Jéssica Vall, Joana Pastrana y Sara García, visibles entre imposibles
Nadadora, boxeadora y piloto, respectivamente. Tres mujeres que compiten sorteando la desigualdad y luchando por la conciliación y por la visibilidad de sus disciplinas
Tres deportistas a las que unió en Terrassa el Mundial de Hockey Femenino y sus ganas de compartir un mensaje de empoderamiento e igualdad
No se conocían pero enseguida se reconocieron. Están en la misma lucha con distintos trajes. Joana acaba de colgar los guantes. Jessica sigue en la piscina pensando en mañana pero no en pasado (llámense Juegos Olímpicos de París).
Sara se está reconstruyendo físicamente -“tengo más clavos que Robocop”- para volver a subirse a la moto y recorrer los desiertos que tanto la enamoran. Las tres son referentes y mujeres que se han currado cada uno de los triunfos que han logrado. Escucharlas, como lo hicieron decenas de personas en la Fan Zone del Estadi Olímpic de Terrassa, es abrir los ojos y enmudecer.
La desigualdad la viven de forma distinta porque para Vall, “la natación ha sido y es un deporte inclusivo. Las ayudas a hombres y mujeres son las mismas a nivel becas o premios. Pero donde nosotras ‘perdemos’ es en la visibildad. La atención mediática no es la misma. Interesamos mucho menos y ello repercute en patrocinios que no llegan”. García añade que “en los deportes minoritarios no existe la palabra ‘salario’. Pienso que las ayudas que destina el gobierno a los olímpicos deberían albergar a otros deportistas”.
La piloto es muy clara. Mucho. Del mismo modo que reconoce que “hace unos años que se ha abierto la ventana de la igualdad, que espero no sea una moda”, también asegura que “ejemplos de éxito en le deporte femenino los hay y muchos pero históricamente se han enterrado”. Pastrana asiente. Ella y Sara viven en un mundo muy masculino en el que, según la piloto, “al principio haces gracia pero cuando empiezas a ganarles, la dejas de hacer”. Joana agradece “a mi equipo, todos hombres, que me ha ayudado a llegar hasta aquí pero es cierto que hay pocas niñas que se atrevan a decir en casa que quieren ser boxeadoras”. Recién retirada, tiene claro el mensaje que quiere dar: “Es muy difícil poder vivir decentemente dedicándote a una disciplina minoritaria como la mía en este país. Solo merece única y exclusivamente la pena si te hace feliz. No puedes entrar pensando que vas a hacerte rica ganando títulos. Eso es mentira y soy la prueba de ello. En cuanto dejó de hacerme feliz tuve que retirarme ya que necesitaba trabajar para ganar dinero para vivir”.
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