Una carta a Tadej Pogacar, un texto a la libertad

En 1994, cuatro años antes de nacer el ganador del Tour 2020, el Giro se convirtió en el primer gran acontecimiento deportivo que acogió la naciente Eslovenia

Pogacar se hizo con el tour en la contrarreloj

Pogacar se hizo con el tour en la contrarreloj / AFP

Sergi López-Egea

Sergi López-Egea

Querido Tadej Pogacar, eres el ciclista que cantó a la libertad subiendo hacia la cima de la Planche des Belles Filles. No se si sabrás que lo que hiciste el sábado fue una cosa muy grande puesto que de un plumazo te cargaste todas las tácticas del ciclismo contemporáneo; adiós al trabajo en equipo, a proteger a tu líder hasta el último kilómetro, a estar todo el puñetero día pendiente de los vatios y mirando la computadora de la bici. Qué no, qué no, que no se debe atacar cuando lo indica la pantalla que llevas en el manillar de tu bici. Miguel Induráin hablaba siempre de "las sensaciones" y daba la casualidad que siempre fueron buenas cuando llegaban las contrarrelojes, esas etapas que ahora parece que estén en desuso y que jamás deberían desaparecer porque allí, muchas veces, como el sábado, se demuestra la fuerza del ciclista, solo ante el peligro, sentenciando un Tour como fue tu caso o sucumiendo a tu magia, como le ocurrió a Primoz Roglic.

El ciclismo caminaba demasiado pendiente de las matemáticas y también de presupuestos casi de equipo de fútbol para sacar el talonario y fichar a los mejores. Hasta que llegaste tú y seguramente tu contemporáneo Remco Evenepoel. Cogíamos a un buen corredor, como es Roglic, lo arropábamos con ciclistas que también podrían liderar la escuadra como Tom Dumoulin o Wout van Aert, y lo dejábamos fresco como una rosa en la zona de vallas para que allí hiciera gala de su punta de velocidad y sacase al resto de figuras algunos segundos y la bonificación de turno.

Un deporte individual

Pero llegaste tú, casi siempre solo o en compañía de tu socio catalán, David de la Cruz, para demostrar lo que siempre debería ser el ciclismo, un deporte individual, donde gana el mejor porque es el que sube más rápido, el que sentencia en las contrarrelojes y el que salva el llano y las caídas sin contratiempos. Y eso que casi te dejas el Tour al quedar cortado, como Mikel Landa, en la dichosa etapa alrededor de Toulouse. Induráin, ya que lo he citado al principio, siempre tuvo un buen equipo a su lado, pero el Banesto jamás fue ese conjunto que bloqueaba el Tour como hizo años más tarde el US Postal de Lance Armstrong o el Sky de Chris Froome.

Induráin daba libertad a sus súbditos. Una vez tomando una cerveza con Claudio Chiappucci bromeaba y decía: "¿Sabes quién es el ciclista que más veces le enseñaba el culo a Induráin?". Sin esperar la respuesta añadía: "Yo, porque siempre lo atacaba, me dejaba ir, miraba mi culo y se iba a mi caza". Y lo capturaba, como a Gianni Bugno, como a Tony Rominger, pero les daba alas, los dejaba partir y la gente se divertía viendo el Tour y las hazañas de Induráin.

¿Qué es esto de bloquear la carrera?

Pero, querido Pogacar, ¿qué ciclismo es este en el que se bloquea una carrera y no se deja atacar a nadie? Porque hasta a tí te costaba cambiar el ritmo. No es un espectáculo gratificante ver a un pelotón subir un puerto en fila india donde nadie puede demarrar y donde solo se aprecía la identidad de las víctimas, los que van cayendo por el camino porque no aguantan la tremenda velocidad del Jumbo. ¿Alguien se divierte viendo esas imágenes? Y así por los Pirineos, el Macizo Central, los montes del Jura y los Alpes. Porque el Tour no había preparado una porquería de recorrido, sin montañas y cargado de llano, ni mucho menos, había espacio para la libertad y para ataques como los tuyos.

No sé si sabras, si no te lo cuento ahora, que cuando tu aún no habías nacido y Roglic apenas tenía tres años, el Giro, por allá 1994, llegó a tu estimada Eslovenia. Hacía tres años, tras descomponerse Yugoslavia, que tu país había conseguido la independencia. Y la ronda italiana se convirtió en el primer gran acontecimiento internacional que llegaba a Eslovenia. La gente se lanzó a la calle. Yo jamás vi a tantas personas en las cunetas hasta que el Tour pasó por Yorkshire en el 2014. Fue un acontecimiento de Estado, tanto, tanto, que el primer presidente de tu país, Milan Kucan, no quiso perderse el contacto, no solo con los ciclistas, sino con el séquito del Giro.

El cóctel de Eslovenia

Al mediodía se organizó un cóctel. Tuvimos que dejar nuestro viejo ordenador en la sala de prensa y subir al primer piso del palacio donde todos nos encontrábamos, en Kranj, esperando la llegada del pelotón, de un Giro que quería ganar Induráin por tercera vez consecutiva pero se topó con Eugeni Berzin. Por cierto, y por favor, el día que dejes la bici cuida tu peso, algo que ha olvidado el antiguo ciclista ruso. El presidente Kucan quiso dar tanta solemnidad al Giro que hasta se puso el esmoquin para compartir, entonces sí se podía hacer, canapés, ensaladas y hasta algún langostino, que Eslovenia tiene una pequeña salida al mar, con los invitados del Giro.

Y porque llevaba esmoquin un periodista lo confundió y creyó que era un camarero. El presidente Kucan resolvió la situación con suma elegancia después de que se le reclamara un café. Tocó del brazo al verdadero camarero y debió decirle algo así en esloveno como "un expreso para el caballero", puesto que la taza llegó en pocos segundos.

Hoy el mundo conoce a Eslovenia gracias a tu hazaña en el Tour. Hoy, todos los que amamos el ciclismo, nos sentimos más felices y más libres y seguro que cuando volvamos a subir encima de una bici notaremos, aunque más lentos, ese aire que te cortaba la cara ascendiendo a la Planche des Belles Filles. Recibe un cordial saludo.