El gen de disfrutar

Irene Villa comparte su fortaleza

Irene Villa

Irene Villa / Joan F.Ribas

Carme Barceló

Carme Barceló

"Era larguirucha, pizpireta. Jugaba a baloncesto, patinaba y no paraba quieta ni un minuto. Era todo movimiento y piernas. Y a los 12 años me quedé sin ellas. Subir al coche, una explosión y adiós. A partir de ese momento, no me dejaron sola ni un minuto. Hasta que llegó el día de enfrentarme al espejo. Fue muy impactante pero tomé el camino más positivo y me dije: ‘He nacido sin piernas’. Así que empecé una nueva vida”. Tragas saliva varias veces cuando escuchas a Irene Villa.

Está sentada ante mí con su muleta apoyada en la silla, sus dos niños y su desayuno. Es brutal la seguridad y la valentía que destila. Sabe que se puede pero, sobre todo, sabe lo que cuesta creérselo. “Es cuestión de entrenamiento -asegura-. He aprendido a entrenar la positividad. ¿Cómo? Aparcando la queja cuando te llega a la cabeza, los ‘ay’, a hablar en positivo y a trabajar la esperanza. Atraes lo que proyectas, eso está demostrado. Y cuando asumes lo que tienes no ansías lo que tenías”.

ESQUÍ Y ADRENALINA

Estamos en Ibiza un domingo de noviembre con un sol radiante. “En la nieve, estos son los días maravillosos. Cielo azul raso, ‘solazo’ y naturaleza. Y como también me he currado el gen de disfrutar, no veas como me lo paso esquiando”. Irene Villa se transforma cuando habla de su equipo de esquí adaptado. 

“Soy una veterana pero sigo ahí, dándolo todo. Yo, que me pasaba el día saltando y corriendo, gracias a este deporte he recuperado la adrenalina y la velocidad. Con el coaching emocional he aprendido a manejar la presión de la competición y a respirar cuando estoy en el portillón, que me daban hasta taquicardías”, reconoce riendo.

LA LLAMADA DEL CHOLO

Su madre -que también perdió un brazo y una pierna en el atentado- cuando vio que su hija había asumido y aceptado su realidad, le dijo que tenía una misión. “Coge un micrófono y colorea la vida de la gente”. Y eso hizo. Irene recorre el mundo con sus libros y dando conferencias motivacionales. “Un día sonó el teléfono y era Simeone -explica-. Era el año 2010 y me dijo que el Atleti estaba pasando un momento difícil. Flipé porque pensé: ‘El rey de la motivación me está llamando a mí. ¡Qué fuerte!’. Así que fui a hablar con ellos y fue muy bonito. Filipe Luis me abrazó llorando”. Les dijo que en su equipo de esquí no creía nadie y subieron tres al podio. “Dad una lección a los que no confían en vosotros”. Me voy con la mía. Gracias, Irene.