Colombia sacude el Tour en los Alpes

Nairo en meta con su celebración característica

Nairo en meta con su celebración característica / AFP

Sebastián Vargas Rozo

A más de un colombiano, seguramente, se le habrá escapado una lágrima hoy al rememorar aquellas grandes glorias que lo catapultaron como el país de los ‘escarabajos’, hombres menudos de gran tesón y fuerza que en la montaña son imparables. Lucho Herrera y Fabio Parra son dos grandes representantes de gestas que formaron el nombre de Colombia en el ciclismo. 

Inolvidable será aquel 10 de julio de 1985, por ejemplo, cuando en la etapa 12 del Tour ambos atacaron a varios kilómetros de la meta situada en Lans-en-Vercors. Ese ‘1-2’ se forjó como hito de aquella nación que hoy volvió a emocionarse como si fuese la primera vez. Nuevo tándem, nuevos hombres, sangre joven pero, al final, es la misma emoción: los hijos de la tierra que triunfan lejos.

Como si de una carrera de relevos se tratáse, Nairo Quintana y Egan Bernal tomaron el testigo para volver a hacer vibrar al golpeado pero alegre país sudamericano. El primero por renacer cual ave Fénix y cruzar primero en la etapa que estrenaba Los Alpes, aún cuando todos lo daban por muerto con sus nueve minutos de desventaja. Y el segundo porque, a pesar de compartir corral con otro gallo como Geraint Thomas, atacó en solitario para ponerse segundo en la general y amenazar de cara al viernes-sábado de definiciones en la ‘Grande Boucle’.

Desencadenado, Quintana se metió en fuga desde el primer momento. Nunca flaqueó, ni con las críticas, ni con el ritmo que le marcaban Bardet y Lutsenko en la llegada al Galibier. El boyacense del Movistar hizo oídos sordos al entorno y se decidió a conseguir su tercera etapa en el Tour: ya tuvo gloria en 2013 y el año pasado en el Col du Portet.

A su llegada hubo banderas colombianas y algo rojo asomaba en su pecho: nuevamente un ‘deja vu’ de Lucho Herrera y su famosa etapa en Saint-Étienne cuando venció a Hinault con la cara embarrada de sangre. Pero no: el propio Nairo confirmó que simplemente era un poco de gel rojo que se le escapó en la subida.

Quizá motivado por el arreón de su compatriota, Egan Bernal sabía que el zarpazo para dominar debía ser fuerte. Alaphilippe, que aún conserva el maillot amarillo, ha sabido resistir bien. En el descenso del Galibier, el cafetero del Ineos puso los puntos: pedales en turbo para el atrevido corredor de 21 años, dejando polvoriento el paso para los otros favoritos dentro de los que se encontraba su compañero y campeón Thomas.

Aunque buenísima, la ofensiva de Egan no valió para quitarle a Alaphilippe el maillot amarillo, y el francés se ilusiona con llevar la gloria a los Campos Elíseos. Minuto y medio tiene con respecto al colombiano y cinco segundos más con Thomas. Hasta Pinot, quinto clasificado, no hay más de dos minutos. Será clave el día de mañana cuando los corredores suban al techo de este Tour: el Iseran con 2.770 metros, solo presente por octava ocasión en la Grande Boucle.