Pogacar se coloca una alfombra amarilla

Primer triunfo del fenómeno esloveno vestido con el jersey de líder después de realizar un control absoluto sobre sus rivales en el Portet

Victoria tras destrozar la etapa a 8 kilómetros de la cima donde solo lo siguieron Jonas Vingegaard, ahora segundo, y Richard Carapaz

Pogacar, líder dominante del Tour

Pogacar, líder dominante del Tour / EFE

Sergi López-Egea

Sergi López-Egea

Llegó y se arrojó sobre el escarpado asfalto de la cima del Portet, la que había conquistado vestido de amarillo. Allí arriba, sí, donde siempre hace frío, donde sopla el viento del Pirineo que corta la cara y el aliento. Tadej Pogacar no se presentó solo como hacían los grandes héroes desde la época de Fausto Coppi y Louison Bobet. Pero que más daba porque este fenómeno esloveno de 22 años colocó sobre el asfalto del Tour una alfombra amarilla para circular como un astro del ciclismo hasta los Campos Elíseos de París.

Bernard Hinault también llegaban solo, como Merckx, mientras que Miguel Induráin, el campeón más generoso de todos los tiempos, dejaba ganar a otros; él solo quería la parte más grande del pastel y permitía a los rivales convertirse en pequeños glotones a su salud. Santé, como dicen los franceses.

Pogacar se hizo hoy mucho más líder, mucho más intratable, mucho más maduro, aunque solo tenga 22 años, al ganar su primera etapa del Tour vestido de amarillo y también de blanco, como mejor joven, aunque el segundo de la general, el segundo más fuerte, Jonas Vingegaard, llevase prestada la prenda. Y que no se confíe el neerlandés Wout Poels, líder de la montaña, porque Pogacar se le ha puesto a 11 puntos y con el Tourmalet y Luz Ardiden, hoy a la vista, quizá hasta se coloque, casi por accidente, el jersey a lunares como mejor escalador de la carrera.

Pero es que Pogacar es el mejor en todo, como contrarrelojista y hasta como estratega. "Le dije a Vingegaard que no me fiaba de Carapaz". Vingegaard y Carapaz fueron los únicos que respondieron a los dos brutales demarrajes con los que Pogacar destrozó la etapa a 8 kilómetros de la cima del Portet. Dos aceleraciones inhumanas que cortó al resto de ciclistas que todavía resistían el empuje de un Emirates que protegió a Pogacar de forma magnífica. "Otros días no podíamos controlar las fugas, pero esta vez quisimos luchar por la victoria de etapa. Mis compañeros estuvieron magníficos. Yo quería sacar tiempo pero al final, al ver que no lo conseguiría, me concentré en ganar la etapa y hacerlo vestido de amarillo es algo increíble".

Pogacar estaba feliz. Todos en el Portet, estaban radiantes viendo su exhibición, porque a este corredor hay que amarlo, protegerlo y disfrutar de su ciclismo al margen de mirar el lugar en el que ha nacido. Pogacar es el ciclista que ya ha empezado a marcar una época.

Ocho kilómetros hizo en compañía de Vingegaard y Carapaz. Pogacar pedía relevos, porque no es tonto, solo faltaría. Sabía que si solo él se desgastaba al final, por muy ceñido que lleve el jersey amarillo, acabaría fundido. Solo el corredor danés, cuando Pogacar le hacía gestos con la mano para que pasase, le obedecía. Carapaz iba a su rollo, sabedor de su toque de velocidad en la meta.

Y eso lo sabía Pogacar. Por eso no le extrañó que el corredor ecuatoriano del Ineos lo atacase a 1.200 metros de la meta. ¿Dejarlo tirado?Eso era imposible. Pogacar, inteligente, cambió de papel e imitó lo que había hecho Carapaz hasta entonces: se situó a su rueda, buscó con la mirada si Vingegaard enlazaba, como ocurrió, y al final, cuando volvió a acelerar el pedaleo, tan fuerte o más a como había hecho 8 kilómetros antes, entonces sí, entonces Pogacar se quedó solo para disfrutar unos segundos de su primera victoria de amarillo.

Le quedan cuatro etapas: mañana, la importante despedida de los Pirineos, una jornada de cierta relajación, si no molesta el viento, camino de Burdeos, y la contrarreloj final del sábado, donde se apunta como el principal favorito a la victoria, antes del paseo triunfal por la principal avenida de París.

Si Pogacar mira la general, si la mira todo el mundo, asusta las diferencias que tiene. El segundo está a más de cinco minutos, el quinto a más de siete, el décimo a más de 12 y el 18 clasificado, el colombiano Sergio Higuita, a una hora. Y él tan fresco.