Conciliar. Entrenar. Competir. Cada una de las 71 mujeres que han participado en esta nueva edición de la Titan Desert ha tenido que tejer una estructura familiar y profesional que le permitiera sumarse a esta icónica prueba.

Con Sara Carmona hablé hace unos meses de su proyecto #SheTitan #one100women. No consiguió la cifra pero sí “llegar a muchas que seguro vendrán a la siguiente. Ahora tienen más referentes. Mujeres absolutamente increíbles”. Tanto como ella, que con problemas de salud, consiguió quedar tercera con su compañera Belén. “Ésta es la más dura de las que he disputado. He ido justa porque me ha costado conciliar una hija, una familia, el trabajo… Los entrenos han sido complicados”. Y el dolor. “He visto las estrellas, te lo juro. Llegaba casi llorando y eso no te deja disfrutar al cien por cien pero me he sentido muy protegida por las mujeres que iban conmigo. Tan solo dos no pudieron acabar y fue por problemas gastrointestinales. Hemos sido una piña”. Sara explica que “esta edición, a nivel meteorológico, también ha resultado compleja. Mucho calor, mucho viento e incluso nos llovió, algo que nunca había pasado”.

Sacar lo mejor de cada una. Luchar como jabatas. Unirse, complementarse y apoyarse. Visibilizar su poderío sirve de inspiración para las que pensaron que no podían. “Pueden”, asegura Gemma Rosell. La triatleta, madre de cinco hijos, logró finalizar su Titan número 11. “Estoy contenta porque es en la que mejor me he sentido”, reconoce feliz. Para ella, “la dificultad viene determinada no por los kilómetros, unos cien al día. Es más por las condiciones en las que estamos en el campamento, por el calor, el viento… Pero estoy satisfecha porque me he superado a mi misma. Ese era mi objetivo”.

Conciliar entrenamientos con familia numerosa “es dificilísimo. Para llegar bien a esta prueba requiere entrenar cada día, mes a mes, todo el año. Compartes la experiencia con otras mujeres que también pasan por lo mismo y empatizas. Ha sido precioso ver a tantas en esta edición”. Gemma dice que “en cada bicicleta hay una historia. En nuestra jaima éramos tres y una de ellas hasta la meta no nos dijo que tres días antes a su padre lo había atropellado un tractor y murió. Acabó y lo explicó. Lo hizo por él. Esto me hizo pensar mucho. Y sí, te hace sentir muy viva vivir estas experiencias".