Perico Delgado: "Al principio íbamos al Tour y pensábamos, '¡dónde nos hemos metido!"

Delgado, con el maillot con el que ganó el Tour en 1988

Delgado, con el maillot con el que ganó el Tour en 1988 / V. Enrich

Javier Giraldo

Javier Giraldo

Pedro Delgado mantuvo en vilo a todo un país con su victoria en el Tour de 1988, una edición en la que tuvo que pelear con sus rivales y también con una falsa acusación de dopaje a falta de tres días de la llegada a París. 30 años después, 'Perico' recuerda cómo eran aquellos Tours de los años ochenta, tan diferentes a los de ahora.

Tu primer contacto con el Tour fue en 1983, cuando el Reynolds se presentó en la carrera casi de tapado.

Cómo cambia la historia: ahora hay lucha por entrar en el Tour, pero en aquella época nadie se peleaba por correrlo. Era una carrera durísima, con hoteles deficientes y se vivía con cierta penuria. Era la carrera más importante, pero no tanto como hoy. [José Miguel] Echávarri era un enamorado del Tour porque se había criado con las gestas de la carrera y le dolía que no hubiera equipos españoles. Trabajó mucho para que el Reynolds pudiera correr el Tour, y eso que ni siquiera éramos un equipo de primera fila. Nos daban largas, pero al final se nos abrieron las puertas del Tour y allí aparecimos, con nuestros miedos y complejos. Y te encuentras con una carrera durísima, de tres semanas, calor y hoteles flojos, y pensamos, ‘dónde nos hemos metido’. Yo pensaba que no iba preparado para aquello, pero cuando empezó la montaña levantamos cabeza y pensé que era una carrera a mi medida y que algún día podría ganar el Tour. 

En ese Tour de 1983 ya os dejais notar, sobre todo en la cronoescalada de Puy de Dome. Arroyo primero y tú segundo.

Ese día ya íbamos crecidos, sin miedos. Hasta entonces, éramos los culpables de las caídas, ciudadanos de segunda, pero aquel día, en el hotel, después de la etapa, se nos acercó Peter Post, el director deportivo del Ti Raleigh, el gran equipo de rodadores de la época, un auténtico mito, y nos felicitó. Echávarri nos dijo que aquello no tenía precio: éramos unos pringados y ahora nos tienen respeto, y eso cambia mucho a la hora de correr.

Sin embargo, tuvieron que pasar varios años antes de que pudieras ganar el Tour.

Sí, en 1984 me rompo la clavícula, en 1985 me puse enfermo, en 1986 murió mi madre. Y en 1987 algunos dicen que pude haber ganado: quizá, pero Stephen Roche fue mejor. Me equivoqué atacando demasiado pronto en La Plagne, me sentía bien y quería jugar a lo grande, pero Roche aguantó.

Y por fin llega el Tour del 88.

El problema que teníamos, las cronos, no fueron tal: la de equipos salió bien y la individual también. Empecé la montaña cerca de Bernard, Mottet, Fignon y compañía y me di cuenta de que no necesitaba ser agresivo para mantener el paso. Me sentía bien y en Alp d’Huez dimos el estacazo. Le dije a Indurain y Arroyo, ‘vamos a liarla, a mil por hora’.  Hasta entonces estábamos supeditados a los rivales, pero aquel día nos convertimos en los patrones de la carrera. El resultado fue estupendo, me puse líder. La carrera quedó destrozada.

De Alp d’Huez a la victoria final solo hubo un obstáculo, pero menudo obstáculo: la amenaza de positivo por un diurético.

El Probenecid: nunca se me va a olvidar la palabra, y eso que al principio no era capaz de pronunciarla. Era un diurético que me habían dado el día de Alp d’Huez para no retener líquidos porque al día siguiente había una crono. Resultó que era un producto prohibido por el COI pero no por la UCI. Algunos quisieron hacer daño diciendo que era un enmascarador de otros productos, pero eso no tenía sentido porque solo me lo tomé un día. Gané aquel Tour legalmente. 

En 1989, el retraso en el prólogo fue un lastre demasiado pesado. Y en 1990 empieza la transición Perico-Indurain. ¿Es atrevido afirmar que sin Perico no hubiera existido Indurain?

Es demasiado atrevido decirlo así. Hubo una serie de pasos. Fue una transición bien hecha: en 1990 Miguel decía que él no era un ciclista de tres semanas, no se veía, pero no tardó en demostrarse a sí mismo que sí. Yo creo que él ya hubiera podido ganar el Tour de 1990. En 1991 esa transición se hizo realidad: fue el día del Val Louron: yo me quedé hundido subiendo Tourmalet  y empecé a sufrir sobre las explicaciones que tendría que dar ante la prensa. Llegué tocado, y los periodistas me preguntaron si estaba contento. ¿Contento de qué?, pregunté. Me aclararon que Miguel se había puesto de líder y sentí un alivio enorme. Tanto, que volví a meterme en la carrera. Y a partir de ahí, Indurain demostró que ya estaba en otra Liga.

En tu caso, quedó la sensación de que merecías al menos dos Tours más.

El de 1989 pude ganarlo, sí. Y creo sinceramente que el de 1983 también. Pero entonces no teníamos ningún plan, solo íbamos a sobrevivir. 

El último maillot amarillo de 1988 desapareció pocas horas después de la ceremonia del podio, ¿verdad?

Sí, en 1988 todo empezó bien, pero empezaron a pasar cosas… primero el probenecid, luego estuve a punto de caerme justo antes de cruzar la línea de meta en París: había un bache enorme, yo iba agarrado al brazo de Díaz Zabala y no me caí de milagro. Tenía la carrera ganada, pero imagínate haber subido al podio con la cara ensangrentada y el brazo en cabestrillo. Y luego, en la fiesta nocturna en el casino, el maillot amarillo desapareció. No me dieron ninguna réplica. Los que tenía se los había ido dando a mis compañeros. Ahora solo guardo dos.

¿Qué te parecen las novedades del Tour de este año?

Me gusta que haya ocho corredores por equipo, pero hubiera preferido tener dos equipos más. Me gustaría que hubiera menos equipos World Tour y más invitados, equipos que hacen cantera. También prefiero etapas más largas y más épicas, ahora pierdes dos o tres minutos un día y adiós muy buenas. Es difícil recuperar dos o tres minutos entre los mejores de la general. Pero la idea de meter etapas casi sprint de 65 kilómetros y montaña está bien, hará que los equipos tengan menos peso específico. Estará bien para el espectador. Pero se me escapa algo de la épica y de la historia de las grandes epopeyas del Tour.

Froome sigue siendo el candidato número uno.

El único inconveniente que puede tener es la edad, es lo que le puede hacer estar un poco por debajo de otros.

¿Mikel Landa ya está entre los favoritos?

Sí, yo pongo a Froome en un primer escalón y luego a Landa, Nairo,  Dumoulin, Nibali y también incluyo a Primoz Roglic.

Movistar acude con dos líderes, Quintana y Landa, y con Valverde como tercer hombre. 

La presencia de Valverde va a ser clave para Movistar: es un ‘capitano’ con capacidad para echar la bronca a cualquiera. Y sobre todo, es un corredor alegre, que contagia optimismo y ganas de competir. Eso se nota muchísimo en la convivencia. Él tiene la clave para que Movistar sea un gran rival para Sky y que Landa o Quintana puedan ganar el Tour.