¿Quién manda aquí?

El presidente de La Liga, Javier Tebas, denuncia desde hace años las facilidades financieras de los teóricos clubes-Estado

En el Barcelona la gobernanza está marcada por varios factores que impactan en la gestión del club

Laporta

Laporta / FCB

Adrià Soldevila

Adrià Soldevila

En las oficinas del FC Barcelona se ha visto, en los últimos meses, un informe con los modelos de gobernanza que existen en el mundo del fútbol. El club azulgrana no se ha planteado en ningún momento –por lo menos con Joan Laporta en la presidencia– cambiar su estatus jurídico de asociación sin ánimo de lucro, propiedad de sus socios, pero hubiese sido negligente por parte de los nuevos gestores no querer conocer los tipos de gobierno con los que trabajan los principales clubes de la élite futbolística.

Porque aunque no se hayan querido remover las aguas a nivel público, el club ha estudiado a su competencia para tener una visión completa de cómo funciona el fútbol actual. El profesor Sean Hamil, miembro del comité del Máster Ejecutivo en Gobernanza del Deporte Global y colaborador de la UEFA, defiende que existen cuatro modelos de propiedad: clubes vinculados al Estado (habitual en los países del Bloque del Este cuando existía la URSS), asociaciones deportivas (el caso del Barça o el Real Madrid), empresas de un solo propietario (Chelsea o PSG) y sociedades anónimas con varios accionistas (mayoritarias en el fútbol profesional español).

Dentro de cada una de dichas opciones existen varios modelos distintos. Porque la Sociedad Anónima del Bayern de Múnich no funciona de la misma manera que la del Benfica o la del Manchester City. Y mucho menos que los clubes de accionariado popular, de los que hablaremos en un futuro Sport Dossier.

Mucho se ha hablado del modelo del Bayern, un club de sus socios que posee el 75% de las acciones de una sociedad mercantil que gestiona el negocio del fútbol y en la que su CEO es el exguardameta Oliver Kahn, que heredó en julio de 2021 el cargo ostentado durante 19 años por la también leyenda Karl-Heinz Rummenigge.

Esa sociedad también es propiedad, a partes iguales, de tres grandes empresas bávaras: Adidas, Allianz y Audi. Cada una de ellas dispone del 8,33% del accionariado. El resto de deportes profesionales y amateurs dependen del club, que funciona exactamente igual que otras entidades deportivas y que es propiedad de más de 290.000 socios.

“La ley alemana dice que, como mínimo, los clubes de fútbol deben tener el 50% más un voto de la sociedad anónima para que los socios mantengan el control [a excepción del Leipzig, el Bayer Leverkusen o el Wolfsburgo, que son propiedad de una empresa]. El Bayern se blindó y por estatutos no puede tener menos del 70% de acciones de la Bayern München AG”, cuenta a Sport Dossier el periodista Marc Mayola, socio del club muniqués que, como el Barcelona, aprueba sus cuentas anuales en una asamblea en la que –a diferencia del club catalán– “pueden participar todos los socios que así lo deseen con antigüedad mínima de un año”.

En esa misma asamblea, si la ocasión lo requiere, los socios aprueban los cambios de presidente. Sin elecciones ni candidaturas. El consejo propone al sustituto y la asamblea le ratifica. Así sucedió en 2019, cuando Herbert Hainer recogió el testigo de Uli Hoeness. Una organización similar existe en el Benfica.

El club polideportivo portugués, el segundo con más socios del mundo (244.000), posee el 64,65% de las acciones de la Sociedad Anónima Deportiva (SAD) que gestiona el negocio del fútbol. Las dos principales diferencias con el Bayern, tal y como cuentan desde la entidad lisboeta, es que en el Benfica sí hay elecciones a la presidencia cada cuatro años –las últimas las ganó Rui Costa– y que el club dispone de varias sociedades además de la SAD vinculada al fútbol. Todas ellas, dedicadas a distintas áreas de negocio: servicios médicos, corredurías de seguros, inversiones inmobiliarias, productoras de contenidos audiovisuales, adquisición de empresas extranjeras o inversiones en start-ups relacionadas con el fútbol.

BARÇA: POLÍTICO Y DEMOCRÁTICO

En el Barcelona, a diferencia de las Sociedades Anónimas y de los clubes con un propietario único que ejecuta sin fiscalización, la gobernanza está marcada por varios factores que impactan en la gestión del club. Hasta ahora, las juntas directivas debían avalar el 15% del presupuesto anual para, en el caso de generar pérdidas, restablecerlas con su patrimonio personal. Y sin cobrar.

Con la nueva Ley del Deporte, ese 15% dejará de ser obligatorio y cada club escogerá su modelo de control económico. Pero es evidente que los avales han condicionado históricamente las decisiones de los directivos, que tienen la última palabra por encima de los profesionales. “Los directivos del Barça quieren participar y gestionar. Como han avalado creen que tienen derecho a hacerlo. Se meten en decisiones ejecutivas sin tener la capacidad técnica para hacerlo”, comenta a Sport Dossier una voz que ha participado en clubes con distintos modelos de gobernanza.

Otro de los factores es aquello que se podría calificar como el trabajo político. Según la misma fuente, “el Barça se parece a una administración pública. Tiene dos cuentas de resultados: una económica y otra de votos. Si gestionas el Barça no puedes contar solamente si ganas o pierdes dinero y partidos, sino también si ganas o pierdes apoyos entre la gente que te votará”.

De ahí la calidad democrática del club, que puede cambiar de presidente cuando sus socios lo consideren conveniente, ya sea a través de elecciones convencionales o mediante un voto de censura con el apoyo mínimo del 66% de los votantes. En las sociedades, esto no sucede. El propietario o accionistas pueden mantenerse en el cargo tanto tiempo como lo deseen.

CLUBES-ESTADO Y SU CAPITAL

El presidente de La Liga, Javier Tebas, denuncia desde hace años las facilidades financieras de los teóricos clubes-Estado. Su discurso se centra en dos entidades: el Paris Saint-Germain y el Manchester City. Sin embargo, en la élite europea solamente existen dos clubes gestionados por un país: el PSG, propiedad del fondo soberano de Catar, y el Newcastle United, adquirido por el fondo soberano de Arabia Saudí.

El Manchester City es propiedad del conglomerado empresarial City Football Group, cuyas acciones pertenecen a Abu Dhabi United Group (77%), una empresa privada del Sheikh Mansour –miembro de la familia real de Abu Dhabi–, a China Media Capital (13%) y a Silver Lake (10%). Es decir, el City no es propiedad de ningún Estado ni tiene las inyecciones de capital que sí logra el PSG de manera encubierta a través de cobrar publicidad de varias empresas públicas de Catar.

Lo que sí puede hacer el Manchester City, de la misma manera que el Bayern o el Benfica, es pedir dinero a los accionistas. Silver Lake invirtió 500 millones de dólares cuando compró el 10% de las acciones de City Football Group y Adidas, Audi y Allianz también pusieron 75, 90 y 110 millones respectivamente en el Bayern cuando entraron en el accionariado.

¿Por qué Allianz pagó más? Porque el valor del Bayern subió con los años. Pero los ingresos de una Sociedad Anónima o de una asociación deportiva no son distintos. De hecho, el Barça facturaba antes de la pandemia 1.000 millones de euros. Y siendo un club de sus socios. El PSG, ese club-Estado con tantas ventajas, factura 600 millones de euros