Pogacar y el calor de los padres

El jersey amarillo del Tour de Francia controló de nuevo la situación en carrera

Lo hizo a pesar de encontrarse sin compañeros de equipo en la fase final de la etapa

Pogacar, durante la etapa de hoy

Pogacar, durante la etapa de hoy / AFP

Sergi López-Egea

Sergi López-Egea

Tiene 22 años y aunque se le vea todopoderoso vestido de amarillo y con un Tour amarrado, a falta de seis etapas, aunque con una buena dosis de dureza pirenaica, Tadej Pogacar necesita apoyos. Y hoy subió por los primeros montes de los Pirineos, entre el viento de Envalira y los muros de Beixalís, sabiendo que sus padres estaban en Andorra. Ese era el calor que necesitaba, y no otro, este corredor esloveno que ya está marcando una época en este deporte.

El calor más importante de Pogacar era saber que sus padres habían viajado al Tour, que hoy descansará, para apoyarlo y para que se sintiese respaldado. Y eso que en carrera, pese al esfuerzo de sus compañeros del Emirates, en los momentos claves de las principales etapas, el jersey amarillo ya sabe que debe maniobrar solo, pasar a la cabeza del grupo de favoritos, tal como hizo durante la ascensión a Beixalís, para vigilar la situación y hasta para buscar el sitio más adecuado en el descenso para no llevarse un susto y aprovechar también el trabajo de sus rivales en la general a los que tiene bien controlados.

El Emirates (ya lo había advertido Matxín, su director) no es ni el Jumbo que cerró el Tour el año pasado pensando en una victoria de Primoz Roglic que no llegó, ni el potente Ineos (antes Sky) que controló todas las grietas de la ronda francesa al servicio de Chris Froome, Geraint Thomas y el ausente Egan Bernal. Ellos corren en otra dirección, en el día a día y saber que no les molestan las fugas, que el triunfo de etapas es para otros, que trabajen varias escuadras en buscarlas o en intentar anularlas.

Y sobre todo sabe el Emirates que ciclistas como Rigo Urán (segundo), Jonas Vingegaard (tercero), Richard Carapaz (cuarto) y hasta Enric Mas (octavo) muchas veces son aliados, porque le llevarán el control de la carrera sin gregarios y porque nadie quiere ceder el puesto ganado. Todos quieren aplicar la teoría que habla de que al enemigo, ni agua. Es la gran suerte de un Pogacar que desde el descenso de Envalira ya estuvo sin compañeros a su lado y preocupado de que el Ineos no le organizase un baile no deseado en tierras andorranas. Y aunque afirme que el calor no es su principal inspiración, el joven corredor esloveno volvió a superar otra etapa con nota en la carretera que lo lleva hacia la victoria final en París.