Gracias por llevarme al límite tantas veces"
"Gracias por llevarme al límite tantas veces"
Quizás el último choque dialéctico de la rivalidad, por otro lado, más veces vista en una pista de tenis. Rafa y Nole se midieron en sesenta ocasiones durante su carrera, más que nadie en la historia, con 31 victorias para el balcánico y 29 para el de Manacor. Superaron, precisamente, los cincuenta enfrentamientos entre Djokovic y Federer y los 40 de Nadal y Federer, con 24 triunfos para el balear y 16 para el suizo. Veintiocho de los duelos directos entre Rafa y Djokovic fueron en finales. El balcánico ganó quince. El español, trece. Nadal mandó al principio, pero a partir de 2009 empezó a crecer el de Belgrado y Federer comprendió que, ante el empuje de ambos, su situación iba encaminada a dejarle en un tercer lugar.
Para ambos, el balear es el "gran rival" de su carrera. El eslabón intermedio a través del cuál se entiende el Big Three. Un coloso al que se han enfrentado decenas de veces, dejando para el recuerdo los que quizás son los mejores partidos de tenis de la historia. Aunque ambos han mantenido relaciones personales muy diferentes durante su carrera, Tanto el suizo, cinco años mayor que él, como el serbio, uno menor y aún en liza, han construido gran parte de su legado con Nadal al otro lado de la red. Y así se lo hicieron saber cuando anunció su despedida.
"Vaya carrera, Rafa. Siempre deseé que este día nunca llegase. Gracias por los recuerdos inolvidables y por todos tus logros increíbles en este deporte que amamos. Ha sido un absoluto honor", le dijo el suizo en Instagram. "Tu tenacidad, dedicación y espíritu de lucha se enseñarán durante décadas. Tu legado vivirá para siempre. Sólo tú sabes lo que has tenido que soportar para convertirte en icono del tenis y del deporte en general. Gracias por llevarme al límite tantas veces en nuestra rivalidad que más me ha marcado como jugador", publicó en un post Djokovic.
Que los tres coincidieran en la misma era la mayor concentración simultánea de talento en la historia de un deporte individual. Al final, la carrera por ser el más grande se la llevó el que nunca escondió la voracidad de sus deseos. El único que sigue en pie tras la retirada de Nadal, hondeando la bandera del Big Three frente al empuje de los herederos Alcaraz y Sinner. Quizás también, el que más necesitaba para convencer a todo el mundo por la abrasión de los números, fríos frente a la estética única de Federer y el espíritu combativo indomable de Nadal.
Los hombres de Rafa
Unos triunfos y unos hechos que no se entienden sin su incondicional equipo y la gente que año tras año, torneo tras torneo y piedra tras piedra en el camino han estado junto a él.
Nadal ha contado siempre con un bloque sólido en el que la familia ha formado una parte indispensable. Sus padres, Sebastián y Ana, le han acompañado siempre en los momentos importantes, mientras que su hermana Maribel y su mujer, Mery Perelló, ahora madre de su hijo, también son más que habituales en el box del tenista balear.
Entre familia y equipo, su tío Toni, merece una mención especial. Fue su entrenador durante sus inicios y hasta 2017 y en todos los grandes éxitos de Rafa es imposible no recordar su figura. Su naturalidad, sinceridad y rigor que siempre mostró con su sobrino fue la clave de la magnitud del deportista que hoy se despide entre lágrimas tras conseguir una carrera que nunca imaginó cuando con su tío al otro lado de la red empezó a pasar una bola tras otra en su Mallorca natal.
Tras su vínculo profesional con su tío, Nadal optó por dar un cambio de aires y apostó por sus grandes amigos Carlos Moyá y Marc López, con quien conquistó la medalla de oro en Río 2016.
En 2023 Nadal sumó al equipo al argentino Gustavo Maracaccio, quien se encargó de acompañarle en algunos torneos. A ellos había que sumar en la mención a Francis Roig, quien desde hace unas semanas ya no forma parte del staff.
Pero lejos de las pistas, el éxito de Nadal no se puede entender si el incondicional trabajo y cuidado de los dos hombres que más cura han tenido día a día de su delicado físico. Su médico de confianza, Ángel Ruiz-Cotorro, y como no, su inseparable fisioterapeuta Rafa Maymó. Claves en todos sus éxitos y sobre todo, en sus múltiples recuperaciones, que han hecho reinventarse una y otra vez para elevar siempre un peldaño más la mística de sus hazañas.
Fuera de las pistas y de su rendimiento deportivo, Rafa también ha sabido rodearse de los mejores para estar a su lado. Es el caso de Carlos Costa, manager y representante de Rafael. Se incorporó al equipo poco después de que Nadal cumpliera 18 años y desde entonces ha apoyado y dirigido al tenista en las decisiones que van más allá de la pista. En el mismo sentido, Benito Pérez-Barbadillo, jefe de prensa de Rafa desde 2006 y Jordi Robert, que se encarga de ser el enlace con Nike, la marca que lo ha vestido durante toda su carrera, han creado el equipo perfecto para Rafa.