¿Qué es el landismo?

Mikel Landa reúne a un sinfín de admiradores, sobre todo en el País Vasco

Mikel Landa tiene muchos fans

Mikel Landa tiene muchos fans / Reuters

Sergi López-Egea

Sergi López-Egea

¿Qué es el landismo? Llevo conducidos desde que salí de Barcelona 3.650 kilómetros y todavía no he acabado de comprender exactamente el significado de esta especie de religión, de corriente ciclista que se crea alrededor de un ciclista tan especial como es Mikel Landa, al que se admira; el que hace sufrir y del que siempre se esperan cosas grandes. Pero las hazañas en ciclismo cuestan de alcanzar, no es una tarea fácil conseguirlas.

Landa es uno de los mejores escaladores que hay en el Tour; de lo contrario no estaría cerca o al lado de los que se juegan la general y sino está más arriba es por culpa del viento que lo sorprendió en la etapa llana que se corría por los alrededores de Toulouse. Por eso llegó a los Pirineos en una situación más vulnerables que el resto de aspirantes. De lo contrario ahora estaría entre los cinco primeros, persiguiendo a esa pareja eslovena que, por ahora, parece inalcanzable, Primoz Roglic y Tadej Pogacar.

Una perla vasca

Landa, desde bien joven, destacó como una perla del pelotón vasco, de lo mejor que ha salido estos últimos años de una cantera que da enormes frutos pero que también, muchas veces, genera decepciones, corredores que se quedan por el camino cuando apuntaban para grandes figuras, para genios de este deporte. La lista es larga, porque al final, casi siempre, los 'castellanos' acababan por destacar en el Tour. Y allí están los ejemplos de Bahamontes, Ocaña, Delgado, Contador y Sastre.

Desde hace años se va al Tour más a sufrir que a disfrutar. Pasaron aquellos tiempos inaugurados por Pedro Delgado, por sus demarrajes en la montaña, cuando muy pocos lo podían seguir, como era el caso del escocés Robert Millar, el que cambió tantas cosas tras retirarse del ciclismo hasta que encontró el lugar y la fórmula para ser feliz. Hoy es Philippa York y escribe de ciclismo, pero del actual, con la experiencia de fugas pasadas y superadas, y de haber vestido no solo el 'maillot' de líder del Tour, sino el del Giro y de la Vuelta.

Tan fácil con Induráin

Con Miguel Induráin pareció tan fácil ganar el Tour, cinco consecutivos, ¿quién da más? que hasta se creyó en 1997 que Abraham Olano destrozaría a sus rivales en las contrarrelojes y subiría por las montañas con tanta facilidad como hacía su antepasado navarro. Pero no fue así. Allí empezó la era del sufrimiento en el Tour, que continuó una buena colección de años, a pesar de que Joseba Beloki subiera al podio junto a Lance Armstrong, en aquellas rondas francesas que siguen sin vencedor oficial. Y hasta pasó el Chava Jiménez, de vida tan desordenada como imprevisibles eran sus ataques y sus pájaras.

Alejandro Valverde, que sigue como si fuera eterno, aunque ahora ya no luche por la general, siempre corrió en su juventud con un Tour en sus piernas, pero esa victoria nunca llegó. Óscar Pereiro ganó gracias a una fuga, a base de resistir y tras ser borrado Floyd Landis, como Armstrong, de la historia de esta carrera.

La hora de Contador y Sastre

Alberto Contador quizá sea por palmarés en carreras de tres semanas el ciclista español más galardonado después de Induráin. Sus ataques en la montaña fueron brillantes, ganó oficialmente dos Tours, aunque llegó tres veces vestido de amarillo a París. Sin embargo, los últimos años corrió aliado a la mala suerte, con caídas que lo mermaron prácticamente desde el primer día de competición y hasta con abandonos por culpa de las heridas. De hecho, desde el 2009, como si Armstrong lo hubiera gafado cuando fichó por su equipo para trastocar todos los planes del ciclista madrileño, el Tour ya no volvió a ser igual para Contador.

Carlos Sastre tuvo un gran día, prácticamente celestial subiendo a Alpe d'Huez. Burló a todos, nadie lo pudo seguir e hizo suya la regla de que quien llega de amarillo a la cima de las 21 curvas se presenta con la misma prenda en París.

Y esta es la normativa, la del sufrimiento en el Tour. Esto sería la base de la religión landista, del landismo, de sufrir más que disfrutar viendo a Landa, quien como Valverde, como tantos otros, siempre tuvo un Tour en sus piernas. El landismo es creer en ello y no renunciar a nada, como de hecho hace, con fe y desde la humildad, porque él es así, el propio ciclista alavés.